El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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domingo, 10 de junio de 2018

Sin Biblia ni crucifijo


Los periódicos se apresuraron a dejar constancia de que la toma de posesión del jefe de gobierno del Estado español había prometido el cargo en una mesa sin Biblia ni crucifijo. Siguieron idéntico camino el resto de los ministros.


Unos lo celebraron y otros se escandalizaron. ¿Qué decir sobre el tema? Por una parte, sabe mal que un símbolo tan universal e incorporado en la cultura occidental resulte arrinconado. No sólo es cuestión de cultura. Jesús fue un hombre que dio la vida por tomar partido en favor de los humildes, los pobres, los sin voz. Fue un ser humano transparente, valiente, que apostó por construir una convivencia en la libertad y el amor.

Un crucifijo no hace ningún mal. Otra cosa es que se rastree la historia y se detecten numerosos actos de injusticia y de crueldad presididos por el crucifijo. Una presidencia contra la voluntad del crucificado. Una presidencia vilemnte forzada. En nombre de Jesús se han cometido muchas barbaridades, ciertamente. Pero no las cometió Él, sino hombres y mujeres que tuvieron la desfachatez de hablar en su nombre. Y quizás para sacar un provecho egoísta.

La Biblia y el crucifijo son símbolos universales de la fe cristiana. Ahora bien, enfoquemos también el aspecto positivo de la situación mencionada. En primer lugar, no se le puede reprochar al presidente ni a los ministros que actúen mal, dado que hemos convenido en que el Estado no es confesional.

En segundo lugar, pienso que el gesto contribuye grandemente a la clarificación y a la transparencia. Lo que interesa en un gobierno es que obre según justicia en sus decisiones y decretos. Recurrir a la Biblia y al crucifijo para tapar así multitud de corrupciones, indecencias y despotismos me parece de muy mal gusto. Se me antoja que es una manera de confundir a quienes tienen sentimientos religiosos y no gozan de muchas luces.

Años atrás sucedió una anécdota, que viene a cuento, en el Instituto al que pertenezco. Un encargado de la casa tenía necesidad de un cocinero. El hombre pedía consejo para acertar en la elección. En una ocasión le dijeron: el señor X es muy buena persona. Tiene una conciencia finísima y es de admirar su trato amable y respetuoso. Le respondió el encargado que le parecía muy bien el comportamiento de dicho señor, pero él iba en busca de un buen cocinero. Su buen hacer en la cocina era lo que le interesaba.

De un gobierno se espera justicia, imparcialidad, entereza y honestidad. Si no actúa de acuerdo con estos principios, la Biblia y el crucifijo sólo sirven para tapar el hedor de la corrupción, los favoritismos indecorosos y la manipulación. Quien tenga intención de actuar aviesamente, por favor, desembarace la mesa del juramento de todo símbolo religioso. Que cargue él sólo con las consecuencias de sus actos. No recurra a la hipocresía de unos símbolos para esconder su avidez y codicia.

Se me ocurre que ciertos procederes oscuros en realidad —y en sentido figurado— modifican la cruz y la convierten en una esvástica. Por lo demás, creo que en demasiadas ocasiones se pervierte la cruz erigiéndola en símbolo de poder y riqueza. Hay cruces de oro colgando en los cuellos de señoras ricas, vestidas a la última moda, que sirven como altavoz para proclamar la riqueza de la persona. Hay cruces de notable tamaño en las solapas de cardenales y obispos que tal vez hablan sin voz de lo poderoso que es su portador.

En los inicios del cristianismo el símbolo de la cruz apenas se usaba. Les avergonzaba a los creyentes un signo que recordaba la terrible muerte infligida a los criminales. El pudor les impedía pintar o esculpir la cruz en lugares públicos. Los seguidores de Jesús tardaron algunos siglos en digerir lo que significaba. Preferían el símbolo del pez o el del buen Pastor o la silueta del resucitado. En las catacumbas romanas no se hallan crucifijos ni crucificados.

La primera pintura de Jesús en la cruz corresponde a una blasfemia procedente del mundo pagano. La silueta de Jesús adopta la cabeza de un asno. ¡Qué disparate el de adorar a un Dios crucificado! Eso pretendía significar el dibujo.


¡Qué diferencia con nuestros tiempos! La cruz ha ido perdiendo aristas, se ha convertido en adorno o se solapa bajo el ansia de poder. Entonces ¿vale la pena mantener el crucifijo y la Biblia sobre la mesa del primer ministro y arriesgar que su proceder salpique dichos símbolos? A más de uno se le hará odioso el símbolo de la cruz y de la Biblia al contemplar el espectáculo de la corrupción que ofrece quien juró ante ellos.  

3 comentarios:

Unknown dijo...

En total acuerdo. La mayoría de los gobiernos corruptos se han atrevido a jurar usando este signo de entrega y de opciones en busca de la justicia y sin importarles la han utilizado sin vergüenza y pudor alguno.Para mi eso es una burla al Señor de la historia. Y tambien aptovecho para incluir a los mismos que se les acusa por corrupción y cargan la Biblia y crucifijo

Unknown dijo...

En total acuerdo. La mayoría de los gobiernos corruptos se han atrevido a jurar usando este signo de entrega y de opciones en busca de la justicia y sin importarles la han utilizado sin vergüenza y pudor alguno.Para mi eso es una burla al Señor de la historia. Y tambien aptovecho para incluir a los mismos que se les acusa por corrupción y cargan la Biblia y crucifijo

Unknown dijo...

Jo també hi estic d'acord. No cal fer servir símbols critians per comprometre's a un càrrc públic. I sobretot en un estat que es defineix com aconfessional. N'hi ha prou amb el compromís de la paraula donada. Digueu sí quan és sí i no quan és no, que va dir Jesús.