El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

sábado, 24 de octubre de 2015

Encuentro de Santuarios en Guadalupe

Cada dos años todos los santuarios de España son convocados para un encuentro de intercambio de experiencias y profundización académica entorno de lo que sucede en los santuarios. Por supuesto que en la cita sólo asiste una pequeña minoría, pero normalmente se trata de los santuarios de mayor proyección. Yo estuve representando el de Lluc (Mallorca).


Introducción y escenario
El encuentro lo organizó el Departamento de Santuarios, Peregrinaciones y Piedad popular, de la Conferencia Episcopal Española. Asistieron unas 70 personas. Nos visitaron unos cinco obispos a lo largo de los tres días. Se desarrolló desde el 30 de septiembre al primero de octubre. El lema era: muéstranos a Jesús.

Tuvimos como escenario el santuario y monasterio de Guadalupe, de inicios legendarios, como sucede con frecuencia con los santuarios y las imágenes que alojan. La talla va vestida, como era costumbre siglos atrás, pero también porque se encuentra en un estado deplorable, según explicaba el Prior franciscano del monasterio. El lugar tiene mucha historia debido a que lo frecuentaron los antiguos reyes de Castilla y el descubridor de las Américas.

No me propongo hacer una relación de lo que vimos y escuchamos, sino simplemente reproducir unas notas telegráficas de lo que me pareció más interesante. La primera ponencia la dictó el obispo auxiliar de Barcelona y presidente de la Comisión de Pastoral de la CEE, en la que se cobija la pastoral de los santuarios.

El título de la ponencia: el rostro de Jesús presente en los escritos del Francisco. Hacía alusión a un rostro alegre que nos contagia la alegría. Pero nuestro corazón puede sucumbir a la tristeza si se cierra y no deja entrar a los demás. Remitía al rostro de una Iglesia en salida. Tenemos que dejar atrás la propia comodidad, como Abraham y Moisés. Debemos caminar hacia las periferias existenciales. Finalmente abundaba sobre el rostro de la misericordia. La misericordia triunfa del juicio. El poder de Dios se muestra ejerciendo la misericordia (S. Tomás y la liturgia).

Experiencias: una pastoral desde el corazón
Lo que se espera del santuario es que sepa acoger. Ahí tiene su misión principal. A diferencia de la parroquia otorga más relieve al misterio, acentúa el papel de la naturaleza, la relación de fraternidad entre las personas, la comunión con los antepasados, la identificación con una misma cultura...

El ambiente del santuario es más anónimo y mucha gente hoy en día necesita liberarse de las miradas poco amistosas del prójimo. Todo el mundo tiene cabida: el extranjero, el inmigrante, el refugiado, el visitante casual...

A menudo el peregrino es hostil a la Iglesia y a la parroquia. El Santuario puede reconciliarle y por ello està obligado a abrir las puertas físicas, como también las figurades. El peregrino vive momentos de preocupación, sufrimiento, gozo o agradecimiento, lo cual le hace proclive a la confidencia. Conviene escucharlo. La espiritualidad de quienes están al frente del santuario se llama acogida.

Acogida en los aspectos materiales: instalaciones, materiales litúrgicos, audiovisuales... Además conviene planificar las actividades y pedir opiniones al respecto. Por eso es necesario que la responsabilidad sea compartida, que haya un grupo de pastoral eficiente.

Un proyecto social en Arantzazu
El Rector de este lugar explicaba que querían ir más allá de los actos convencionales en el clima de crisis en que se encontraba la Sociedad. Deseaban comulgar con los que más sufren, imitar a S. Francisco de Asís aportando un poco de alegría a los más pobres. No en vano pertenecen a la Orden franciscana.

Acordaron brindar una estancia de tres días en el monasterio, todo pagado. Se les ofrecían visitas guiadas a diferentes lugares: el parque, el centro de interpretación... les sugerían talleres de música o pintura, visitas al museo...

Los invitados gozaban siempre de plena libertad para escoger las actividades que más les complacieran. No se les exigía ningún gesto de carácter religioso. La invitación estaba abierta a cualquier religión. Los grupos escogidos elegían según peticiones y posibilidades: síndrome down, discapacitados físicos o psíquicos...

Las atenciones se tenían a través de los voluntarios. Mucha gente ha quedado agradecida y también admirada de tales iniciativas. Han servido para concientizar a voluntarios, a gente de dentro y de fuera.

De la financiación los proyectos se ocupa el Gobierno vasco al cual se le presentaban previamente. También ayudaban las campañas realizadas entre los feligreses durante la cuaresma.

¿Qué podemos hacer en el año del jubileo de la misericordia?
· Crear una atmósfera religiosa, cautivar el peregrino remitiendo a la atmosfera misteriosa del lugar (sobre todo si tiene un papel importante la naturaleza) y de las tradiciones.
· Cuidar con esmero las celebraciones y homilías.
· Tener muy presente el papel central de Cristo resucitado, sin despreciar los gestos de religiosidad popular.
· Promover la formación de laicos y cofrades, así como conversaciones a los novios, jóvenes y otros grupos. Aprovechar las webs que se tengan y remitirlos a ellas.
· Proporcionar material informativo sobre el santuario, así como oraciones significativas.
· Abrir puertas físicas, pero también las espirituales, es decir: disposición a escuchar, a abrirse a las "periferias existenciales", en la pastoral de divorciados.
· Un posible lema: la Virgen, consuelo de los penitentes y esperanza de los pobres.
· Programar algún proyecto de carácter social, por modesto que sea.


1 comentario:

Laso dijo...

En los santuarios, en su mayoria marianos, se respira un halo de trascendencia, de piedad y silencio apto par elevar el tono espiritual del visitante. De ahí que, como bien indica, lo importante de la acogida y sobre todo el acompañamiento. Estos dos componentes pueden y de hecho sucede, son excelentes herramientas de catequesis e instrumentos que inviten a la conversión. Nunca olvidaré el impacto que me causo un anciano sacerdote con su amable, tierna y reverencial acogida seguida de una muy preparada explicación de la historia del santuario a un nutrido grupo que por primera vez lo visitamos. Todo eran loas a la pericia del cura, a la forma de articular gestos y palabras que dejaban trasparentar el ardor que dentro le consumía. Ignoro si consiguió despertar el sentimentalismo o movió los corazones en profundidad pero a mi me pareció una táctica muy acertada y seguro que a ninguno de los visitantes dejó indiferente