Existe un
vínculo invisible y apenas descriptible que une, acerca, enlaza unas personas
con otras en un clima de sinceridad y confianza. Las hace sentir acompañadas,
seguras, comprendidas, valoradas. Llamémosle amor, afecto o amistad. Los tales
han alcanzado una cierta madurez si logran mantener los vínculos lejos de toda
dependencia o insana servidumbre. El riesgo de que los sutiles lazos del afecto
se transformen en cadenas nada tiene de ilusorio. Que el amante/amigo trate de subyugar o avasallar al otro es un riesgo muy real.
El amor,
el afecto y la amistad pueden cargarnos sobre su grupa y conducirnos por el
camino que desemboca en la felicidad. Pero también pueden entenderse mal y
manejarse peor. Entonces nos transportan hasta las puertas del infierno. En tal
caso acabaría teniendo razón la famosa y lapidaria sentencia de Sartre: el infierno son los otros.
Riesgos antes desconocidos
¿Varían
estas situaciones en tiempos en que los correos electrónicos y las redes
sociales parecen invadir todos los espacios? Por de pronto sí es verdad que en
los tiempos tecnológicos que atravesamos los afectos se expresan con matices
novedosos al viajar por el espacio cibernético y hacen su aparición riesgos
anteriormente desconocidos.
El deseo
un tanto enfermizo de poseer al otro, absorberlo y controlarlo –a saber, el
vicio conocido como “los celos”- convierte el vínculo en grillete. Entonces los
ojos dejan de tener la función de proyectar el alma para convertirse en cámaras
de vigilancia. La sospecha se cierne sobre cualquier gesto o palabra.
Entonces,
en el ámbito de la tecnología de la comunicación, tan presente en la vida
cotidiana, las suspicacias buscan maneras de esclarecer la duda. El individuo
corroído por la sospecha o afectado por la vana quimera trata de clarificar la
situación rastreando las huellas que la maquinaria de los aparatos dejó en sus
entrañas.
No es
nueva la afirmación de que vivimos en una sociedad parecida a la que describió
la novela de G. Orwell –de título 1984- en la que se detiene describiendo la
labor del “Gran Hermano”. En la misma todos los ciudadanos se hallan
controlados por multitud de cámaras y micrófonos. Ni siquiera las alcobas de
las casas logran escabullirse del ojo del Gran Hermano.
La
profecía se ha cumplido con creces. Las calles y los edificios públicos están repletas
de cámaras para garantizar nuestra seguridad, según dicen. Potentísimos
ordenadores registran todo cuanto hace el ciudadano con el fin -siguen
diciendo- de que el acontecer de la sociedad no se vea perturbado. El hecho es
que estos datos sirven para intereses políticos más o menos encubiertos y para husmear
en las economías ajenas particularmente.
Los ordenadores de familiares y amigos
El asunto
deviene más odioso cuando son los familiares y amigos quienes tratan de espiarle
a uno ojeando los correos electrónicos, colándose en el perfil de la red social
que maneja o hurgando en los mensajes breves de su móvil. O quizás rebuscando
en el historial de internet o en las descargas efectuadas a través del aparato.
De todo ello queda huella, de manera que de todo ello hay quien trata de
aprovecharse.
La
persistente tentación de dominar al otro a fin de garantizarse una compañía o
amistad a la propia medida está destinada al fracaso. La única relación válida
en el amor y la amistad es la que destila confianza. El control y el chantaje
sólo dan pie a que el otro ponga en marcha alguna estrategia de huida o de
simulación. El resultado, la mentira, la infelicidad en ambos interlocutores.
Inútil
tratar de retener al amigo o al amado/a. Si el afecto de ambos es sincero el
otro permanecerá a mi lado. Si alguno de los dos no es auténtico en su amor,
entonces, aunque esté ahí, en realidad ya se ha ido. Existe una chocante teoría
según la cual los celos serían prueba del amor que late tras ellos. Cabría
rebatirla con una frase del ilustre Cervantes: “Si los celos son señales de
amor, es como la calentura en el hombre enfermo, que el tenerla es señal de
tener vida, pero vida enferma y mal dispuesta.”
2 comentarios:
Por desgracia hay demasiada gente y va en aumento.Son personas espiritualmente vacías y necesitn el Yo del otro para llenarse.poseer y poseer este es el lema Lo pasas de calentura si tropiezas con una de ellas o peor aún si forman parte de tu familia . En el film El Árbol De La Vida hay una referencia a este fenómeno
Por desgracia hay demasiada gente y va en aumento.Son personas espiritualmente vacías y necesitn el Yo del otro para llenarse.poseer y poseer este es el lema Lo pasas de calentura si tropiezas con una de ellas o peor aún si forman parte de tu familia . En el film El Árbol De La Vida hay una referencia a este fenómeno
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