He visitado numerosos lugares a lo largo de mi vida. Pero recuerdo algunos de ellos de modo especial. Me han transportado, por así decirlo, a una dimensión sorprendente… mística…transcendente…inesperada… Difícil adjetivar lo indefinible. Los lugares los tengo muy presentes: la mezquita de Córdoba, el Palau de la música y Santa Maria del Mar en Barcelona, así como las montañas de Machu Pichu en Perú.
Las impresiones que causa Montserrat no son del mismo cariz porque aquí la experiencia no se centra en un espacio, sino en un abigarrado conjunto de eventos y de edificios. Los posos de la historia han ido depositándose en el lugar. Pero, sobre todo el camarín de la Virgen, algo en común tiene -a escala- con los espacios citados.
Pues bien, por unos días he dejado el Santuario de Lluc en Mallorca y, con ocasión de visitar a mis familiares en Navidad, he pasado unos días en Montserrat. Al fin y al cabo Lluc sigue la estela de este lugar emblemático en su identificación con la tierra y la lengua, en la calidad de las celebraciones litúrgicas, el interés por la cultura, la acogida a los peregrinos…
En esta montaña hay un monasterio cuidado por una numerosa comunidad de monjes, una escolanía de niños bulliciosos, varios restaurantes, habitaciones de distintas categorías. Una Iglesia visitada por miles de turistas procedentes de todas las nacionalidades. Un centro turístico de primer orden.
El nombre de Montserrat -monte serrado, en catalán- se asocia a unos macizos rocosos que originan paisajes poco habituales. ¿Qué calificativo se ajusta a las formas que exhibe la montaña? Para mí los adjetivos que mejor le cuadran son el de audaces e imponentes. En efecto, la montaña destaca por sus descomunales peñascos cónicos clavados firmemente en el suelo, alzándose en su verticalidad y se diría que desafiando la pesadez y la rutina de tantos otros paisajes.
Montserrat es un abigarrado conjunto de instituciones. Hay que ir paso a paso para enterarse de lo que ofrece este fabuloso escaparate.
Escolanía de voces bien educadas
He sido miembro de la coral del santuario de Lluc cuando era de voces mixtas en mi etapa de estudiante de filosofía. Viví muy cerca de la Escolanía recién ordenado de sacerdote cuando di clases a los niños. He regresado ahora para atender a los peregrinos cuando en teoría estoy jubilado. Sé que no resulta nada fácil mantener unas docenas de voces afinadas y en forma. Hay que sostener la atención de los pequeños y se hace preciso alargar las horas de ensayo.
El espectador con una educación musical mediana goza al escuchar los cánticos de la escolanía. Si tiene desarrolladas las papilas musicales es posible que la escucha le abra una ventana a la trascendencia. Sin embargo los niños –que también tocan instrumentos- no dejan de ser niños juguetones y las hormonas han iniciado su ebullición en algunos de ellos. En Montserrat sólo hay niños. Dicen que el timbre musical cambia al incorporar a niñas. Puede ser, pero en Lluc también cantan un grupo de ellas. Entre otros motivos porque se dificulta tener los cantores precisos procedentes únicamente del género masculino como sucedía años atrás.
La Escolanía de Montserrat es, si no el coro más antiguo de niños cantores, sí uno de ellos. Hay quien lo remite al siglo XII. En todo caso hay documentos del s. XIV que acreditan su existencia. Los muchachos participan en las celebraciones litúrgicas y las plegarias que tienen lugar en la Basílica. Los escolanes reciben una formación musical de alto nivel y no queda atrás la educación humana y la intelectual. No raramente se les solicita para conciertos a lo largo y ancho del mundo. You tube da razón de su larguísimo repertorio.
Monjes cultos que oran y trabajan
Los monjes benedictinos que pueblan el lugar -unos 60- tienen encomendada la tarea de que el monasterio y el santuario resulten el escenario óptimo para el encuentro con Dios, la oración, el retiro, la dirección espiritual. Por supuesto que los miembros de la comunidad, como todos los monjes, tienen muy presente la vida de oración, la acogida a los peregrinos y el trabajo manual o intelectual. Ora et labora es el lema que ya echó a andar S. Benito. El tiempo se aprovecha. Los monjes miraban el reloj de sol y miran ahora el de pulsera.
Por supuesto, entre los miembros de la comunidad se encuentran intelectuales de primera línea, particularmente profesores y escritores. Es ya inacabable la lista de publicaciones de la Abadía. A mí personalmente me editaron el libro Aproximació al misteri de Déu allá por los años ’80. Hay monjes de mucho prestigio: el mallorquín J. Massot, especialista en la guerra civil, H. Raguer que sabe de salmos, de historia y de periodismo. Lluís Duch es un sabio sólido y macizo que escribe sobre temas enrevesados de antropología.
Los monjes alaban a Dios y cultivan el silencio, pero también llevan cabo diversas tareas de carácter pastoral, cultural e intelectual: preparación para determinados sacramentos, recepción de grupos, conferencias, celebraciones litúrgicas, confesiones, dirección espiritual, clases, investigaciones, escritos, estudios bíblicos y litúrgicos, edición de revistas, etc. Por supuesto, también andan atentos al buen funcionamiento del monasterio y del santuario y para ello no rehúyen trabajos materiales y artesanales.
La liturgia marca el ritmo diario de la jornada monástica. Cinco veces al día se reúne la comunidad con este fin. La Eucaristía constituye el momento central de la jornada en el Monasterio y en el Santuario. Muchos peregrinos toman parte en las liturgias monacales.
Mi propósito era hablar del Montserrat espiritual donde algunos ilustres peregrinos, como S. Ignacio de Loyola, experimentaron fuertes conmociones espirituales. Del Montserrat que venera una Virgen negra, cuya imagen besan miles de peregrinos diariamente, una imagen con mucha leyenda sobre sus espaldas.
También quería escribir unos párrafos sobre el Montserrat corazón del catalanismo y finalmente acerca de la montaña mágica de la cual han brotado relatos de todo tipo. Relatos de energías misteriosas, de las visitas de Leonardo Da Vinci, de búsquedas del grial por parte de los nazis… Está claro que deberé dejar estos propósitos para sucesivas entradas.
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