El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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miércoles, 5 de abril de 2017

Vocabulario de semana santa


Hay algunas palabras que resuenan en los templos durante los días de semana santa. Son, entre otras, cruz, tumba, servicio, sufrimiento, resurrección, perdón y alegría. Un buen resumen del misterio que celebramos. Bueno será ir a lo esencial y no perderse por entre las ramas. Como si de un vocabulario se tratara, quizás sirva el intento de describir brevemente el núcleo de cada una de las palabras citadas. 

CRUZ. - Instrumento para matar a los condenados a la última pena en tiempo de los romanos. Jesucristo murió en ella por no saber ser flexible, negociador y pactista con sus adversarios. Poco a poco la cruz ha sido sustituida (a medida que los hombres se han ido refinando) por la horca, el fusilamiento, la silla eléctrica, la cámara de gas, etc. La cruz se ha convertido en símbolo del cristianismo, pero a la vez ha ido perdiendo todas las aristas y asperezas. Se ha transformado en objeto de ornamentación en el cuello de personas respetables. También las jerarquías la muestran en el pecho. Es de suponer que no sólo para informar a la gente el rango que ocupan.

TUMBA. - Lugar donde se depositan los restos humanos. Ha adquirido gran celebridad la tumba de Jesucristo, así como la losa que la cubría. Se sabe que su propietario era un hombre que se puso decididamente de parte de Jesús... cuando ya era cadáver. La tarde del viernes santo aquella tumba hacía presagiar la oscuridad perpetua alrededor del ajusticiado. Pero el domingo, tres días más tarde, debió pasar algo extraordinario, demasiado deslumbrante para poderlo relatar con toda objetividad. El hecho es que desde este día los discípulos perdieron el miedo y comenzaron a construir una Asamblea, alias, Iglesia. Aún hoy en día esta obra mantiene la vitalidad a pesar de los ataques procedentes del exterior, las debilidades de los de dentro y los desaciertos de los de arriba.


SERVICIO. - El Domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa, Jesús escuchó gritos de entusiasmo de los labios del pueblo. Jesús estaba allí sentado sobre un borrico, presto para cumplir su misión, la de servir. El Viernes Santo escuchó gritos insultantes, salidos de las mismas bocas que le habían aclamado días antes. No desfalleció su voluntad de servicio. Sus seguidores también apelan a menudo al servicio. Pero no les es indiferente el lugar desde donde hacerlo. Prefieren ejercerlo en los despachos importantes y las poltronas afelpadas. De hecho nunca hay que lamentar candidaturas para las altas cátedras.

SUFRIMIENTO. – La semana cruel, llamada también semana santa, fueron días en los que Jesucristo padeció tormentos físicos y morales. Cabe notar que su muerte no ha sido la más dolorosa a lo largo de la historia de la humanidad, tal como piadosamente se ha dicho y escrito. Él estaba al margen de todo tipo de competición. Tampoco sufría por sufrir o por amasar méritos. Los tormentos se los infligían unos hombres en nombre de Dios y su justicia. Los hubiera podido evitar a cambio de volver atrás, desdecirse, ceder o mostrarse más diplomático. No quiso pactar bajo tales condiciones.

RESURRECCIÓN. - El dogma más decisivo del cristianismo, de cuya verdad el creyente sorbe la savia necesaria para no desfallecer. Sin embargo, en la práctica, la cosa es menos halagadora. Los seguidores de Cristo en el siglo XXI parecen más propensos a adorar y magnificar al Cristo muerto en la cruz que al Cristo resucitado en la gloria. Y es que se observa una clara tendencia a otorgar más relieve a los hechos luctuosos que a los acontecimientos gloriosos. Dar el pésame tal vez reconforta, permite saborear una cierta victoria sobre la muerte y sobre el allegado que la sufre. En cambio, felicitar al triunfador implica reconocer que no soy yo el protagonista. La secreta carcoma de la envidia se resiste a reconocer el triunfo ajeno. 

PERDÓN. - Acción difícil, que requiere una gran generosidad de corazón. Mucho más si es necesario perdonar a aquella gente que el Domingo de Ramos se desgañitaba aclamando a Jesús y que después cambió de signo su griterío. “Perdónales que no saben lo que hacen”. Mucha comprensión, una enorme ternura y una bona dosis de inteligencia se necesitan para entender la frágil sinceridad humana y sobreponerse a la rabia que provoca la hipocresía. Exactamente lo que es capaz de hacer un hombre tan entero que es Dios a la vez. Y precisamente lo que poquísimos humanos son capaces de hacer.

ALEGRÍA. - El sentimiento que debería reinar, por ejemplo, en la Eucaristía de la Vigilia Pascual y a lo largo de la vida del creyente en Jesús. Si tal fervor existe de veras, sin duda se disimula. Las palabras dicen que “mi alma exulta de gozo” y se triplican los aleluyas. Sin embargo, uno contempla la nave del templo y no logra apreciar el gozo por “el día en que actuó el Señor”. Entre las palabras y las actitudes se detecta un desfase. ¿Motivo? Puede que, al no vivir a fondo el mensaje cristiano, el sentimiento de júbilo al que invita la liturgia resulte demasiado protocolario. Un expediente que cumplir. O tal vez que, al no experimentar profundamente la tragedia de la muerte, se viva con sordina la alegría que conlleva la Resurrección.

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