Cápsulas para un vocabulario
cordial
Probablemente nuestro vocabulario es impreciso. Las más de las veces, por otra parte, tiene su origen en las vísceras —las emociones, las pasiones descontroladas— y no en el cerebro. El vocabulario que usamos debiera tener más vasos comunicantes entre la cabeza y el corazón. Se trata, pues, en los próximos artículos, de comunicar ideas en pequeñas cápsulas a fin de que nuestro lenguaje tenga el toque cordial que requiere un ciudadano de bien y un cristiano cabal.
LA PALABRA
Callar y escuchar
Tenlo en cuenta: tan importante es escuchar lo que te dice el
interlocutor como lo que no te dice. Y, a propósito, si quieres comunicarte en
un grado satisfactorio, comienza escuchándole.
La gente sensata habla porque tiene algo que decir, mientras
que los necios sólo hablan por decir algo. Importa saber cuándo hablar y cuándo
callar. Por tanto, no hables sino tienes algo mejor que aportar que el
silencio. Un proverbio alemán dice que el habla es plata y el silencio oro.
Además, sabe que el silencio es el contrapeso de la
conversación. Le da sentido como una pausa tiene su función en el conjunto de
la pieza musical.
Resulta que cuanto menos piensan los hombres —y las mujeres— más
hablan. Y es que pensamientos ligeros y sin contenido se nos ocurren a todos,
pero las personas sensatas los mantienen a raya.
Decía Madame de Sevigné que si los hombres han nacido con dos
ojos, dos orejas y una sola lengua es porque se debe escuchar y mirar dos veces
antes de hablar.
Dominar la
lengua
De pequeños nuestros padres nos enseñaron a hablar. Luego
nuestro entorno nos enseñó que en ocasiones es mucho mejor callar. Porque manejar
el silencio es más difícil que manejar la palabra. Demuestra la experiencia que
nada hay más hay más difícil de dominar la lengua.
Diversos proverbios convergen en asegurar que, una vez has
soltado la palabra, ésta te domina, pero mientras permanece en ti, eres su
dominador. Las palabras dichas puede que nos esclavicen. Las palabras
mantenidas a buen recaudo nos mantienen en libertad.
Comunicación
Si no logras comunicarte bien difícilmente conseguirás el
éxito ni en la vida personal ni en la profesión que ejerces. Y toma en
consideración que probablemente es más efectiva la comunicación en una pausa, sorbiendo
una taza de café en plan distendido, que la planificada hasta el último
detalle.
No puedes dejar de comunicar como no puedes dejar de
respirar. En todo lo que hagas —hables, calles, te muevas o te quedes inmóvil—
siempre transmites algo.
Cuando encuentras un corazón receptivo, un momento especial y
unas palabras sinceras puede que recibas un impacto duradero y para el resto de
la vida.
Te comunicarás mejor y mucho más rápidamente si te interesas
por el prójimo que si te esfuerzas que se interesen por ti.
Sucede con frecuencia que a más palabras (inútiles) menos
comunicación. Las palabras no debieran medirse por su número, sino por su peso
específico.
La
peligrosidad de las palabras
Habla cuando estés muy enfadado y conseguirás un discurso
brillante y efectivo. Pero será también un discurso que infligirá heridas y del
que seguramente te arrepentirás.
De las palabras pueden derivar los besos o los puñetazos. Son
instrumentos con los que se puede agradar o desagradar. Como con un machete es
posible rebañar un plátano o un cuello. Suele suceder que las palabras
elegantes no son sinceras y las palabras sinceras no son elegantes.
La palabra vela o desvela. Transparenta el alma o la esconde.
Es una realidad muy ambigua que puede usarse para bien o para mal. Hace de ti
un ser humano sincero o un ser humano hipócrita.
La
post-verdad y los monólogos
Los individuos de nuestra sociedad —llamada de la
post-verdad— afirman una y otra vez lo que quieren que crean sus oyentes. Si se
corresponde o no con la verdad les resulta secundario. Si otro contradice el
relato, él hace oídos sordos y sigue machacando su afirmación. Los parlamentos
son el gran escenario de la post-verdad, como también la mayor prueba de que el
diálogo de sordos sigue en la cresta de la onda.
No hay que confundir las cosas. Cuando tu interlocutor habla
y habla, cuanto tú hablas y hablas… no por ello se construye un diálogo. Dos
monólogos no suman un diálogo. Se ha dicho que la mayoría de conversaciones son
simples monólogos desarrollados en presencia de un testigo.
Ambigüedad
de la palabra
Las buenas palabras valen mucho y cuestan poco. Pero se
devalúan si no se corresponden con la realidad y se deprecian si tienen
vínculos con la adulación.
Las cosas más importantes, como también las más íntimas, son
las más difíciles de decir. Rompen las costuras de las palabras.
Sentimiento
y voluntad
Después de una conversación quizás te quedas satisfecho
porque ha habido comunicación. Pero es muy posible que este pensamiento no sea
más que una ilusión y no haya habido más que un intercambio de palabras. La
comunicación implica también el sentimiento y la voluntad.
No te acostumbres a iniciar las frases con demasiada
contundencia ni con excesiva pasión. No empieces diciendo: nunca… siempre… jamás… Primero porque no suelen coincidir con la
realidad unas expresiones tan categóricas. Y segundo porque fácilmente quedarás
en evidencia cuando te contradigan.
Lengua
materna
Por muchos idiomas que la persona domine, siempre recorre a
la lengua materna cuando se da con el martillo en un dedo. Y es que, como
escribió Francisco Ayala, la patria del escritor es su lengua.
¿Las palabras son para entenderse? Sí, y para que cobijen los
sentimientos y amparen las emociones. Esta función la hace mucho mejor la
lengua que se aprendió en los pechos de la madre que la que se aprendió en un
diccionario. El idioma es para entenderse, pero también para transportar muchos
matices que sólo la lengua materna es capaz de cargar sobre sus espaldas.
Reflexiones
sobre la palabra
Bien está elogiar el silencio. Con frecuencia implica una
actitud prudente, pero no siempre. En ocasiones simplemente impide que se
demuestre la torpeza de uno. Y en otras que se tenga por discreto al que carece
de ideas e iniciativas.
Preocupa más el silencio de la gente honrada y sincera ante
la injusticia, que los gritos y aspavientos de quienes obran injustamente.
La habilidad de comunicarse consiste, entre otras cosas, en
desembarazarse de todo lo que resulta innecesario para que lo esencial quede a
la luz.
Buen consejo el que daba Lawrence Clark Powell: escribe para ser entendido, habla para
escuchar, lee para crecer.
El lenguaje que usas descubre cuál es tu visión del mundo y
de la vida
En broma y
en serio
Sea dicho en broma para no herir susceptibilidades. Hay quien
sostiene que los hombres entienden las discusiones como el arte de hacer callar
al adversario. Las mujeres, por su parte, las entienden como el arte de no
dejar hablar al contrario.
Una cosa es lo que uno dice y otra la que el oyente entiende.
No decir nada al hablar tiene mucho que ver con el discutible
arte de la diplomacia.
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