El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

martes, 20 de noviembre de 2012

Inflación de misas


Se celebra el patrono de un colectivo y el cartel notifica que se celebrará una misa oficiada por X (de canónigo para arriba, normalmente) y le seguirá un “vino español”. Y así van de bracete las misas con los vinos. Muchos años llevamos con esta rutina. 

Tal parece que la misa hace las veces de comodín para un abanico de acontecimientos y celebraciones. Hay misas para todo. Para pedir lluvia y para dar gracias en el aniversario de una antigua victoria militar. Para sacar almas del purgatorio y para honrar al santo patrón. Misas en campamentos de adolescentes y misas con autoridades de cuerpo presente bajo un toldo protector.

Ha habido misas de sanación y misas de alabanza. Para el inicio y para el final de curso. Para honrar al Director del Colegio y para festejar al Fundador de la Congregación que lo dirige. Misas para cerrar compromisos matrimoniales seguidas de un enjundioso banquete y Misas para acompañar a la familia del difunto.

Hay también misas rocieras y criollas, en latín y en gregoriano. Misas tridentinas y renovadas. Misas privadas y misas pontificales con obispo incluido. Misas para recuperar la salud o para pedir una precisa gracia.

Antes del Concilio uno lamentaba también la excesiva abundancia y además se ruborizaba al contemplar el clima en que se celebraban. Había misas rezadas y cantadas, con diácono y subdiácono, para difuntos ricos y difuntos pobres. Misas de comunión general y otras sin comunión.

¿Misa o Eucaristía?

¿No habremos desvirtuado la herencia de Jesús de Nazaret que estaba muy lejos de pensar en una tal gama de misas cuando, en la última cena, rompió el pan y repartió el vino? La reunión dominical que ansiaban los primeros cristianos ha evolucionado con el tiempo en un self service de misas de todas las categorías y acomodadas a todas las circunstancias.  

Para mí que las misas/comodín ya no se identifican con la Eucaristía. Ésta se celebró en el clima de una despedida de amigos. Consistió en un ritual en el que el Maestro se entregaba a través del pan y del vino. Quienes participaban contenían la respiración en aquel momento solemne y emotivo.

Luego la misa se ha convertido en el recurso para rellenar fiestas, celebraciones y situaciones varias. Permite salir del paso sin forzar la imaginación. Sin embargo, en principio es un “memorial”. Ésa es la palabra técnica para hacer mención del recuerdo/actualización de la entrega que hizo Jesús de su cuerpo y sangre en un rito simbólico y de contenida emoción.  

Si los signos sagrados no ayudan a entrar, a través del simbolismo, en el mundo de las realidades invisibles, aquellos se quedan en gestos mágicos, en ritos incomprensibles. Constituyen una exhibición para liturgistas deseosos de protagonismo. En tales circunstancias el pueblo se metamorfosea en público y los agentes pastorales se convierten en actores. Entonces no suele hablarse de Memorial ni de Eucaristía, sino de misa. Dirán que son sinónimos. Quizás sí, pero a mí me suenan distintos…

 Ahora bien, para celebrar una fiesta popular o el nombramiento de un coronel o el onomástico de un Director de Colegio no son necesarias alforjas de tanta trascendencia. De otro modo se dispensa abusivamente lo que debiera dosificarse con esmero. La inflación degrada el objeto que la padece. Cuanto más abunda una realidad tanto menos se valora. 

Situaciones límite

Así llegamos a desnaturalizar incluso lo que el Concilio describió como fuente y cima del cristianismo. Un botón de muestra entresacado de los periódicos.

El cura de la parroquia de Xestoso, en el municipio coruñés de Monfero, admitió haber dado positivo en un control de alcoholemia de la Guardia Civil, aunque precisó que ello se debió al vino de misa ingerido tras haber oficiado varios actos religiosos. El párroco solicita a los responsables eclesiásticos que estudien soluciones al problema que se plantea a los sacerdotes que tienen que oficiar misas en distintas parroquias y para ello trasladarse en vehículo. El cura explicó que para atender a sus compromisos religiosos tiene que oficiar hasta seis misas en un solo día, lo que le obliga a recorrer en su vehículo unos 80 kilómetros.

Más allá de la situación trágico-cómica, ¿con qué devoción puede celebrarse la misa número seis de la serie en un mismo día? No es el momento de sugerir soluciones a este problema que clama al cielo. Porque la Eucaristía es fuente y cima de la comunidad eclesial, pero se imponen muchas condiciones menores antes de poder celebrarla… Aparquemos el tema, que no es el momento, como tampoco el de tratar la acusación generalizada del aburrimiento que generan las misas y volvamos al surco.

Estos párrafos pretenden hacer caer en la cuenta de que la misa se prodiga en exceso. Resultaría muy oportuno que se impusieran actos y/o paraliturgias alternativas que sustituyeran la misa cuando el ambiente en que ésta se celebra no se corresponde con su naturaleza. Mi tesis podría formularse así: la inflación de misas degrada -desvaloriza, si molesta el vocablo- esta celebración. Como la inflación de la moneda disminuye su valor. Recurramos, pues a ellas, cuando la situación y el clima lo requiera.

No soy el más indicado para elaborar una lista de actos alternativos a la misa dependiendo de la fiesta o la situación a celebrar. Simplemente se me ocurre que existen himnos y poesías para recitar, cánticos escogidos para la ocasión, lecturas bíblicas que pueden ser comentadas, símbolos elocuentes a desplegar… Hay que darle duro a la imaginación para no caer de bruces en la rutina.

No hay comentarios: