El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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viernes, 18 de marzo de 2011

Una Cuaresma bailable


Tal parece que la Cuaresma del 2011 va a tener mucho que ver con la danza. Llegó hace unos días un email a mi buzón electrónico con el siguiente título referido a un versículo del salmo: cambiaste mi luto en danza. Encabezaba un escrito cuyo autor era el reconocido teólogo benedictino y maestro Zen Willigis Jäger.
A los pocos días encontré de nuevo el artículo en varios blogs y en facebook. Empezaba con estas palabras: a mí la Cuaresma hoy, aquí y ahora, me suena a danza… Y terminaba con estas otras: La creación es la Danza de Dios.
El autor había dado en el clavo. El estilo se alejaba manifiestamente de las charlas, retiros y ejercicios convencionales de Cuaresma. Sí, la letra hablaba del poder, del tener, del aparentar… pero la música era muy diversa de lo que acostumbran a escuchar los oídos de los fieles cristianos.
Puestos a hablar de la danza, el título me bailaba en la cabeza y se tropezó en algún pliegue del cerebro con el mismo versículo del Salmo citado. Estaba allí alojado desde hacia varios años. Encabezaba en esta ocasión un artículo firmado por la conocida religiosa Dolores Aleixandre.
Incluía Aleixandre en sus páginas una poesía de Madeleine Delbrel que no tiene desperdicio. Me detengo un momento en esta mujer cuyo nombre es muy posible que les suene. Nació en una familia indiferente a la religión. A los 12 años eligió ser creyente. A los 15 hubo quien la convenció de abandonar todo tipo de religiosidad. Pero a los 20 decidió definitivamente abrir las puertas y ventanas de su alma a la fe.
Los escritos de Madeleine manifiestan finas dotes poéticas y una profunda vivencia mística. Lo que no le impidió vivir en el suburbio y dialogar con marxistas de pelo en pecho. Muchos la consideran una de las personalidades espirituales de mayor calado del siglo XX. Murió en pleno concilio Vaticano II. Su causa de beatificación yace -o quizás danza, a despecho de la Curia- en Roma.
Un “pas à deux”
Al remitente del email mencionado al inicio de este escrito se le antojaba que la vivencia de Dios del P. Joaquim Rosselló, el Fundador de la Congregación a la que pertenezco, encajaba muy bien con el fondo y la forma del articulista. Pues bien, dado que el P. Rosselló transita por el largo camino de la beatificación, a la par que Madeleine Debrel, imagino que ambos se habrán dado la mano al encontrarse y hasta quizás hayan intentado un pas à deux.
En honor a la verdad no consta que el P. Joaquim conociera paso de baile alguno ni que le interesara la danza. Más bien su porte y su biografía dan a entender que carecía de talento danzante y de talante bailarín. Pero es cierto que su espiritualidad no tenía parentesco alguno con la del ceño fruncido y que se movía con agilidad por los caminos luminosos que Dios le iba revelando.  
Los tiempos que le tocaron vivir al P. Rosselló eran muy recelosos respecto de la proximidad entre varón y mujer. El mismo se mostraba grandemente recatado en este asunto y no se permitía confianzas que ni de lejos pudieran derivar en amoríos. Pero en el más allá este tipo de cautelas ya no son necesarias. Y seguramente las carencias del acá en cuestión de canto y danza resultan plenamente colmadas.
Así pues, no habría que maravillarse si la pareja Joaquín y Madeleine cantan y danzan juntos allá arriba en el azulado firmamento. Y en los momentos de descanso quizás comentan la habilidad seductora de Dios que, gracias al cantabile del bosque, el presto de la tempestad y el adagio de la liturgia les marcaba ágilmente el paso de sus vidas.  
La danza del Espíritu
He aquí algunos versos extraídos de la poesía de Madeleine. Recréense en ellos y así, de seguro, la Cuaresma del 2011 no se les atragantará.
Para ser buen bailarín contigo
no es preciso saber adónde lleva el baile.
Hay que seguir,
ser alegre,
ser ligero y, sobre todo, no mostrarse rígido.
No pedir explicaciones de los pasos que te gusta dar.
Hay que ser como una prolongación ágil y viva de ti mismo
y recibir de ti la transmisión del ritmo de la orquesta.
No hay por qué querer avanzar a toda costa
sino aceptar el dar la vuelta,
ir de lado,
saber detenerse y deslizarse en vez de caminar.
Y esto no sería más que una serie de pasos estúpidos
si la música no formara una armonía.
Pero olvidamos la música de tu Espíritu
y hacemos de nuestra vida un ejercicio de gimnasia;
olvidamos que en tus brazos se danza,
que tu santa voluntad es de una inconcebible fantasía,
y que no hay monotonía ni aburrimiento
más que para las viejas almas
que hacen de inmóvil fondo
en el alegre baile de tu amor.
Haznos vivir nuestra vida,
no como un juego de ajedrez en el que todo se calcula,
no como un partido en el que todo es difícil,
no como un teorema que nos rompe la cabeza,
sino como una fiesta sin fin donde se renueva el encuentro contigo,
como un baile,
como una danza entre los brazos de tu gracia,
con la música universal del amor.
Señor, ven a invitarnos.

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