Cápsulas para un vocabulario cordial
Una preciada cualidad
La sensibilidad es la capacidad
de sentir o comprender mejor determinadas situaciones. Con ella se empatiza con
el gozo o el dolor del prójimo. Una fina sensibilidad artística permite
entender y apreciar obras de arte complejas. Una vigorosa sensibilidad poética ayuda, sin
duda, a elegir el vocablo más conveniente para crear el ambiente o el efecto
que se pretende.
Ser sensible equivale a estar
atento a cuanto sucede alrededor, a mantener los ojos del alma abiertos.
Entonces uno es capaz de percibir la belleza del entorno o el sufrimiento del
vecino, o la necesidad de ayudar al transeúnte.
Se dice que el pintor interpreta
la realidad al pintar a su alrededor y que la máquina fotográfica recoge la
realidad sin interpretar nada. No es verdad. La fotografía consiste en la
realidad recogida por la cámara más el ángulo de visión del fotógrafo, es
decir, más su sensibilidad.
Sensibilidad, tacto e intuición
Gozas de sensibilidad o empatía
cuando percibes que tu discurso se alarga demasiado y el público empieza a
impacientarse. Muestras sensibilidad cuando intuyes que tu amigo necesita una
palabra de ánimo acompañada de una palmadita en la espalda. Y así en numerosas
ocasiones. Cuando jamás sale de ti alguna de estas iniciativas da por sentado
que ni la delicadeza ni la sensibilidad forman parte de tu patrimonio
existencial.
La inteligencia razona frente a
las encrucijadas y las diversas situaciones que hemos de resolver. La
sensibilidad intuye simplemente lo que es preciso hacer para salir del
atolladero en que nos hemos metido o en el que yace nuestro prójimo.
Hay situaciones en las que debes
tener iniciativa sin que nadie te indique cómo ni cuándo poner manos a la obra.
Porque a quien posee un poco de sensibilidad y finura no hay necesidad de
señalarle las mil ocasiones en que debe actuar para bien de su hermano.
Cuando falta lo que podríamos llamar
“tacto” las relaciones humanas se endurecen. Se echa de menos la intuición, la
iniciativa, la sensibilidad para responder a cada una de las singulares
circunstancias o necesidades humanas con las que nos cruzamos.
Falta de tacto y de oportunidad
Cuando te encuentres frente al
familiar de un difunto que siente de verdad la pérdida, no se te ocurra
hilvanar argumentos ni recurrir a la palabrería. Una palmada en la espalda, un
chocar de manos sincero es suficiente. Ahórrate las palabras en este momento. Demostrarás
tener viva tu compasión, es decir que “padeces-con”.
No vayas siempre detrás de los
males o sufrimientos del prójimo para tratar de consolarlo. Si no careces de
tacto comprenderás que en ocasiones es mejor dejar que la persona llore sola y
no que alguien escarbe en su dolor. Ciertas palabras indelicadas acrecientan la
incomodidad y, por tanto, están fuera de lugar.
Quien carece de sensibilidad
jamás podrá comprender las pasiones, los entusiasmos, los afectos del alma del
prójimo. Es decir, desconocerá su profundidad. Y él mismo no ofrecerá sino una
superficie plana a sus interlocutores. O una rutina insípida e insustancial.
En ocasiones hay quien aparenta
insensibilidad ante determinadas escenas o sufrimientos. Aunque parezca
contradictorio, una tal actitud puede encubrir una extraordinaria sensibilidad.
Se finge no comprender para no hurgar en el dolor de quien sufre y con ello
aumentar su pena.
La sensibilidad gana la partida
Cuando organizas tu día a día
sueles hacerle más caso a tus sentimientos, emociones y afectos que a tu
capacidad de razonar. Planeas visitar al amigo —por poner un ejemplo— con quien
tienes más cosas tienes en común y no al que hace más tiempo que no ves.
Yo nunca seré de piedra, lloraré
cuando haga falta, gritaré cuando haga falta, reiré cuando haga falta, cantaré
cuando haga falta (Rafael Albertí).
No cualquiera es capaz de
disfrutar leyendo una novela, escuchando una música o admirando el paisaje. Se
requiere un fondo de sensibilidad para conectar con las distintas vertientes de
la belleza. Aunque también es verdad, en parte, que el gusto por la belleza
puede ir adquiriéndose a lo largo de los años.
La virtud de la empatía
No se trata de una ecuación
matemática, pero sí contiene mucha verdad. El sufrimiento te hace más sensible
al dolor de los demás. Quien nunca ha sufrido está incapacitado para ponerse en
la piel de quien padece. Quien ha experimentado el dolor empatiza con mayor
facilidad con el compañero que lo sufre.
Se comprende que los niños
mimados y sobreprotegidos se comporten de modo egoísta. Para ellos no existe el
sufrimiento ni la contradicción. Mal puede compadecer al prójimo que sufre
quien siquiera lo ve.
Sensibilidad y humanidad
Decía Mahatma Gandhi que un país,
una civilización, se puede juzgar por la forma en que trata sus animales. Puede
que exagerara un poco, porque también se puede pecar por tratar a las personas
peor que a las mascotas. Ellas discuten menos y no se oponen a los deseos de su
dueño. La frase de Gandhi hay que
matizarla, pero es cierto que una persona sensible no maltrata a los animales.
Quien los martiriza sin causa no merece una buena opinión.
Es simplemente obsceno escuchar
los secretos íntimos de alguien que se acerca a ti —esperando confianza y
comprensión— y luego comunicarlos a otros fuera de contexto y quizás con
intenciones burlescas.
La prudencia, el honor, el deber,
la obligación. Siempre estás esgrimiendo estas palabras. Forman parte del
vocabulario humano, pero no olvides las expresiones salidas de la fuente
sensible que es el corazón.
“Si las lágrimas son efecto de la
sensibilidad del corazón, ¡desdichado de aquel que no es capaz de derramarlas!”
(Gaspar Melchor de Jovellanos)
La sensibilidad nos hace
flexibles y nos dispone a dar la mano al vecino necesitado. Pero, por favor, no
confundir esta actitud con la transigencia en los principios éticos. El fin no
justifica los medios.
Cuando uno está atento a su
alrededor, cuando vive con los ojos bien abiertos, favorece el cultivo de la
sensibilidad. En buena parte ser sensible equivale a percibir cuanto sucede en
torno. Y particularmente cuanto sucede en relación con la belleza.
Humor y empatía
En el fondo el humor no es sino
la capacidad de conectar y simpatizar con el prójimo. Si el resultado es un
humor irónico o corrosivo, señal que tu sensibilidad está conformada por los
mismos rasgos. Has acertado al hurgar en la herida. Si el resultado final tiene
que ver con la ternura y la benevolencia entonces tu sensibilidad es tierna y
benevolente.
La vida ofrece numerosas
oportunidades para el humor y la sonrisa. Sonreír da ligereza, oxigena el
cerebro y la convivencia. Para relajar los músculos del rostro y esbozar una
sonrisa sólo necesitas abonar un poco el terreno, es decir, no creerte
demasiado importante y despertar tu sensibilidad dormida.