Navidad de
verdad
La navidad no debería convertirse en una leyenda, lo cual sucede cuando la imaginación popular desenfoca y deforma el hecho histórico. Se dejan al margen unos aspectos esenciales y se enfatizan otros secundarios. O se endulzan.
Nada de interesarse más por el buey
y la mula que por el niño. Bien está que en el pesebre no falten los ríos de papel
de aluminio ni los angelitos colgando de un hilo. Pero no degrademos el
misterio de un seno repleto de Dios, de un niño dormido en un pesebre.
Antes de que la navidad fuera
navidad se celebraba la victoria de la luz sobre la oscuridad. El solsticio de
invierno. Pero la vida no consiste en un círculo que vuelve sobre sí mismo una
y otra vez. El niño que nace en navidad crecerá, cambiará su entorno y morirá.
Nada será igual. El cristianismo no es un círculo que se repite, sino una línea
recta con un término bien definido.
La navidad tiene un estrecho
vínculo con los dichos de los viejos profetas: las espadas deben convertirse en
arados y los lobos ser capaces de comer junto con los corderos. Una utopía como
la de aquel profeta más cercano que soñaba así: …llegará un día en que nadie se fijará en el color de la piel… El niño de la navidad también nos señala el camino
de la utopía, pues nunca llegaremos a construir un mundo de total fraternidad.
Con un poco de imaginación y buena
voluntad tal parece que los transeúntes levitan. Los ángeles se multiplican en
navidad.
Una asociación acertada: el Niño
Jesús es la estrella que conduce al creyente a lo largo de la aridez del día a
día. El chisporroteo de la estrella habla de la navidad y estimula a ensanchar
el corazón.
La navidad
se concentra en el corazón
Ni las esferas colgadas en el
árbol, ni la nieve donde arrecia el frío, ni las leyendas de Papá Noel
deslizándose por la chimenea consiguen despertar la verdadera alegría navideña.
La Navidad auténtica empieza en el corazón de la persona y continúa en la
generosidad de compartir el gozo con otros.
Ni las esferas de colores colgadas
del abeto, ni los pesebres cubiertos de musgo marcan la estación navideña.
Habrá que recurrir mejor a una sonrisa inocente y transparente. Como la de un
niño grande que no se ha contaminado de ambición malsana ni se ha intoxicado
idolatrando el dinero.
Es conveniente tocar con los pies
en el suelo. Por arte de magia la Navidad no mejora la moral de los ciudadanos
ni hace más amables a los vecinos. O quizás los mejore instantáneamente y a
nivel muy superficial. Los valores y deseos que anidan en el corazón de cada
uno, éstos sí se reflejan en la Navidad.
El calor humano, las atenciones y
el cariño no pueden fallar en Navidad. Porque no es la fecha del calendario la
que llena el corazón de alegría, sino la alegría del corazón la que justifica
la fecha.
Los más cálidos saludos se
intercambian en la festiva temporada navideña. Se augura lo mejor para quienes
se mueven a nuestro alrededor. En el fondo se pretende despertar los mejores
sentimientos del prójimo.
Falsa navidad
Todo sea dicho. Hay a quien los
días navideños se le antojan tristes y desean que pasen a la mayor velocidad.
Quizás se sienten mal porque nada les vincula a quien debe ser el protagonista
de la fiesta —Jesús— o tal vez los villancicos se le antojan demasiado melosos
o no soportan la cercanía de algunos miembros de la familia, fácilmente irritables
y permanentemente dispuestos a la discusión.
Algunas navidades celebran el
consumo, el derroche y la ostentación. Mientras tanto el niño Jesús permanece
encerrado en la habitación más oscura de la casa. Celebran el nacimiento del
Niño sin Niño.
A veces la Navidad inflama la
oratoria. Tampoco es eso. ¿Qué les parece la frase de esta autora? ¿Qué es la Navidad? Es la ternura del
pasado, el valor del presente y la esperanza del futuro. Es el deseo más
sincero de que cada taza se rebose con bendiciones ricas y eternas, y de que
cada camino nos lleve a la paz. (Agnes M. Pharo)
En ocasiones hay quien se embriaga
con las palabras y pronuncia frases con escasa moderación. Por ejemplo, un
conferencista decía: navidad es una
conspiración de amor. Tampoco hay que pasarse porque del dicho al hecho hay
un trecho y un refrán dice que de lo
sublime a lo ridículo sólo hay un paso.
Una navidad
sin límites
El sentimiento genuino de la
Navidad debiera durar los 365 días del año. No en vano Harlan Miller anhelaba
repartirla en doce jarros para destapar uno cada mes del año.
La Navidad empieza antes del día 25
de diciembre. Mucho antes imagina uno las fiestas que celebrará con los amigos,
el calor del hogar, los días festivos, la familia en torno a la mesa.
El punto de referencia de la
Navidad no es el 25 de diciembre ni la estación invernal. La fecha tiene que
ver con la alegría compartida, la emoción sostenida y la firme creencia de que
es posible vivir más fraternalmente.
Ambientación
navideña
Los deseos de paz y felicidad surgen a borbotones en la
temporada navideña. Se repite mil veces el deseo de que los mejores sueños se
hagan realidad, que la ilusión brille en el hogar y que los abrazos sean más
intensos y calurosos que en el resto del año. ¡Feliz Navidad!
¿Será verdad que las estrellas
intensifican su brillo y los crudos días de invierno —que no en el trópico— se
vuelven más cálidos simplemente porque es Navidad? Seguramente que no, pero
dejemos que los sueños y las ilusiones atropellen la lógica y la evidencia por
unos días.
Cierto que en el aire se respira la
magia de la fecha navideña. Las luces que guiñan el ojo al caminante en las
avenidas de la ciudad ayudan a crear este ambiente de encantamiento. De ahí el
tráfico abundante de buenos deseos y bendiciones.
La luz de los grandes almacenes, la
silueta iluminada del árbol navideño, los villancicos que se escuchan en el
fondo de la sala, el incienso que se esparce en la Iglesia… Todos estos
ingredientes —que también son sensaciones— van configurando la navidad. El
envoltorio, una amistosa sonrisa.
No sé por qué las estrellas juegan
un papel destacado en la época navideña. Quizás por la asociación con la
estrella de los magos. O porque muchas noches invernales muestran todo su
caudal de lucecitas chisporroteantes en el cielo oscurecido.
Navidad en
familia
Navidad es un momento especialmente
propicio para acercarse a aquellos que la vida ha ido distanciando. Estén lejos
o estén cerca. Sea el tiempo o la geografía los culpables de la distancia o las
sospechas y rencores que se han ido acumulando.
Crean un ambiente de fiesta y
delicadez los regalos debajo del árbol. Pero si la familia que habita la sala
mantiene rencores y discusiones, toda la decoración se arruina. La familia
desunida amarga la navidad.
Cierto. La Navidad aporta un plus
de calor familiar, de deferencia y delicadeza hacia nuestros prójimos. Así lo
afirma la actriz inglesa Joan Winmill Brown: Cuando llegue el día de Navidad, nos viene el mismo calor que sentíamos
cuando éramos niños, el mismo calor que envuelve nuestro corazón y nuestro
hogar.
Charles Dickens escribió
abundantemente sobre la Navidad. Una de sus frases dice así: Feliz, feliz Navidad, la que hace que nos
acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, le recuerde al abuelo las
alegrías de su juventud, y le transporte al viajero a su chimenea y a su dulce
hogar.
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