El útimo escrito que he mandado a la revista "Amigo del Hogar", revista dominicana de carácter relihgioso y formativo és el que sigue a continuación.
Tras 24 años de colaboración en las páginas de la revista “Amigo del Hogar”, ahora toca hablar de despedida. Todo tiene su tiempo y su hora, leemos en el Eclesiastés. Tiempo de nacer y tiempo de morir, de plantar y de arrancar. Y así el autor va enumerando acciones y actuaciones que tienen un comienzo y un final. Sí, 24 años escribiendo en la revista. Lo compruebo revisando los artículos que he guardado celosamente. Una primera etapa abarcó los años 1983 a 1996. Una segunda etapa se desplegó a lo largo de los años 2007-2018. Aparte la columna mensual, también escribí sobre diversos temas sueltos que el director me solicitaba.
Cuatro
cabeceras
Recuerdo, al menos, cuatro grandes apartados bajo los
que se cobijaron la mayoría de artículos, unos 270, según mis cálculos. El
primero de ellos rezaba así: “cartas indiscretas”. Ya desde el inicio
confesaba, pues, que en algún momento pisaría la raya de la prudencia a fin de
poder decir cosas que quizás no eran política o eclesialmente correctas, pero
que consideraba necesario expresar.
El segundo aparatado se refería a “personajes de ayer,
entrevistas de hoy”. Trataba de rescatar para la actualidad algunos grandes hombres
—o mujeres— de la literatura, la música u otros campos. En un diálogo ficticio,
intentaba recoger su línea de conducta o pensamiento para dar con el camino más
adecuado en el momento.
Tercera cabecera, “las razones del corazón”. Se trataba
de ir desgranando temas de interés para sacar a la luz valores de conducta. Evitaba
una catequesis explícita. Pretendía conducir de la mano al lector hacia patrones
de comportamiento a través de la narración. Estos escritos fueron los que más
larga vida obtuvieron.
Último apartado: “cápsulas para un vocabulario cordial”.
Ha durado un año justo el conjunto de estos artículos. Han tenido una vida
breve. La intención que les dio a luz fue la de vincular los frutos de amistad,
paz y convivencia a determinados conceptos y valores, tales como la sencillez, la
nostalgia, la paz, la paciencia, la sensibilidad… Aprovechaba también algunos
refranes o frases de autores para remachar la idea.
Todo tiene su tiempo. En la actualidad el horizonte
final parece haber acelerado el paso, mientras que la salud lo va rezagando. Así
es que conviene repensar los objetivos y reestructurar las prioridades. Todavía
llevo algunas actividades entre manos que resulta difícil transferir a otros
más jóvenes. Es sabida la escasez de sacerdotes y religiosos. Vivo en un
Santuario —el de Lluc, Mallorca— muy visitado y que requiere de algunas tareas
ineludibles. La columna en “Amigo del Hogar” de seguro que encontrará a jóvenes
del país con talento e ilusión y dispuestos a dar un paso al frente.
Agradecido a
los Dominicanos y a la Revista
Entre mi Congregación y la de los Misioneros del
Sagrado Corazón hay una real y fluida amistad. Somos buenos amigos, no faltaría
más, pero se trata de dos congregaciones distintas. Lo digo porque el título es
parecido y sé por experiencia que las confusiones han abundado. Aprovecho para
agradecer a todos ellos el altavoz que significa la revista a lo largo de
muchos años. Y muy en particular que no me retiraran el micrófono cuando
algunas voces procedentes de la autoridad —y pienso que también del
autoritarismo— presionaban para silenciarme.
Llegué a República Dominicana hace ya 36 años. Corría
el 1982 cuando supe de primera mano lo que significaba el calor tropical. Fui
testigo de la pobreza de algunos barrios marginados. Muy particularmente por
los parajes del ensanche Altagracia de Herrera. Mantengo grabada en la mente la
famosa “esquina caliente”, confluencia de vehículos, de encuentros humanos, de
ventas de comida, de pequeñas y grandes conspiraciones…
En el trópico experimenté la acogida de la gente, miré
de frente la crueldad de la pobreza extrema y compartí la impotencia de algunas
madres y abuelas que veían morir a sus hijos a causa de cualquier leve
enfermedad. Observé también el contraste de lo que acontece en los barrios
ricos y los rincones periféricos de la ciudad. Me caló como un estigma
invisible que ya no me ha abandonado.
Con el paso de los años, y por los motivos del
autoritarismo a que me refería, pasé a la hermana isla de Puerto Rico. En ambos
lugares estuve dedicado a la docencia de la teología y al ejercicio de la pastoral.
Más intensa fue la pastoral en República Dominicana, más relieve adquirió la
teología en Puerto Rico. Incluso ejercí por cuatro años como Decano de la
Facultad de Teología de los Dominicos en Bayamón.
Tras un paso breve por Madrid y Barcelona, ocupado en
tareas de la Congregación a la que pertenezco, aterricé hace más de siete años en
el Santuario de Lluc (Mallorca), el más visitado de las islas Baleares. Ahí
permanezco.
Los vínculos con los habitantes de Dominicana se han
hecho sólidos y permanentes a pesar de la distancia. Uno de estos lazos, si no
el de más peso, es el de la revista Amigo del Hogar en la que he
colaborado puntualmente y sin falta, en dos etapas, a lo largo de 24 años.
De todos me despido muy cordialmente. Y vayan mis mejores
deseos de un progreso sano y fraterno para el país, para la Congregación de
Misioneros del Sagrado Corazón y para la revista. Dios quiera que terminen las
humillantes desigualdades entre los habitantes de la República. Sé que los
buenos deseos tienen corto recorrido, pero cuando no se puede cambiar la
situación, bueno será expresarlos con la mayor intensidad.