El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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domingo, 7 de junio de 2009

Tareas y rutinas (1)

Falta muy poco para que finalice mi estancia de un mes en P. Rico. Aprovecharé las líneas de este artículo para hablar desde una perspectiva más personal y cotejar mis tareas en Madrid y las que me ha ofrecido este mes caribeño. Al fin y al cabo el novedoso género del blog no sólo permite estas incursiones, sino que incluso las agradece. No casa con el blog el ademán hierático y solemne, sino más bien el relato cómplice.

En Madrid tengo una habitación situada en un corredor más bien opaco. El espacio de la misma me sirve de oficina y de alcoba. En la mesa de trabajo yace un ordenador portátil con dos pantallas para mejor manejarme en el trajín informático.

Cada día, más o menos desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche me encuentran sentado en la silla y frente a la pantalla. Con algunas pausas, claro, tampoco vamos a exagerar la nota.

No me desagrada el trabajo que converge inevitablemente en el teclado, aunque tiene muy distintos aspectos y particularidades. Uso el email para saber noticias de la Congregación, pues me encargo de un boletín (Noticias de familia) que debo rellenar periódicamente. Cuando llega el momento tengo que redactar las páginas del mismo, ilustrarlo con fotos, pasarlo a pdf, etc. La redacción y la diagramación es lo que más me atrae de la tarea.

Con frecuencia me llaman los de Fundación Concordia, que trabajan en la otra punta del corredor, para redactar noticias, informes, traducir al catalán o al francés o también para poner al día la web que figura en la red de redes. Estoy organizando traducciones de documentos congregacionales porque abundan los ingresos de los francófonos y hay algún que otro anglófono.

Mi oficio de Vicario General me lleva a preocuparme de la documentación de quienes van a viajar, sobre todo de los estudiantes que se trasladan de uno a otro continente. En consecuencia me toca recordar a los interesados sus obligaciones, esperar respuestas, resignarme, desesperarme por la lentitud de las gestiones de los afectados o de los organismos oficiales…

Debo dar un toque de atención a los formadores para que envíen en su momento los cuestionarios de los estudiantes y los informes periódicos de quienes solicitan la profesión. Trabajo ingrato porque tal parece que en ocasiones tales recordatorios no son bienvenidos. Y no siempre los traducen a la práctica. Y si algún error ha habido o algún papel se ha extraviado indudablemente la culpa apunta como un mísil hacia el Secretario o Vicario General. Tarea enojosa la de escribir emails, muchos de los cuales nunca regresan con la respuesta en el dorso. Hay que solicitar, pedir y hasta mendigar.

Son gajes del oficio. No hay otra medicina a disposición a parte de la resignación. Como el mecánico se ensucia de grasa y al taxista le duelen las posaderas, mi trabajo -he llegado a asimilarlo- conlleva cerrar un ojo ante los silencios inadvertidos o calculados. El personal tiene mucho trabajo, aunque no se le ocurre recortar las visitas a los amigos, sino más bien lamentar las peticiones que les hacen los superiores….

Parte de mi tarea consiste también en ordenar archivos, rescatar papeles viejos, escanear revistas que están por extinguirse y rescatarlas colgándolas en la red.

Desde que me levanto hasta que me acuesto todo está reglamentado. La capilla, el desayuno… Los cocineros preparan puntualmente la comida. No queda margen para la elección ni para las sugerencias. Esto de pasear el carrito por el supermercado y detenerse en los estantes es un deseo inasequible en mis circunstancias. Con lo cual la vida se distancia un tanto de las cuitas comunes de los demás mortales. Todo transcurre por los cauces previstos. En cuanto a los colegas de trabajo, se trata de un capítulo sensible que merece tratamiento aparte y quizás aborde algún día.

Mis escapatorias

Tengo mis escapatorias, claro está. O si se prefiere, echo mano de algunos recursos para resarcirme del carácter unidimensional de mis labores. Mi tarea como Vicario de la Congregación me lleva a viajar por España y hasta en ocasiones por el extranjero a fin de llenar un vacío temporal o para desempeñar alguna tarea puntual. Es saludable oxigenarse y ausentarse de los metros cuadrados cobijados por las paredes y el techo de la habitación.

Mantengo un blog -el que el lector descifra al otro lado de la pantalla- donde escribo mis impresiones. En él queda plasmado lo que pienso en el transcurrir de los días, comento algunas situaciones que ocurren en la sociedad, los titulares de la prensa, sin desdeñar algún que otro acontecimiento que me afecta más de cerca. El blog ha sido la materia prima que ha servido para entablar diálogos con amigos a través del mundo: República Dominicana, Puerto Rico, Barcelona, Arizona, Tampa…

Considero que el blog obliga a clarificar ideas, sentimientos y emociones. Es decir, ayuda a vivir con más densidad y conocimiento de causa. Gracias a él se emancipa uno de la bruma en la que el sujeto suele moverse y hasta envolverse.

El blog tiene la virtud de obligar a las ideas a descender a fin de que se posen debidamente, como también la de mirar los sentimientos al trasluz y así disponer de ambas cosas a la hora enriquecer la charla o vitalizar los párrafos que la página va cargando sobre su lomo. A propósito, sigo escribiendo en la revista “Amigo del Hogar” de República Dominicana. En ocasiones unas religiosas me solicitan algún que otro artículo.

Aunque tengo mis reticencias con el facebook, sin embargo me he registrado en esta gigantesca web que arrasa entre los más jóvenes. Facebook es un medio que invita a la frivolidad y a la dispersión, si bien lo decisivo es el provecho que cada uno le saca de las herramientas que maneja. Toda herramientas es susceptible de ser correcta o incorrectamente manejada.

Los párrafos se me han ido alargando como suele suceder. Pero no conviene abusar de la paciencia del eventual lector. De modo que voy a echar el cierre por ahora y seguiré con mis escapatorias, mi uso del internet, mis añoranzas de antiguos trabajos en el próximo artículo. Y también compararé mi tarea habitual con la del mes que acabo de pasar en P. Rico. Este era el objetivo inicial. Naturalmente, habrá que referirse a la tarea que llevo entre manos en el marco y las expectativas de la vida religiosa. Dentro de unos diez días, para seguir el ritmo habitual, volveré a la carga. Que lo pasen bien.




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