El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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jueves, 28 de mayo de 2015

Teresa: lectora, escritora y feminista

El arciprestazgo al que pertenece el santuario de Lluc —llamado «Raiguer-Lluc»— me solicitó hace unas semanas una charla sobre Sta. Teresa. El personal no quería dejar pasar por alto la conmemoración de los cinco siglos del nacimiento de la santa que se cumplen en el presente año.

Se dificulta el enfoque de lo que se va a decir a propósito de una personalidad de tanta envergadura. Ya que es preciso dejar muchísimos detalles al margen, opté por hablar de dos aspectos de Teresa quizás no tan conocidos: lectora-escritora y feminista.

Por supuesto, ni siquiera asoman aspectos que resultan imprescindibles para tener un visión aceptable de su personalidad. Habría que hablar, al menos, de su carisma de fundadora,  de los años de mediocridad y de amoríos que hubo en su vida, de los éxtasis y visiones que gozó o sufrió.

De todos modos, he aquí unas notas resumidas sobre lo dicho. Unas líneas que representan minúsculas anécdotas en el torrente de su vida. Una biografía reflejada en la lectura de sus libros y sus numerosísimas cartas dirigidas a toda clase de personas.


Lectora y escritora

Lo fue desde niña. Leía los libros de caballería de su madre que, por cierto, ocultaba a la vista de su esposo. La fascinaban las historias de caballeros enamorados y damas atractivas, ante las cuales los varones caían rendidos a sus pies. Más tarde dejaron huella en su persona las Confesiones (S. Agustín), el abecedario espiritual (F. Osuna), las epístolas (S. Jerónimo), etc.

Los libros leídos le abrieron horizontes y le permitieron descubrir reacciones psicológicas. Terminaba un libro y ya estaba ansiosa por empezar otro. Con su hermano y confidente, Rodrigo, escribió un libro acerca de sus propias y comunes aventuras. Las primeras lecturas y las que siguieron luego le permitieron asimilar y desarrollar unas imágenes brillantes, ágiles y vivas. También se inició en la técnica del relato.

Escribió el reputado Fray Luis de León: «En la alteza de las cosas que trata y en la delicadeza y claridad con que las trata, excede a muchos ingenios; y en la forma del Decir y en la pureza y facilidad del estilo y en la gracia y buena compostura de las palabras y en una elegancia desafeitada que deleita en extremo, dudo yo que haya en Nuestra lengua escritura que con sus libros se iguale ".

Numerosos escritores alaban sus escritos. Menéndez Pidal se refiere a su sentido artístico y a las incesantes imágenes de las que echa mano. Azorín no titubea al afirmar que el «libro de la vida» es el más profundo y denso de la literatura europea. Tiene una gran capacidad de análisis, de dramatismo y calidad trágica. Marañón afirma que deja la vida en todo lo que escribe, como una oveja jirones de lana entre las zarzas.

Más importante que la calidad literaria es el contenido doctrinal. Escribió para darse a conocer a sus confesores o porque éstos se lo ordenaron y también para complacer a las monjas que se lo pedían.

Fue declarada patrona de los escritores españoles y Doctora universal por Pablo VI (1965).

Feminista «avant la lettre»

Se ha dicho que Teresa ha sido la primera feminista de la Iglesia católica. En el s. XVI ya lamentaba que el mundo tuviera acorraladas las mujeres. «Aunque las mujeres no somos buenas para consejo, alguna vez acertamos» «No son tiempos de desechar animoso fuertes, aunque sean de mujeres.» Frases en una época en que las féminas eran prácticamente invisibles.

Fue una mujer libre, independiente, determinada a emprender grandes reformas. Dicen los entendidos que lo fue mucho más de lo que muestra la famosa serie de su biografía protagonizada por Concha Velasco. Una serie excelente, por cierto.

Máximo Herraiz, uno de los mayores expertos sobre la santa dice: «Teresa apostó por la mujer en su condición de dignidad, para ser oída y no sólo oyente.» «Desea que las monjas sean independientes, autónomas, y de hecho, acaban eligiendo a sus superioras cada tres años, lo que supone una auténtica revolución». Y la misma Teresa, hablando de las constituciones que elaboraba, pedía opinión a las monjas y añadía: «en nuestras cosas no hay que dar parte a los frailes.»

Referente a la clausura escribió: «no es para que no puedan salir, sino para que nadie entre a gobernarlas.» «Esto es lo que temen mis monjas: que tienen que venir prelados pesados ​​que las abrumen mucho». Se deduce por el contexto que lo dice porque no quiere que nadie prohíba leer libros en sus conventos.

«Ni aborrecistes, Señor de mi alma, cuando andábades por el mundo las mujeres, antes las favorecístes siempre con mucha piedad y hallástes en ella tanto amor y más fe que en los hombres... No creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois justo juez, y no como los jueces del mundo, que, como son hijos de Adán y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan miedo sospechosa.»

En el siglo XVI era muy común hablar de la debilidad de las mujeres. Ella no parece estar de acuerdo. Su estado religioso no favoreció un pronunciamiento contundente al respecto, pero escribe, por ejemplo, que «la balanza de las gracias divinas a menudo se inclina a favor de las mujeres».



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