El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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domingo, 20 de diciembre de 2009

Un gozoso centenario


Se cumplen hoy, día 20 de diciembre, 100 años de la muerte del P. Joaquín Rosselló que puso en pie el Instituto al que pertenezco. Como homenaje a su persona y a su obra, y para algún amigo lector que esté menos al corriente del asunto, voy a resumir muy brevemente su biografía.

Hacia mitad del siglo XIX Mallorca era conocida como la isla de la calma. No eran imaginables las complejas condiciones de vida que, andando los años, originaría el turismo masivo. Los mallorquines andaban por entonces más bien huérfanos de inquietudes culturales, artísticas y religiosas. Joaquín Rosselló i Ferrá llenaría un notable hueco en las apatías espirituales de la isla.

El niño y adolescente Joaquim vivía prendado del silencio y la penumbra que le propiciaban una rica experiencia de Dios. Raros anhelos para un niño, aunque un anticipo de los caminos que andaría a lo largo de su vida. Ya adolescente, le costaba ponerle fin a la oración para iniciar los estudios. Pero sabía muy bien sus obligaciones. Por lo demás, alternaba sin mayores complicaciones la contemplación con la acción. Con facilidad se rodeaba de compañeros con los cuales profundizar experiencias de fe. De seminarista y de sacerdote mantendría la misma capacidad para congregar a los jóvenes y contagiarles sus afanes.

Como una piedrecita tallada para el muro, él estaba cortado a la medida del ministerio sacerdotal. Jamás dudó de su vocación. Y de labios del jesuita Trigueros recogió una frase que repetía con frecuencia: hay que prender fuego en los corazones. El camino hacia el sacerdocio presentaba escollos. Ante la escasez de medios económicos, trabajó en oficios manuales. Luego le ayudaron los protectores de su familia, los Gual de Torrella. Estudió como alumno externo del seminario. A los 25 años fue ordenado de presbítero.

Deseoso de irradiar la causa cristiana

A lo largo de su ministerio irradió con intensidad su fuego interior: cuaresmas, triduos, cuarenta horas… Toda circunstancia que le permitiera convencer y animar a sus contemporáneos la aprovechaba con avidez. Jamás rechazaba la invitación a subirse a un púlpito o dirigir la palabra a un grupo de fieles. Hasta la prensa del momento daba fe de sus correrías apostólicas.

El P. Joaquim Rosselló desdeñó las cruzadas integristas, tan propias de la época, prestas a incendiar la convivencia con mezclas explosivas de sentimientos religiosos y políticos. No era hombre de ideas avanzadas, ciertamente, pero tampoco se permitía pisar la raya de la cordura. Gustaba de predicar los versículos del magnificat: derriba a los poderosos de sus tronos. Atacaba la ceguera de los ricos. Su vivencia personal de la pobreza otorgaba la máxima credibilidad a las palabras que pronunciaba.

Tanto o más que en la predicación descolló el P. Joaquim en la dirección espiritual. Su porte reservado, pero amistoso, invitaba a la confianza y a la confidencia. Se dedicó en cuerpo y alma a esta misión, de modo particular entre presbíteros y seminaristas. Incontables fueron las horas que pasó en el confesionario, donde hacían cola laicos y clérigos para escuchar sus palabras firmes, a la vez que comprensivas. Jamás habría osado rebajar los principios, pero sí se comportaba con gran delicadeza en los modales.

Contemplativo sin reticencias

El P. Joaquim Rosselló andaba deseoso de contemplar las maravillas de Dios en la naturaleza, de saborear la gracia cristiana en el corazón y de rumiar los tesoros del patrimonio litúrgico. No menos ansiaba espacios para la oración mental y la reflexión distendida. Más de una vez pensó seriamente en ingresar a una Orden contemplativa. Por largos años se lo impidieron las atenciones que debía prodigar a su madre.

Una vez fallecida su progenitora decidió dar el paso. Sin embargo, el obispo contaba con él para la restauración del clero diocesano. Aconteció un firme forcejeo. El P. Joaquim se retiraría a la ermita -de gratos recuerdos lulianos- situada en la montaña de Sant Honorat (Mallorca). Allá gozaría de silencio y de paisajes adecuados para nutrir sus ansias contemplativas. A cambio se le encomendaba la renovación del clero a través de ejercicios espirituales, predicaciones y diálogos personalizados. E incluso tendría que bajar al llano para proseguir el ministerio de las misiones populares que tan a fondo conocía.

La empresa renovadora que se proponía el Obispo, Jacinto María Cervera, necesitaba de alguna institución como garantía de solidez y duración. A la postre el mismo P. Joaquim acabaría fundando una Congregación el 17 de agosto de 1890. Le otorgó el título de Misioneros de los Sagrados Corazones y una espiritualidad a la que había dedicado ya muchas energías en los años precedentes. Recordó entonces que su acompañante, Hno. Trigueros, le había vaticinado el acontecimiento.

Pero el gozo de la contemplación que invadía al reciente fundador se derrumbó en el pozo de la decepción cuando, antes de cumplirse el año, el obispo -hombre más impulsivo que planificador- contaba con el P. Rosselló para menesteres que consideraba de mayor urgencia. Ahora le instaba a dirigir el santuario de Lluc. Una institución de raíces ancestrales que había derivado en lugar de francachelas lejos de los ojos familiares. Había que reformar el lugar, a la vez que poner punto final a los desfalcos administrativos.

Tras diez largos años de priorato, el P. Rosselló tuvo que enfrentarse a la desamortización de los bienes del santuario lucano. Ello le turbó intensificando su diabetes y acelerando su muerte. Envejecido y apenado, tras escribir sus recuerdos biográficos y fundacionales, se retiró a la Casa de La Real. Murió apaciblemente el 20 de diciembre del año 1909. Sus restos fueron depositados en el cementerio de Palma y posteriormente trasladados a la Iglesia de los Sagrados Corazones de la misma ciudad. Una lápida rescata la expresión de Mossèn Alcover, personalidad diocesana de gran envergadura: El Siervo de Dios Joaquim Rosselló i Ferrá, columna y antorcha de la Iglesia de Mallorca.

En un próximo artículo -ya en el 2010- comentaré desde un punto de vista más personal su figura y su obra.


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