El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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domingo, 20 de octubre de 2013

A vueltas con la guerra civil


El próximo jueves tengo que dar una charla en la catedral de Mallorca. Forma parte de un ciclo de conferencias con motivo del año de la fe. Se enfoca desde el sentir de la isla. Mi tema es el de los mártires del Coll (Barcelona) que dieron testimonio de su fe en los primeros días de la guerra civil del 1936. La mayoría de los ajusticiados procedían de Mallorca.

Precisamente con las beatificaciones masivas celebradas en Tarragona el fuego se ha atizado nuevamente y numerosos escritos destilan fuerte irritación. Unos han lamentado que se perdiera otra oportunidad de pedir perdón, de reconocer errores y de beneficiarse, por tanto, de los efectos sanadores del perdón.

Los más polarizados a la izquierda han clamado que se trataba de un acto politizado, a favor de una Iglesia franquista, insensible al clamor de los pobres, hoy como hace 77 años. Una Iglesia que sólo honra a los muertos de un bando y cubre con un manto de silencio, si no de desprecio, a los del otro. 

Una espiral sin fin

No creo que sea conveniente espolear la escalada. El terreno se presta a echar en cara aquello de “y tú más”, con lo cual la espiral se agiganta. Una y otra vez se apela al agravio comparativo. Sólo voy a tratar de puntualizar algunos extremos.

1. Los muertos de la guerra civil tienen que ser vistos en el contexto de una historia visceralmente tensa, injusta y compleja. Acercarse al acontecimiento desde un punto de vista anecdótico y contabilizando los muertos de uno u otro bando difícilmente hará justicia a lo acontecido en la incivil explosión de violencia del año 36.

2. El contexto es que existió maltrato y agresiones a la Iglesia por parte de amplios sectores. Pero no puede silenciarse que estos sectores consideraban que la Iglesia/jerarquía (no les importó gran cosa la distinción) se hizo cómplice de un sistema político y social que explotaba y reprimía a las clases populares. Alguna responsabilidad tuvieron en la crispación que desembocó en el conflicto bélico. 

3. Posteriormente la jerarquía de más peso en la Iglesia española se decantó por el levantamiento franquista. La carta pastoral sugerida por el mismo Franco al Cardenal Gomá no dejaba lugar a dudas de la postura asumida por la mayoría de obispos, aunque con algunas honrosas excepciones. El escrito estaba destinado a contrarrestar la condena de amplios sectores del catolicismo europeo y americano. 

4. Dicho esto no debiera cuestionarse la inocencia de la inmensa mayoría de los sacerdotes, religiosos y laicos asesinados por los milicianos. Ellos estaban al margen de intrigas y complots. Vivían embebidos en sus estudios, en su catequesis y en la administración de sacramentos. Su día a día transcurría con sencillez y fe viva. Si algo se les puede echar en cara es que su fe era un tanto ingenua.

Presbíteros y católicos asesinados por tropas franquistas

5. Es cierto que los presbíteros asesinados por las tropas franquistas no han gozado de gran resonancia. Hubo curas vascos ajusticiados por estar implicados en la cultura del país sin que ni de lejos renegaran d su fe. Otros personajes, como Carlos Cardó, fue un intelectual catalanista y promotor de un cristianismo social. Fue perseguido por ambos bandos. 

6. En Mallorca está el caso del cura Jeroni Alomar Poquet que fue fusilado por ayudar a escapar a algunos republicanos a Menorca donde todavía no dominaba el franquismo. Se trata de un caso en el que sí se puede hablar de martirio porque fue su fe cristiana la que le inspiraba la caridad con que trataba de salvar la vida de sus prójimos. 

6. También es cierto que, excepto el cura Poquet, la mayoría de estos sacerdotes y laicos no murieron directamente por su fidelidad a la fe, sino por otras causas, aunque muy nobles. Sin embargo, la Iglesia beatifica a quienes murieron a causa de su fe. 

7. Posiblemente fuera conveniente una petición de perdón relativa a la actitud de la Iglesia en la guerra civil y que la hiciera la Conferencia Episcopal. Nunca está de más el perdón. Pero también hay que decir que se pidió en la Asamblea conjunta ya en los años 60, aunque no llegó al tercio requerido para su aprobación oficial. Desde entonces numerosos personajes representativos han apelado al perdón y la reconciliación. En la reciente beatificación de Tarragona también ha habido referencias al perdón. Juan Pablo II pidió perdón por los pecados de la Iglesia. 

8. Tenemos todo el derecho de honrar y venerar a unos mártires que murieron por su fe, a veces perdonando explícitamente a sus verdugos. No nos avergonzamos de homenajear a quienes dieron la vida en la prueba del mayor amor. Ellos murieron por odio a una forma de ser Iglesia que ellos no representaban. Pagaron por unas responsabilidades que no eran suyas.

1 comentario:

Luis Madrigal Tascón dijo...

Querido Padre Soler: En general, tiene usted mucha razón en lo que dice. Siempre he pensado que esa maldita guerra (como todas, pero esta de 1936 de un modo especial) nos ha hecho a todos mucho daño y que es necesario, de una vez olvidarse de ella, abrazar al que hasta ahora ha venido sosteniendo, y no siempre pacíficamente, posiciones y actitudes contrarias a las del otro. Porque sólo así podremos caminar en paz. Un fuerte abrazo, Padre Soler. Luis Madrigal.-