El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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jueves, 3 de junio de 2010

Sensibilizar en favor de África

En ocasiones la técnica le hace bullir a uno la sangre. En realidad, la mala gestión de la técnica. Tenía yo un artículo guardado para el blog desde hace unos días y cuando iba a colgarlo de la red… no lo encontré. Sólo hallé la página de la cual había recogido una cita. Había desechado la que merecía ser guardada.

Un error que arrastró consigo la decepción y me llevó a soltar algunas imprecaciones mentales sin destinatario fijo. No es la primera vez que me sucede, aunque menos que en años anteriores. Como gato escaldado, uno aprende de estos momentos que dejan amargo regusto en el paladar.

El tema del escrito extraviado lo ocasionó mi presencia en el Día de África celebrado en un barrio de Valencia llamado Nazaret. Fui en nombre de la Fundación Concordia, la ONG que lo organizó.

Es ya el sexto año que se lleva a cabo. Reúne a un buen grupito de gente con varios objetivos. Uno de ellos, no sé si el más interesante, pero sí el más sonante, el de captar fondos para levantar casitas en Kiziguro (Rwanda), donde los Misioneros SS. Corazones dirigimos una parroquia. Con un par de miles de dólares se logra que una familia viva decentemente y hasta se le ahorra tener que hacer muchos kilómetros diarios en busca de agua. Un cambio drástico en la vida familiar.

También la jornada se propone sensibilizar a la gente a favor de la causa africana. Cada vez cuesta más romper el círculo estrecho y mezquino que rodea al personal. Ir más allá de los electrodomésticos, las consolas del juego, la televisión, el fútbol, las salidas al restaurant y los amigos es toda una hazaña. Ampliar el círculo hasta llegar a África equivale a una auténtica epopeya. Pues algo de esto se consigue. Tanto a un nivel de personal representante de comisiones varias (ecologistas, sindicales, ciudadanas, eclesiales…) al que se reúne para hablar del asunto como a nivel de los asistentes en general a través de los mensajes que fluyen del micrófono.

En este punto bien cabe una llamada a la necesidad de ser críticos. Se ha organizado un verdadero alboroto mediático con la cuestión del preservativo en África. No quito ni pongo rey, pero aporto un solo dato: muere muchísima más gente de malaria que de Sida. ¿Por qué no se dice claro? Posiblemente porque así la prensa alimenta mejor el morbo y porque le resulta muy saludable al oportunismo ideológico. Aunque la malaria ocasione muchos más muertos.

África necesita que las farmacéuticas no retengan las patentes de los medicamentos, que no se vendan armas a los gobernantes sin escrúpulos, que no se aticen las diferencias étnicas con el fin de que la región hable inglés o francés, que se denuncien las corruptelas de los gobernantes… Seguramente luego le toque el turno al preservativo.

El Día de África lo organiza el Centre de Música i Dansa de Nazaret. Que es mucho más que música y danza. Trata de concientizar en causas solidarias y de integrar a los marginados y emigrantes del lugar. Ahora bien, proyectos de este cariz no surgen de la nada. Un compañero de Instituto, junto con otras personas, llevan años haciendo una labor sorda y humilde, pero constante y eficaz.

Las frutos de la tarea hecha son verificables. Ahora se puede anunciar una jornada a favor de África y la gente acude, las subvenciones llegan, los voluntarios dan un paso al frente. Se han ganado a pulso el crédito. Precisamente el Centre de Música i Dansa acaba de publicar un libro que cuenta las pequeñas historias de 25 años trabajando en pro de la integración de sus habitantes y a favor de las causas solidarias.

A decir verdad quedé saturado de los sonidos de tambores y de los ritmos africanos. Tamborradas y batukades abundaron y sobreabundaron a lo largo de un día y una noche. En el escenario los ritmos repetitivos y persistentes de los tam-tam africanos se sucedían sin descanso y sin piedad.

Acabo. He recuperado algo de lo que había escrito. Hasta me da la impresión que me ha salido más espontáneo y menos rígido. Algo de verdad debe contener, pues, el refrán aquel que suena así: no hay mal que por bien no venga.



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