El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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miércoles, 13 de marzo de 2013

Riesgo de papolatría


Existe el curioso fenómeno de que a los personajes encumbrados -en la política, la economía, el deporte…- se los trata con la mayor consideración y respeto. Incluso quien viste mejor suele recibir mayores cortesías. Con frecuencia las instituciones disponen de una especie de almacén de títulos y protocolos reservados a los personajes que desempeñan cargos más elevados.

Este párrafo viene a cuento por la resonancia mediática que ha provocado la renuncia de Benedicto XVI y el anuncio de elección de un nuevo Papa. Existe el peligro muy real de caer en una especie de papolatría. La extraña palabra significa “adoración al Papa”. La teología dice muy claro que sólo existe un culto de latría: el dirigido a Dios. Pero en la práctica se conceden tales atenciones y se prodigan tales títulos al Papa que el fantasma de la sospecha acude a la cita.   
Recuerdo haber ojeado las primeras páginas del Anuario Pontificio y contar hasta 15 títulos con los que designar al Obispo de Roma. No achaco a los Papas el deseo de sobresalir y endiosarse a base de títulos y protocolos. Más allá de su voluntad personal existe una maquinaria  engrasada a base de servilismo capaz de poner en pie los más sorprendentes procedimientos.     

Cuentan los Hechos que Pedro, el primer Papa, levantó al centurión romano Cornelio que le agasajaba en exceso y le dijo: levántate que yo también soy un hombre. Pero de seguro existe algún gene que nos inclina al culto del soberano. Se encuentra en todos los campos y no se exceptúan las diversas religiones. El Faraón recibía un trato divino, como también lo prodigaba la religión de Babilonia, Asiria y Roma.

Títulos, vestimentas, protocolos

Desde Constantino se implantó en el cristianismo el culto al soberano y con el tiempo prosperó sin trabas. Al Papa se le llama “Santidad” cuando nadie es santo sino Dios, leemos en la Biblia. Se le llama infalible, cuando sólo la Iglesia -a través de las palabras del Papa que habla en su nombre- está exenta de error en cosas esenciales y en contadísimos pronunciamientos.

El protocolo exige que las altas autoridades y cualquier persona se incline o arrodille ante el Papa. El Dictatus Papae (1075) de Gregorio VII, afirma entre otras lindezas, sin ruborizarse, que sólo al Papa todos los príncipes deben besar los pies.

Dicho sea de paso, a lo largo del primer milenio quienes elegían al Papa, o mejor dicho al Obispo de Roma, era el clero romano. Dicho Obispo se consideró árbitro de la entera cristiandad cuando las discusiones no podían ser solucionadas entre los adversarios. Luego, con los cónclaves, vinieron las presiones políticas, aparecieron los cardenales (que en un principio no eran lo que son hoy día), se dieron sórdidas rivalidades, acontecieron cismas por causa de las disputas en la elección, etc.

Todo fue ocasionado por la acumulación de poder. El Renacimiento elevó al máximo la cuota de honores personales y, con ellos, de la corrupción.

Volviendo al peligro de la papolatría digamos que las masas desean tener una referencia de poder global que los represente. Todo grupo humano quiere un Rey, un General, un líder, un Papa. Ya el A. Testamento relata el empeño de poner un rey a la cabeza del país, no obstante las advertencias del Profeta de que abusaría y humillaría al pueblo. A este líder se le aclama y vitorea. Para verle se hacen miles de kilómetros. El líder, por su parte, no suele hacerle ascos a los vítores y aplausos. Más bien se habitúa rápidamente a la viscosidad del poder. 

Aparatosidad contraproducente
De acuerdo a esta lógica lo que el Papa hace siempre es lo mejor y no se escatiman elogios a sus decisiones. Juan Pablo II no renunció, no obstante su lamentable estado de salud, a la silla de Pedro. Muchos de los que se deshicieron en elogios entonces, ahora los dirigen a Benedicto XVI por su valentía y humildad en renunciar. ¡Un poco de coherencia, por favor!  

La exaltación mediática de los viajes, como también de los encuentros papales con los jóvenes no es saludable para la Iglesia de Dios. Este tipo de espectáculos olvida el guión original del evangelio. La fe y el sentimiento creyente jamás lograrán sustituirlos los escenarios grandiosos, el colorido del vestuario en los desfiles cardenalicios, la presencia de los poderosos de las naciones, los miles de personas que gritan, cantan, ríen y lloran. 

El entorno del Papa no debiera blandir símbolos de poder ni de mundana dignidad. Si el medio es el mensaje, como dijo el sabio de las comunicaciones, entonces el mensaje opaca las actitudes de Jesús que se anonadó hasta la muerte y muerte de cruz. Escribió González Faus hace unos días que  habría que suprimir a los llamados “príncipes de la Iglesia”, título casi blasfemo para una institución que se funda en Jesús como su piedra angular. No menos malentendidos ocasiona el título de Jefe de Estado atribuido al Papa. Condiciona sus gestos y palabras, obliga a unos fastos y boatos en absoluto ejemplares.

Nada más lejos de mi intención que una crítica ofensiva o destructiva hacia el papado y su modo de actuar. Simplemente, desearía un comportamiento más sencillo y evangélicamente atractivo. Me siento Iglesia, no faltaría más, y a ella he dedicado la vida. Precisamente por este motivo no puedo echar mano del conformismo ni la inercia. 

No ama más a la Iglesia quien calla sus defectos, sino quien arrima el hombro para superarlos aun a riesgo de recibir algún baculazo. Son numerosos los santos que han hablado y actuado en esta línea. El presente escrito trata de aportar un granito de arena a la opinión pública creyente con el fin de que un día sea mayoritaria y repudie tanta aparatosidad. 

Acabo. Difícilmente puede sostenerse que el Espíritu ejerce una especial intervención en la elección del Papa. La promesa evangélica simplemente afirma que el mal no podrá destruir a la Iglesia. Y en ocasiones, no precisamente gracias al comportamiento ejemplar de sus hijos más encumbrados, sino a pesar del mismo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

LO EXTERNO NO ES LO QUE IMPORTA.LO QUE VALE ES EL INTERIOR DEL HOMBRE.UNO PUEDE IR VESTIDO DE ORO Y SEDA Y SER HUMILDE Y PUEDE ESTAR CON HARAPOS Y SU CORAZON SER SOBERBIO.NO ES LO DE AFUERA LO QUE CONTAMINA SINO LO QUE HAY EN EL CORAZON DEL HOMBRE.CIERTA VEZ ALGUIEN CRITICABA A UN PAPA PORQUE VIVIA EN UN PALACIO.Y UNA PERSONA LE DIJO TU ESTAS MAS APEGADO A LO POCO QUE TENES QUE EL SANTO PADRE A
TODO LO QUE LO RODEA.

Manuel Soler Palá, msscc dijo...

Así en pura teoría hasta podría ser verdad que imporrta la humildad interior. Pero cuando uno de verdad está desapegado de las riquezas fácilmente las comparte con quien necesita de ellas. Por lo demás, el sabio McLuhan dijo que "el medio es el mensaje". ¿Se puede predicar la austeridad y el peligro de la riqueza (como Jesús hacía), rodeado de fasto y boato? Mucho me temo que no. - Gracia spor el comentario.

Luis Madrigal Tascón dijo...

Creo, querido Padre Soler, que comparto esencialmente su punto de vista. También (con la misma puntualización que usted formula en su réplica a este señor Anónimo), entiendo que él tiene razón, porque ya sabemos que, casi todo lo verdaderamente malo, no entra de fuera sino que sale de dentro. A mi me parece, con la mayor prudencia, que tal vez simplemente es una cuestión de “estilo”, y el estilo es cosa nada desdeñable, porque -entendiendo que esto también puede afectar a la actitud y eficacia pastoral del Papa- ya desde la misma Retórica de Cicerón (el "stylus seus genus dicendi") sin duda puede producir percepciones, si no racionales, sí con toda certeza emocionales, de las que se alojan en el corazón, lo que espero le gustará mucho al Padre Soler. Y tanto tanto, llega a poder ser el “estilo”, que éste alcanza en el siglo XVIII, con Buffon, un sentido verdaderamente propio y transcendente, tras su famosa y lacónica frase: “El estilo es el hombre”. Muchos saludos, Padre Soler, de todos sus amigos de Madrid y míos propios. También a usted Sr. "Anónimo". Debo decirle que no me gustan demasiado los anónimos, pero me parece que es usted argentino y esto lo compensa. Y en estos momentos, mucho más. Un abrazo a los dos. Luis Madrigal.-

Manuel Soler Palá, msscc dijo...

Amigo Luís: me complace recibir este comentario. Recuerdo alguna de las reuniones en que coincidimos en Madrid y siempre sacaba "cosas nuevas y viejas" de su baúl cultural. De su cultura hablan con elocuencia los post publicados en el blog.
Pienso que en ocaisones se queiren defender cosas poco defendibles. El artículo lo escribí horas antes de que el Papa saliera elegido (como puede comprobarse). Del Papa actual estoy más que satisfecho con sus signos. Dios quiera que sigan y se conviertan en actuaciones operativas. Considero que las virtudes interiores necesariamente en algún momento deben florecer. "Por sus frutos los conoceréis". Mucho boato y mucho fasto quizás puedan convivir con una gran pobreza interior, pero una tal situación no deja de levantar interrogantes. Un muy afectusoso saludo a los del COP, incluido el P. Cándido.