El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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viernes, 3 de febrero de 2012

Entre la incultura y la violencia


En Mallorca el nuevo gobierno ha modificado una ley que rebosaba sentido común. Decía que para acceder a la administración, es decir, para tratar con los ciudadanos de Baleares, era preciso entender –al menos de modo elemental- su lengua y expresarse en la misma: el catalán. Porque ésta, en su variante mallorquina, es el idioma que los nativos hablan desde hace 800 años. Me parece una norma de respeto elemental y de innegable cortesía. Así se evita cualquier sospecha de colonialismo o de dictadura. 

Pues bien, el nuevo gobierno de las Islas Baleares tiene el propósito firme de derogar esta ley. De nada sirven las protestas y alegaciones de ciudadanos y ayuntamientos. Tal como lo escuchan: ellos han decidido ir en contra de la lengua de su tierra, del idioma que mamaron desde niños. 

El castellano tiene un enorme poder de avasallamiento. La inmensa mayoría de medios de comunicación -radios, periódicos, revistas, televisiones- usan esta lengua. Y se da el caso de que un gobierno elegido para defender el patrimonio más valioso de un territorio da marcha atrás y dobla el espinazo ante otras instancias que ven con agrado una tal insolencia. Hecho inédito el que los encargados de velar por un territorio minusvaloren sus mejores activos. 

Los idiomas son enriquecedores

Personalmente nada tengo contra el castellano. Más aún, uso este idioma en el blog por cuanto pasé muchos años de docencia en tierras americanas y entre sus gentes se cuenta un buen número de lectores. Nada tengo en contra de ninguna lengua y he aprendido unas cuantas a lo largo de mi vida. No produce perjuicio alguno, sólo aporta beneficios.

Las lenguas se han conformado con los posos de generaciones que han depositado en ellas sus sentimientos y emociones, sus modos de actuar y de pensar. La lengua deviene la fibra más íntima y sensible de un pueblo. No da igual, no, expresarse en uno u otro idioma. Afirmar esto es pecar de lesa incultura. Los matices de la lengua que se succionó con la leche materna no se detectan en una lengua ajena.

A alguien le escuché decir que hablar en un idioma que no es el propio equivale a que el perro se ponga a maullar i el gato a ladrar. Puede que la comparación no sea del todo adecuada, pero tiene su gracia. Y es muy cierto que una expresión aprendida en la familia cuando niño, en el contexto del pueblo que le vio nacer, escuchada mil veces por los vecinos, nada tiene que ver con una expresión aprendida en los libros y posteriormente memorizada. 

Luego está el respeto que merecen las personas. Cuando estuve en Roma ni me rozó la mente la tentación de hablar otra lengua que no fuera el italiano. En Sto. Domingo hablaba el castellano y hasta me esforzaba por darle un acento caribeño. Y así los meses que de joven pasé en Francia y en Alemania. Me parecía totalmente incorrecto dejar de aprender el idioma que hablaba la gente del lugar. Mucho menos pretendía que hablaran el mío.

Sin embargo se encuentran por ahí personas que han vivido 50 o más años en Cataluña o Mallorca y jamás se han dignado pronunciar una palabra en el idioma del lugar. Uno cierra un ojo si es por incapacidad congénita o ignorancia invencible. Pero molesta mucho cuando es por desidia o, peor todavía, por mala voluntad. 

Y de pronto los gobernantes -hecho insólito, repito- le ponen todos los impedimentos a los ciudadanos catalanoparlantes para que usen su lengua, mientras les tienden puentes de plata para que irrumpan con una lengua ajena. 

La universalidad no consiste en vestir igual, cantar lo mismo, pensar de modo similar y hablar idéntica lengua. Muy al contrario, a esto se le llama uniformismo y tiene derivaciones con nombres todavía más feos, tales como dictadura, fascismo, totalitarismo…

Manifiesto a favor de la lengua vernácula

En defensa de estos principios un grupo de compañeros de Congregación en Mallorca hemos enviado a los medios de comunicación un manifiesto en defensa de la lengua autóctona. (http://dbalears.cat/actualitat/balears/manifest-dels-msscc-sobre-la-llengua-catalana-a-mallorca.html). Defendemos, por otra parte, lo que la Iglesia ha defendido siempre: que hay que hablar a los fieles en su lengua vernácula. Cuestión distinta es que luego se cumpla en todas las instancias.

Objetará más de uno que es preciso tener en cuenta a los inmigrantes. Totalmente de acuerdo. Precisamente dice el manifiesto citado, traducido al castellano: Nuestras experiencias personales como misioneros, en diversos continentes, nos han puesto al servicio de los inmigrantes de muchas procedencias y hemos aprendido que, cuanto antes el inmigrante se integra, tanto mejor puede ejercer sus derechos como persona y no mantenerse como convidado de segunda clase.

Acabo con otras líneas del manifiesto: Cualquier atentado en orden a imponer una lengua o cultura fuera de su territorio natural es fruto de una mentalidad violenta, aunque se revista con apariencias democráticas y suaves. 

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