El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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jueves, 16 de noviembre de 2017

El conflicto entre el Estado y Catalunya (I)

Observaciones previas

La cabecera de este blog se delata al anunciar que pretende reflexionar —entre otros— sobre los hechos que acontecen en derredor de su autor. No puedo negarme a emborronar unos párrafos sobre los acontecimientos que últimamente han acontecido en Cataluña. Aunque sé muy bien que el asunto enciende los ánimos y levanta pasiones.

Mi aportación consiste en ofrecer una especie de cápsulas superpuestas, obviando una sistematización rigurosa. Sería una quimera pretender decir todo cuanto el tema da de sí. Lo hago siendo consciente de que religión y política —más aún si mezclados— aumentan la explosividad del tema. Ahora bien, cuanto tiene que ver con los derechos de la persona tiene vasos comunicantes con el núcleo de la fe cristiana. Objetivos básicos del cristianismo son los de promover la paz, la libertad y el entendimiento entre la gente.

Es sencillamente un sofisma aquello de que no se debe mezclar religión y política. Aunque sólo sea porque pocas cosas escapan a la dimensión política. Lo que comemos y los impuestos que pagamos, por sólo poner un ejemplo, dependen plenamente de las decisiones de los gobernantes. Exhortaba el Papa actual el 30 de abril del año 2015: no tengáis miedo de meteros en las grandes discusiones, en la Política en mayúscula.

Determinar el propio futuro

Parece razonable que un pueblo pueda determinar su propio futuro. Y, en cambio, no tengo para nada razonable que sea el pueblo vecino quien deba darle permiso para quedarse o marchar de un determinado status político.

El papa Juan Pablo II, en el discurso en la ONU (5-X-1995), legitima este derecho fundamental cuando dice: Ni un estado, ni otra nación ni ninguna organización internacional, no tiene derecho a afirmar que una determinada nación no es digna de existir. Con algunos matices diversos documentos de la ONU caminan en la misma dirección. 



Se da por supuesto, por parte española, que organizar un referéndum sobre lo que desea el pueblo catalán es ilegal. Sin embargo, juristas de gran prestigio opinan que una tal prohibición no está escrita en parte alguna de la Constitución ni las leyes fundamentales.

En todo caso, bien se podría resolver el asunto si hubiera voluntad de hacerlo. Hace unos años, se reunieron los dos partidos más numerosos y en el lapso de unas pocas horas cambiaron un artículo de la Constitución. El asunto se refería a la capacidad de endeudamiento del Estado. Otros partidos minoritarios se enteraron del hecho una vez consumado. No debe ser tan intocable la Constitución. Por no sacar a flote aquello de que le asiste el derecho de una casa y un trabajo a todo ciudadano….

Buenos vecinos mejor que malos hermanos
Cataluña considera que se puede gobernar por sí misma. Es un hijo llegado a la mayoría de edad que se quiere emancipar y cree que le asiste todo el derecho. Por lo demás, toda una historia de siglos atestigua que las relaciones entre ambas partes a menudo se enrarecen. Ocurren conflictos con la lengua, agravios comparativos en la financiación, carencia de inversiones en comparación con otros lugares. Y el gobierno central acude a la querella ante muchas leyes procedentes de Catalunya. 

No es cosa de hoy lo que pasa. Basta con pronunciar algunos nombres como Primo de Rivera, Franco y el presidente Companys para que se acumulen inicuos e ignominiosos recuerdos en la mente de quienes conocen algo del paño. Añadamos a todo ello los recortes del Estatuto que aprobaron los parlamentos del Estado y de Catalunya para ser votados finalmente por el pueblo catalán. Unos recortes demandados por un partido político en el marco de una campaña hostil en la que también se pedía el boicot a los productos catalanes. 

Todos estos motivos empujan a pensar si no sería mejor ejercer como buenos vecinos en lugar de empeñarse en seguir viviendo como malos hermanos. 



Últimamente se ha llegado lejos en la represión del pueblo catalán. Prisión a los miembros del gobierno, utilización de los juzgados, un fiscal que amenaza a diestra y siniestra. Las Instituciones catalanas han sido incautadas y dirigidas desde fuera recibiendo un tratamiento menos respetuoso que el de una colonia. 

El gobierno del Estado siempre ha asegurado que no habría independencia. Pero al mismo tiempo se ha apresurado a facilitar el traslado de las empresas fuera del territorio catalán. ¿Cómo quedamos? ¿No se castiga así también a los que viven en Catalunya y no son partidarios de la secesión? Otro tanto cabría argumentar a propósito del corredor mediterráneo, subvencionado por Europa. Provocaría la hilaridad, si el asunto no fuera tan patético. ¿Por qué este empeño de derivarlo todo hacia el centro de la península? 

No es demasiado aventurado afirmar que detrás de estos hechos está la voluntad de una política de tierra quemada. Para que no se le ocurra a sus políticos resucitar el sentimiento de independencia en muchos años.

Entre legalidad y justicia

Mucho se ha hablado de la ilegalidad del referéndum y de todo el proceso. He hecho referencia a estudiosos de prestigio que no lo ven así. Sin embargo, supongamos que sí. Hay que gritar bien alto que la legalidad no equivale a la justicia. El esclavismo ha sido legal, así como el apartheid, por citar sólo unos botones de muestra. A la inversa, el aborto es legal, mientras que no es justo para numerosas conciencias.

Una cosa es la legalidad y otra bien diferente a la justicia. Y por si fuera poco no es ningún secreto que los mismos jueces hacen y deshacen de acuerdo a sus criterios, sentimientos y banderías. Hay quien manda a prisión preventiva por unos hechos que otros consideran merecedores de libertad condicional. 

La gente se escandaliza de ver políticos corruptos y partidos políticos corrompidos que siguen su ritmo tranquilamente. Quizás acabarán yendo a la cárcel algunos de sus miembros, pero pueden pasar años y años antes de que el día llegue. Se alega que la justicia es lenta, aunque cuando conviene acelera el paso de modo asombroso. Algunos jueces son capaces de citar, escuchar la declaración y mandar a la cárcel en cuestión de horas. Puede que se encuentren sutiles razones jurídicas para tales comportamientos, pero la gente de la calle —denlo por seguro— no lo entiende.


Surge la sospecha de que el gobierno del Estado desea humillar, arrasar, castigar. En la línea que rugía un numeroso grupo de ciudadanos al despedir a los policías que viajaban a Catalunya: ¡a por ellos! Abundan los corazones vengativos, más que los que buscan justicia. Por otra parte, se repite el comportamiento del Estado siglos atrás en relación a los pueblos de América del Sur. No se fue en son de paz. Sólo se marchó cuando fue echado de malos modos. Nada que se parezca a una especie de Commonwealth.

Los obispos de Cataluña caminan con pies de plomo al aludir al asunto de la independencia. Pero han pronunciado unas palabras, muchas veces repetidas, que son ilustrativas. El reconocimiento de una cultura específica catalana expresada, especialmente, en la lengua, se une al reconocimiento de la propia nacionalidad y al del derecho al autogobierno. Así lo escribieron los Obispos de Cataluña en 1985 en la carta pastoral Las raíces de Cataluña. Sí, Cataluña es una nación porque posee una lengua propia, una historia milenaria, unas costumbres y una tradición de fuertes raíces. ¿Qué más se requiere para constituirse en nación? (CONTINUARÁ)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es reconfortant llegir aquestes idees que ofereixen forces arguments. És molt cert que certes legalitats són injustes. I a mi m'interessa més la justícia que la legalitat. Es diuen les coses amb claredat, pero amb respecte. Confio que l'article tindrà continuïtat, tal com anuncia. Enhorabona.

Anónimo dijo...

Se ha colado un comentario "anonimo"cuyo titular es un afamado periodista que habla del conflicto catalán. . por favor que no salga a luz sin consentimiento del periodista cuyo nombre no figura pero se puede intuir.