El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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miércoles, 13 de octubre de 2010

Ivette: ¿un misterio de tinieblas o un misterio luminoso?

Recordada Ivette: hace días te escribí una carta que, siguiendo las pautas tácitas del blog, tuve que finalizar porque se extendía en demasía. Constataba entonces que hay quien da un portazo a la iglesia por motivos emotivos, por rechazo a algún representante de la misma. Pienso que es tu caso. Dices haberte topado con curas farsantes e interesados.
Podríamos dialogar indefinidamente acerca de que también hay curas desprendidos y ejemplares.  Pero ya aludí a este asunto en el anterior escrito. Sólo un dato más que normalmente no asoma en las páginas de los periódicos: más de 60.000 del medio millón de sacerdotes y religiosos que se mueven por el mundo, han dejado su tierra y su familia para atender a otros seres humanos, en principio desconocidos, en una leprosería, en hospitales, en campos de refugiados, en centros para enfermos de sida…
Argumentos emotivos
Sé que cuando uno ha recibido heridas profundas, difícilmente se deja convencer por este tipo de argumentos, por más que anden avalados por cifras contantes y sonantes. La emoción siempre le gana a la razón. De todos modos debo decirte que, no obstante cuanto puedas escuchar o leer, el sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. O mejor, los hay neuróticos y hasta psicópatas -doy fe- como los hay de una enorme finura espiritual. Pero hablando en general cabe decir que es un ser humano con el deseo de seguir los pasos de Jesús y servir a sus hermanos. No siempre lo consigue, es verdad. Pero dime de un colectivo -los políticos, los abogados, los cerrajeros, los maestros- que no tengan que reprocharse serios defectos.
En este punto no raramente hay quien se unce a una lógica que nada tiene de racional. ¿El cura me defraudó? Pues abandono la Iglesia y también la fe. ¿Aplicarías esta lógica a otras circunstancias similares? No creo que a quien le tocó en suerte un alcalde corrupto saque la conclusión de que debe marcharse de la población. En todo caso luchará para que sea el alcalde quien se largue.
Ivette: tú un día te entusiasmaste con las palabras y las obras del Jesús histórico. Del personaje antes de que lo empequeñecieran -hay quien habla de secuestro- los obsesos del dogma y el derecho. Con razón. Él ha tenido una  enorme influencia en la humanidad. Los monjes del desierto abandonaron la ciudad y sus bienes para meditar día tras día sus palabras. Los mártires quedaron deslumbrados de tal manera que, si no había otra alternativa, no dudaban en morir triturados por los dientes de los leones o acribillados por los fusiles de los milicianos. Cuatro compañeros de mi Instituto sufrieron esta suerte. Mucha gente anónima no hace trampas ni se corrompe porque han decidido seguir tras las huellas de Jesús.  
¿Fuera de la Iglesia?
Yo no conozco otro modo de seguir a Jesús que en la Iglesia, por muy mezquina que sea. Fue Él mismo quien se rodeó de amigos y discípulos y quien luego exhortó a todos a que vivieran en “asamblea”. Los primeros cristianos lo tenían claro cuando compartían los bienes y la oración. Otra cosa es que lograran en plenitud el objetivo. Numerosos fieles optaron, a lo largo de la historia, por marcharse de la Institución y comenzar algo mejor. Su “Iglesia” se disolvió al poco tiempo y no se libraron de los males que un día les empujaron a dar el portazo.   
La verdad, querida Ivette, es que el asunto de la fe no se dirime a fuerza de razonar. La razón tiene su parte, claro. El puro voluntarismo no tiene sentido ni fundamento. Pero  la razón sólo nos conduce hasta el umbral de la fe. Y aquí hay que dar un salto enorme para pasar por encima de los malos ejemplos, de las heridas emocionales y de las dificultades teóricas. Incluso pienso en ocasiones que previamente al itinerario de la fe, que pasa por la razón y el corazón, uno ya ha tomado partido. 
Tú personalmente tienes la mejor voluntad y has invertido mucho tiempo en favor del prójimo. Lo has hecho gratuitamente y por filantropía, quizás por caridad años atrás. No lo digo por ti, pero quiero aludir al tema porque encaja en este contexto. En la vida hay quien queda atrapado en las viscosidades del hedonismo, en las ansiedades de la ambición, en los vericuetos del sexo o en cualquier pantano con desembocadura en el vicio. Puedes dar por descontado que los tales no tienen ningún interés en la existencia de Dios y menos en unirse a una comunidad orante y seguidora de Jesús. Ahora bien, si en cuestiones de fe el corazón tiene tanto peso, puedes deducir la conclusión que sacarán.
Hay ateos por causa de la libertad. No logran compaginar su voluntad con la de un Ser supremo. Otros lo son por pura frivolidad. No se han tomado ni un minuto para reflexionar sobre el tema. Los hay por despecho. Algunos afirman su ateísmo tras concluir que Dios no es compatible con el mal. Y todavía quedan otros géneros y especies de ateísmo. Y todos ellos pueden aducir algún tipo de razones para sostener su postura.
Considero que mantienes la fe en Dios, a pesar del portazo y no obstante algunas expresiones en las que te referías a la ambigüedad de las creencias heredadas. Determinadas expresiones lo dejan entrever: deseas bendiciones a tus amigos y conocidos. ¿Bendiciones de quién? Quiero pensar que no se trata de meras frases brotadas por generación espontánea en el humus de la cultura.  
Pues bien, no olvides esta fe. Hace unos meses mucho se ha hablado, gracias al físico Hawking, que la energía puede surgir sin causa, de la nada, por generación espontánea. Ya que tienes un acusado sentido crítico, aplícalo al tema. De la nada, nada brota. No importa presumir de filósofo para firmar esta aseveración. No te dejes embrollar por quienes ya han decidido y no buscan sino agarrarse a cualquier clavo ardiente que haga plausible su opción.
De la nada, nada sale. Existe un dilema, al final de la cuestión. Unos aceptan que el mundo es incomprensible y que en el origen hay un misterio de azar, de tinieblas que nada explica. Otros creen que la incomprensibilidad del mundo encuentra su explicación en Dios. Al menos, en buena parte. Y también confiesan que se hallan ante el misterio, pero un misterio de luz. Confían en la vida porque hay quien la sostiene y nos muestra su rostro amistoso. Este rostro que luego hablará a los hombres a través de Jesús de Nazaret. No lo tienen todo claro, ni mucho menos. Siguen haciéndose preguntas. Pero confían en la vida y en quien la sostiene.
Querida Ivette: sigamos cada uno nuestro camino con honradez y grandeza de ánimo. Sin dar la culpa de nuestras decisiones a nadie de nuestro alrededor. Tú presumes de ser una mujer adulta y crítica. Lo eres. Los malos ejemplos no deberían cambiar tus convicciones profundas.
Con mis mejores deseos y con un sincero abrazo, Manuel Soler, msscc.

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