El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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domingo, 13 de septiembre de 2009

Barcelona, una ciudad entrañable

Desde hace un mes estoy en Barcelona. Seguiré con mi tarea de Vicario y Secretario General de la Congregación, pero pasaré más tiempo en esta ciudad que en Madrid, donde he permanecido los últimos cuatro años. Me quedan dos para finalizar el período para el cual me eligieron.

Nací en Terrassa, una ciudad a unos 20 km. de Barcelona que, sin embargo, nunca conocí a fondo. Se me presenta una buena ocasión para satisfacer este deseo incumplido. Mis primeros años los pasé en Terrassa, luego fui a La Gleva, un santuario en las inmediaciones de Vic. Posteriormente me trasladé a Mallorca para seguir los estudios. Más adelante viajé a Roma y de nuevo a Mallorca tras unos pocos meses en Navarra. Luego vino mi etapa caribeña: 23 años entre República Dominicana y P. Rico.

A lo largo de estos años visité repetidamente mi familia y viajé a Barcelona, claro está, pero la conocí más con ojos de turista que de nativo. Por otra parte me costaba hacerme un esquema mental de su geografía y de sus construcciones. Ahora con los mapas de Google, los recorridos turísticos de numerosas webs y las fotos que muestran los monumentos, se acabó la dificultad de meterme Barcelona en la cabeza. Sólo falta que acabe de saborearla serpenteando por las calles estrechas de la época medieval o caminando con los ojos bien abiertos por las ramblas.

De Madrid a Barcelona

Vengo de Madrid y me instalo en Barcelona. No voy a caer en el tópico de hacer una comparación. De antemano uno tiene la opción tomada y yo no soy una excepción. Sé que el sentimiento juega un papel más importante que la razón en estos asuntos. La tan manida “enemistad” entre Madrid y Barcelona no permite razonar fríamente sobre ambas ciudades y menos compararlas.

Diré para comenzar que mi casa está en la periferia montañosa. Es un barrio en cierto modo desgajado de la ciudad a causa de su geografía y del talante de sus habitantes. Las calles son empinadísimas. Una auténtica tortura para la gente mayor. El ayuntamiento ha tratado de paliar la situación construyendo escaleras mecánicas e instalando ascensores en puntos estratégicos. Se agradece y ciertamente alivia algunos tramos, aunque el parche es del todo insuficiente.

La gente que habita el barrio generalmente procede de la inmigración de otras regiones españolas. La mayoría ya llevan asentados muchos años por aquí, si bien últimamente ha cambiado el perfil de los migrantes. Ahora llegan de países lejanos: Norte de África, Latinoamérica… Los más ancianos pueden llevar aquí 50 o 60 años y no saben decir una palabra en catalán. Normalmente no se trata de mala voluntad, sino de pura ignorancia o incapacidad. Como los catalanes están en el llano, no hallan dificultades para relacionarse con la gente de alrededor.

Algunos pocos catalanes sí hay. Los niños, gracias al interés de las Instituciones ya van aprendiendo esta lengua. También ayuda la Televisión. ¡Y los españolistas dicen que se prohíbe hablar en castellano y que la gente es perseguida por usar esta lengua! La ignorancia es muy atrevida. O quizás habría que calificar en su justa medida la ideología fascistoide que desprecia cuanto ignora. Considera que lo desconocido resulta peligroso y vitando. A todos los quisiera uniformar por fuera, armar de idénticos esquemas mentales por dentro e inocularles ideas de un mismo color.

En consecuencia los feligreses mayormente hablan castellano. Las reuniones y el culto suelen ser en esta lengua, aunque se dosifica calculadamente para no dejar el catalán fuera de combate. Trato de afrontar la situación como es. Sé hacia dónde quisiera llegar y no renuncio a poner mi granito de arena, pero no voy a armar una guerra que de antemano sé perdida por el momento.

El mar y la montaña

La montaña dificulta la comunicación entre los vecinos y tortura a las mujeres con osteoporosis y a cualquiera con problemas en las articulaciones. Padecer ciática o artritis en el barrio duele más que padecerla en el centro de la ciudad. No lo pongan en duda. Pero la montaña tiene una ventaja. El aire es más puro que en las calles del llano y las vistas de Barcelona son espectaculares. Las casas bien ordenadas del ensanche, las altas torres junto a la orilla del mar, la Sagrada Familia descollando por entre los edificios… Desde este punto de vista en la montaña se vive mejor.

El mar que besa los pies de la ciudad abre una ventana a la imaginación y alimenta bellos pensamientos y cálidos sentimientos. Melancolía, evocación, superación, inquietud, trascendencia… El mar parece cogernos de la mano y conducirnos hacia el país de las reflexiones y las emociones. Pasear junto a la orilla ofreciendo el rostro a la brisa y las pituitarias al olor marino es un pequeño placer propio de paladares exquisitos.

Lamento que mi intento de plasmar las ideas primerizas de Barcelona al instalarme en la ciudad se alarguen más de lo calculado. Me falta lo más importante por decir: la maravilla del barrio gótico, la gracia y elegancia de Gaudí de la obra gaudiniana, los turistas que bullen como en un hormiguero, la omnipresencia del club de fútbol Barça, las Ramblas pintorescas… y tantas cosas más. Volveré a la carga dentro de 10 días. Y les contaré también alguno de los motivos de mi desplazamiento de Madrid a Barcelona.

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