El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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lunes, 10 de agosto de 2015

Manual abreviado para laicos y Misioneros SS. Corazones (y II)

5. Unos valores a resaltar

Espiritualidad del corazón. Jesús, en sus frecuentes discusiones con los fariseos, realza la actitud fundamental del cristiano: mantener un corazón limpio, una mirada transparente. Entonces las opciones, los gestos externos serán buenos. Porque, a la manera que un árbol bueno da frutos buenos, también de un corazón limpio surgen buenos deseos, opciones comprometidas y hechos positivos. Las bienaventuranzas constituyen los mejores puntos de referencia para el creyente. Nos hablan de ser, más que de hacer o tener. Son un camino sin tope.

 La contemplación. Hay que contemplar, como María, que guardaba los misterios en su corazón. No podemos vivir extrovertidos, de aquí para allá, sin ton ni son. Ante todo tenemos que saber lo que queremos, y lo sabremos al contemplar. Contemplando la fuente de todo bien: Dios y su Hijo Jesús. Contemplando los evangelios que nos desmenuzan la Palabra revelada. Contemplando la naturaleza, el escenario donde Dios nos puso y que se expresa de mil maneras. Contemplando la historia que vivimos, los hechos que acontecen. nos capacitaremos para interpretar los signos de los tiempos. Así nos empaparemos del amor, la voluntad de Dios, de los criterios y sentimientos de Jesús. Y seremos capaces de irradiarlos a nuestro alrededor.

Servir al Traspasado en los traspasados. Jesús fue traspasado en la cruz. Dios no se pone de parte del dinero, la inteligencia, la belleza, sino de las víctimas. Bien lo constatamos en el viernes santo en esta solemne estampa del monte Calvario. El está de parte de la justicia y de la verdad. Si nosotros reproducimos las actitudes de Jesús también nos pondremos a servir a los traspasados de este mundo, aquellos a quienes les han atravesado el costado a fuerza de injusticias y humillaciones. Los que no tienen comida, salud, dinero ni futuro. Los grupos marginados... Hay que trabajar por esta causa. Hay que tener criterios que favorezcan a estas personas y no ver sólo y en exclusiva las sombras de su actuar. Preciso es acercarse a quienes habitan el Tercero, el Cuarto Mundo...

Favorecer la misericordia. A Jesús se le saltaban las lágrimas cuando llevaban a enterrar a la hija única de una madre. Se compadecía por la multitud que no tenía con qué apaciguar el hambre. Se compadecía de los leprosos, los ciegos, los pecadores... Nosotros queremos tener un corazón sensible, de carne y no de piedra. Queremos sintonizar con los que sufren tragedias y dificultades. Su problema es el nuestro. No podemos pasar de largo, sino al contrario, estamos obligados a interesarnos por quien yace en la cuneta, como el buen samaritano.

Predicar los aspectos más cordiales del evangelios. En el Evangelio se pueden subrayar unas determinadas actitudes y unos precisos hechos. No pretendemos recortar en absoluto -¡no faltaría más!- su mensaje. Pero sí ponemos un particular acento en aquellos mensajes y contenidos que más directamente se relacionan con el corazón y la benevolencia. Dios es un Padre bueno al que podemos llamar Abbá. Las parábolas del perdón nos lo aseguran una y otra vez. Dios está en favor de los humildes, quiere que los cojos caminen y los ciegos vean. El evangelio, antes que nada, es buena noticia. Las buenas noticias hacen saltar de gozo. Y están lejos del temor y las amenazas. El amor descarta el temor, nos dice S. Juan.

La vida familiar. La espiritualidad de los SS. Corazones encuentra un caldo de cultivo muy apropiado en el ambiente de la familia. El núcleo familiar debe vivir a tope el amor y la entrega. E irradiar estos valores en el entorno: a otros familiares, amigos y vecinos. Vivir en comunión familiar es todo un signo. En un paso ulterior pretendemos que sea el entero pueblo de Dios quien viva realmente como una familia. Una misma sangre y un mismo proyecto son consecuencia de un amor previo y comprometen a una estrecha convivencia. Tratamos de favorecer esta tarea.

La Eucaristía, el Espíritu y María. Se trata de elementos fundamentales de la fe cristiana que subraya con decisión la espiritualidad de los Laicos Misioneros SS. CC. La Eucaristía es la donación permanente del amor del Traspasado a los suyos. El está siempre disponible. El Espíritu surgió de la lanzada que le abrió el costado a Jesucristo. Es el Espíritu que movió a Jesús y que se nos regala en la Pascua para que nos inspire y mueva también a nosotros. Nos otorga profundidad, unción y tolerancia. La Virgen es la mujer más cercana a su Hijo Jesús, la que supo decir hágase, aun sin entender del todo y la que guardó los misterios de Dios y de la historia en su corazón.

6. Itinerario de un acercamiento entre religiosos y laicos

A lo largo de los siglos la vida de los religiosos fue distanciándose de la de los laicos. No solamente por causa de los claustros o las gruesas paredes de los conventos, sino también por la formación y por una indisimulada tendencia a huir de la sociedad. Más en el ámbito de la ideología y del comportamiento que en la cuestión geográfica. Los religiosos consideraban a los laicos como su brazo largo que les permitía llegar donde ellos encontraban dificultades. Se unían a los laicos en las grandes festividades, se les agradecía su colaboración, sus aportaciones económicas. En ocasiones surgían asociaciones con algunos vínculos jurídicos y hasta afectivos. No obstante, seguían sin ser considerados en pie de igualdad.

Pero pasaron los años, cambiaron las sensibilidades, las necesidades y las circunstancias. Se celebró el Concilio Vaticano II para ratificar el nuevo clima que ya la Iglesia respiraba en algunas zonas. La magna asamblea consideraba como propias las penas y alegrías, los gozos y las esperanzas de la humanidad. Los religiosos tenían, pues, nuevos argumentos para aproximarse a los cristianos laicos que viven a su alrededor ofreciéndoles compartir su espiritualidad y misión. Por otra parte, los religiosos están en misión, como la Iglesia misma. No pueden contentarse con vivir una espiritualidad de modo aislado. En la medida en que permanezcan fieles a su carisma y ausculten los signos de los tiempos, tenderán a ofrecerla a otros, a compartirla. Después de todo los carismas se reciben para servicio del entero pueblo de Dios.

El mismo Concilio impulsó a los laicos a vivir su vocación, su consagración, su misión, su carisma, su espiritualidad propia. Ahora bien, si los religiosos estaban llamados a la misión y los laicos a vivir a fondo los carismas eclesiales, era previsible que la espiritualidad de los religiosos alimentara también la vida de los laicos. Por supuesto, de acuerdo a sus peculiares circunstancias y situaciones, al ambiente secular en que éstos se mueven.

La vocación fundamental de los miembros todos en la Iglesia es común: seguir a Jesucristo, actuar como sacerdotes, profetas y reyes, llevar a cabo una misión con los ojos fijos en la construcción del Reino. En este amplio marco podían moverse los religiosos y los laicos. El acercamiento reavivaba el carisma fundacional de los religiosos, que ahora adquiría nuevos matices y se vivía en dimensiones un tanto inéditas.

En los últimos lustros las premisas y las previsiones han ido tomando cuerpo. Se ha dado el fenómeno, bastante frecuente y extendido (por más que minoritario) de que algunos laicos se han acercado a la vida religiosa y han solicitado participar en el carisma, la misión e incluso en la vida y estructura de sus congregaciones. Por otra parte bastantes Congregaciones y Ordenes religiosas estaban deseosas de compartir su espiritualidad con los laicos que se movían a su alrededor. Ya fuera con personas que trabajaban en una tarea común (colegio, parroquia, misión…), con las que estaban vinculadas por amistad o parentesco, o con las que manifestaban alguna afinidad de perspectiva.

El hecho interpela a unos y a otros. También a los Misioneros y Laicos Misioneros de los SS. Corazones. Es preciso escrutar a fondo estos signos de los tiempos y sacar las consecuencias correspondientes. El camino está iniciado.

7. Beneficios de la comunión entre religiosos y laicos

En el proceso de una mayor cercanía el laico se vincula más con el religioso y ambos experimentan de modo vital los amplios horizontes de la Iglesia. Unos y otros de enriquecen al contacto con nuevas perspectivas y desafíos. Sin perder identidad pueden trabajar, en ocasiones, en mayor cercanía, y favorecer con ello que el afecto circule con mayor fluidez.

Motivos para un acercamiento entre religiosos y laicos los hay muchos y variados: intensificar una eclesiología de comunión, colaborar con ministros laicales, ponerle altavoces a la nueva evangelización, compartir la misma espiritualidad que toma acentos seculares… Pero destaquemos algunas motivaciones y beneficios de una más estrecha comunión.

a) El apoyo de un carisma vivido en común. Nuestra sociedad no proporciona ya, debido a la fuerte secularización, la estructura por donde pueda discurrir una vida cristiana, no ofrece soportes que sostengan la fe del creyente. Un carisma vivido en familia, en comunidad, experimentando el afecto y la cercanía humana, supone un gran estímulo de cara a la continuidad.

b) La fecundidad del carisma. Los religiosos permanecen abiertos a vivir juntamente con otros su carisma fundacional. Parece claro que el carisma vivido por un laico y por un religioso, por un varón y una mujer, un joven y un adulto, hacia el interior o hacia el exterior de la Iglesia, en múltiples y diversas circunstancias culturales, adquiere nuevas perspectivas y matices. Se hace más fecundo.

c) Los laicos y el futuro. La misión de la Iglesia es tarea de cada uno de sus miembros y numéricamente los laicos son mayoría obvia. Ellos, por otra parte, han sido invitados a recuperar espacios perdidos a propósito de la eclesiología conciliar. Esta circunstancia y el hecho innegable de que los religiosos disminuyen (aunque sería ofensivo argumentar sólo a partir de este dato) invita a que la misión y la espiritualidad cristiana específica sean vividas por religiosos y laicos de modo simultáneo.

d) El protagonismo del laico. Al laico se le asigna la gestión de los asuntos temporales con los criterios de la buena nueva, de las bienaventuranzas, aunque no sea de modo exclusivo ni excluyente. Ellos deben sumergirse en la familia, la cultura, la política con la misión de transformar el mundo y sus estructuras. Es un signo de los tiempos que el laicado tome conciencia de su protagonismo y misión. Los laicos no están al servicio de la jerarquía ni de los religiosos, sino más bien al contrario: los ministros ordenados coordinan, impulsan y animan la tarea de consagración del mundo. El estado laical es el modo común y ordinario de vivir el evangelio.

La participación en una misma familia espiritual ofrece muchas posibilidades, aunque no está exenta de dificultades. La relación del religioso/a con el laico no equivale a la del que manda respecto del que le está sometido. El referente bien podría apuntar a los miembros de una familia: relación madura y adulta en la que unas veces se da y otras se recibe. Por supuesto, es más adecuado el modelo circular que el piramidal. Como en toda familia, alguien debe ponerse al frente, pero evitando toda tentación de protagonismo.

miércoles, 29 de julio de 2015

Manual Abreviado para Laicos y Misioneros de los SS. Corazones

El próximo día 17 se cumple el 125 aniversario de la Congregación a que pertenezco. Se me ocurre publicar unas notas sobre el tema que me han guiado en diversas charlas a jóvenes misioneros en formación y también a laicos. Aquí van.

Cada familia religiosa tiene su propia espiritualidad. De otro modo ni siquiera se justificaría su existencia. Una espiritualidad propia supone que una persona o un colectivo leen el evangelio desde su perspectiva singular. Su talante, su sensibilidad, su carácter, las necesidades del entorno, las experiencias vividas le llevan a fijarse más en unos datos, textos o vivencias que en otros. Todos leen el mismo evangelio, pero los subrayados son muy distintos.

Es muy legítimo que tal suceda, pues nadie es capaz de abarcar la amplia gama de la espiritualidad cristiana ni de reproducir los múltiples acentos de la riqueza que manifestó Jesús en su vida mortal. Cierto que no se debe excluir ningún elemento esencial de la revelación cristiana, pero sí cabe enfatizar uno más que otro. La exclusión hace herejes o fanáticos. El subrayado otorga un perfil propio en el interior de la comunidad.

1. Joaquim Rosselló en los inicios del camino
En el inicio de una espiritualidad solemos encontrar a un personaje, de fuerte personalidad, que atrae a otros y conforma un grupo eclesial.  Así en las Ordenes y Congregaciones de la Iglesia, así en la Congregación de Misioneros SS. CC. Esta personalidad responde al nombre de Joaquín Rosselló que fundó la Congregación de los Misioneros de los SS. Corazones de Jesús y María (Mallorca).
El fundador nació el 28 de junio de 1833 en Mallorca y murió el 20 de diciembre de 1909. Su perfil remite a una infancia movida por el instinto de Dios, a una juventud piadosa, apostólicamente inquieta y generosa. A una madurez en la que engendra una Congregación dotada de la espiritualidad de los SS. Corazones, a la que transmite el gusto de la soledad, a la vez que el afán de trabajar por el Reino de Dios. A lo largo de su vida religiosa y apostólica desarrolla un poderoso carisma de dirección espiritual. Su palabra sencilla y convencida es apreciada y de muy buena gana recibida. Clérigos de gran talla espiritual acuden a él en busca de aliento y discernimiento.
El P. Joaquím Rosselló pasó inadvertido en el ámbito de la política, de la ciencia o la literatura. Ni por su cultura ni por su capacidad de mover los hilos de la convivencia ciudadana logró una especial relevancia. Es su irradiación espiritual lo que provoca un consenso de estimación y respeto. Al fundador de los Misioneros SS. CC. hay que agradecer intuiciones válidas y actuaciones destacadas en orden a restablecer la predicación en una época en que languidecía. Su inquietud apostólica rompió muchos moldes y rutinas.
2. Un carisma a compartir con los Laicos
Desde los orígenes se dieron numerosas y pujantes asociaciones en la Congregación. La casa de los SS. Corazones de Palma ha sido testigo de la formación recibida por muchos de sus miembros, así como de los buenos frutos que cosecharon. Ya celebrado el Concilio, con un nuevo clima y oteando otros horizontes, algunos grupos, como el de la parroquia Santiago Apóstol, en Bayamón, fueron adaptándose a lo que exigían los signos de los tiempos.
Mientras no surjan más precisas y fiables informaciones parece que la primera célula de Laicos Misioneros de carácter postconciliar, con el fin de vivir la misma espiritualidad y tener un marco de referencia común en la misión, aunque con diversos acentos y matices, cristalizó en la parroquia de Sta. Rosa de Lima (Sto. Domingo, RD), a mitad de la década de los ochenta, siendo Superior General el P. Aznárez. El grupo fue creciendo y estructurándose.
Habría que esperar el capítulo del año 1993 para que las cosas se formalizaran. El documento reconocía: somos conscientes que hemos entrado en una nueva dimensión de nuestro carisma. Nuestros laicos MM. SS. CC. son un precioso don del Espíritu Santo. En el capítulo del año 1999 ya la orientación estaba tomada desde años atrás. Por eso el informe del Superior General decía que ya no es opinable en la Congregación la promoción, el acompañamiento y, muy en breve, la colaboración organizada en nuestros ministerios de los Laicos Misioneros… Hoy es una urgencia inaplazable.
El capítulo del año 1993 definía los rasgos básicos de los Laicos Misioneros: son cristianos que reconocen haber recibido, entre los dones del Corazón de Jesús, la vocación laical y el conocimiento de nuestro carisma congregacional. En una Iglesia, todavía marcada por diferencias y categorías, subrayan la dignidad de la consagración bautismal, que a todos -varones y mujeres- nos hace radicalmente iguales, participantes del mismo sacerdocio, realeza y profetismo de Cristo. Quieren responder a la invitación de trabajar en la viña del Señor, que es el mundo entero. Se definen Misioneros Laicos de los SS. Corazones, contemplativos y servidores del Traspasado en los traspasados, misioneros del Amor de Dios, constructores de la Civilización del Amor, que consiste en el Reinado del Corazón de Cristo.
Ante la repetida objeción de que se ponía en marcha un grupo más, respondía el capítulo de 1999: Los Laicos y Laicas Misioneros de los SS. CC. no son un movimiento ni un grupo más. Son el desarrollo de nuestro carisma en el seno de cada Iglesia local. Quedaba clara la vocación de vivir la fe en el ámbito de la Iglesia local, impulsando sus iniciativas. Una espiritualidad diferenciada, dentro de los rasgos cristianos comunes, pero con la encomienda clara de unir a los miembros de la comunidad local y de trabajar estrechamente con los agentes de pastoral encargados.
3. La buena nueva en clave cordial
Entre las numerosas familias que se mueven por un estilo y un carisma peculiar en la Iglesia de Dios está la de los Misioneros de los SS. Corazones. Es muy normal y legítima la existencia de una amplia gama de carismas, pues en la Iglesia de Dios —que debe ser tierra de libertad y pluralismo— cada grupo y cada persona asimilan el evangelio de acuerdo a unas pautas que contemplan su sensibilidad, su carácter, su educación, las necesidades del momento, los signos de los tiempos.
Es legítimo que suceda así, pues nadie puede pretender abarcar la totalidad de los ricos y diversos matices de la buena nueva con igual intensidad. Cierto que una cosa es subrayar y otra excluir. No sería justo ignorar datos de lo que Jesucristo ha venido a decirnos. Cuando se deja en la sombra parte de una afirmación estamos al borde de la herejía y de la mentira. La herejía no es lo contrario a la verdad, sino una deformación de la misma. Una verdad que se ha vuelto loca, según se ha dicho.
En este sentido no hay que negar nada de lo que se halla en el NT. De manera que no es lícito excluir, pero sí subrayar. Además, lo que no hace una persona o un colectivo, lo hace otro. En este sentido hay que proceder con talante aperturista, ecuménico, saber que las diversas espiritualidades se complementan. Unas quieren reproducir la actividad de Jesús en medio del gentío, otras prefieren enfatizar su misericordia y acogida o contemplar a Jesús subiendo al monte para orar. El título de la Congregación nos orienta hacia sus objetivos y su estilo de vida.
4. Las resonancias del título
Misioneros: las buenas noticias hay que extenderlas. Se saborean mejor si no se mantienen a buen recaudo. El gozo es expansivo de por sí, necesita comunicarse. El secreto del sentido de la vida es una buena noticia que no debe guardarse bajo la mesa. Cuando las buenas noticias no se comunican se cubren de ceniza y acaban apagándose. La Iglesia entera es misionera, para esta tarea vive y existe, ella le otorga sentido. Está ahí para anunciar y para congregar a los hermanos. Somos llamados a ser hijos de la luz, pero con la astucia de los hijos de las tinieblas.
Laicos: todos los fieles cristianos son laicos: pertenecen al pueblo de Dios. En ello radica la dignidad y la identidad fundamental de todo cristiano. En un momento ulterior habrá que articularse y optar por un estilo concreto de ser cristiano: aparecerán los ministerios ordenados y la vida consagrada. En este sentido los laicos son los que no están ordenados y no son religiosos. Pero tales especificaciones son posteriores. La jerarquía se justifica en cuanto sirve y está en función del pueblo, no a la inversa.  Los laicos se santifican como laicos. Su tarea consiste básicamente en actuar como levadura trasformadora de la familia, la política, el trabajo, la cultura… El estilo laical es el modo normal y mayoritario de ser cristiano.
SS. Corazones: El corazón es símbolo de interioridad y de profundidad. Hablamos de algo que trasciende el órgano musculoso que sostiene la vida, cuyos latidos marcan la intensidad de los sentimientos que exaltan a la persona. Básicamente entendemos el corazón como la profundidad de la persona, su centro simbólico, de donde surgen los sentimientos, se enraízan las opciones y se nutren las más comprometidas decisiones. También el corazón es símbolo de afecto. Al respecto cabe decir que la persona se mueve por la vida con dos brújulas: la razón y el corazón. Con esta última -que usa mucho más, por cierto- va a la búsqueda de la ternura y ve cosas que, como se ha dicho, resultan invisibles a los ojos. (Continuará)

domingo, 19 de julio de 2015

El trasfondo del bilingüismo

No ocurre con frecuencia dado que la gente suele comportarse de modo educado o, al menos, estas son las apariencias. Pero de vez en cuando sí que en el Santuario de Lluc (Mallorca), donde resido, algún peregrino airado se hace notar contestando en castellano en las funciones litúrgicas. No es sólo por ignorancia del catalán. Queda claro, por el tono y el volumen de la voz, que, más que rezar, protesta porque la liturgia recurre a un idioma que le desagrada, Hace pocos días un señor entró en la sacristía gesticulando y reclamando que lo que procede es hablar la lengua mayoritaria.


Una reflexión sobre este particular, aun cuando muchos ya han tomado postura y que, como decía Einstein, es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Quienes blanden estos prejuicios normalmente leen poco y, desde luego, no lo hacen en catalán. La reflexión, pues, tiene una función algo terapéutica para los que ya están convencidos, aparte de intentar poner en orden algunas ideas sobre el particular.

La lengua es el primer punto de referencia en el ámbito del nacionalismo y la identidad. Nada extraño, pues, que se convierta en el campo de batalla donde luchan encarnizadamente los que están a favor del catalán / mallorquín y los que lo quisieran ahuyentar.

Favorecen la lengua mayoritaria

Los adversarios de la lengua vernácula en Mallorca tienen sus estrategias y argumentos. En primer lugar favorecen la lengua mayoritaria en el Estado. Quizá hablan de bilingüismo, pero para ellos las lenguas sirven para comunicarse y nada más. 

En este punto conviene decir muy claro que no. Van mucho más allà de la comunicación. Porque se da el caso de que la lengua tiene un montón de valores añadidos a lo que es propiamente el objetivo de la comunicación. La lengua lo ha hecho el pueblo a través de los siglos y en el dorso le ha dejado su huella.

Hay expresiones típicas que no admiten traducción. Hay refranes y modos de hablar íntimamente relacionados con la tierra, relatos que tienen que ver con la historia y la cultura del pueblo. Todo un patrimonio cultural que se revela como el alma de la etnia y el país. Con la excusa de la lengua común no se puede arruïnar un tal patrimonio. Quien quiera vivir en esta tierra ha de tenerlo muy en cuenta. Sólo así actuará con respeto y delicadeza.

No es lo mismo, no, comunicarse con la lengua que se ha aprendido en el seno materno que con la que se ha asimilado durante horas de estudio o escuchando sonidos extraños en la televisión. La lengua propia es la única que puede expresar todos los matices de los sentimientos y emociones de quien habla. Las otras sirven para comunicarse, cierto, pero no sirven para elaborar poesía.

Ninguna lengua debe dominar?

Otro argumento de los adversarios de la lengua propia consiste en apuntar al bilingüismo como ideal. Ninguna lengua sobre la otra. Argumento engañoso, a pesar de las apariencias neutrales. Saber dos o más lenguas es indudablemente digno de elogio y supone un gran beneficio para quien las habla. Ahora bien, es de toda evidencia que justamente la lengua que representa el más profundo patrimonio de un pueblo peligra frente a la que le es ajena. En efecto, el castellano no sintoniza con el genio del catalán y a menudo lo ha arrojado con malos modos del territorio como ciertas especies vegetales o animales colonizan las del propio sitio. A la historia me remito. 

En consecuencia es una libertad muy engañosa la de dejar que cada lengua se las arregle por sí misma. ¿No resultaría hipócrita asistir a la batalla entre un niño y un adulto, aparentando neutralidad y alegando que gane el más fuerte? Me recuerda los tiempos del apartheid en USA. Los negros sólo podían limpiar zapatos, se les prohibía todo otro oficio. Después decían: ¿lo ven? Los negros sólo están capacitados para hacer los zapatos limpias.

La lengua estatal tiene todas las subvenciones, todo el poder de los medios televisivos, de la radio y la prensa. Ha lastrado la catalana prohibiéndola de vez en cuando. Y ahora habría que dejar ambas en plena libertad de movimiento... ¡para que se imponga la más fuerte!

Estupendo y elogiable que las personas sean bilingües. Pero el medio, el territorio no es bilingüe. En sus entrañas nació una lengua y las otras fueron importadas. Quien no quiera caer en el cinismo deberá reconocer que lo que urge es favorecer la lengua más débil que es justamente la propia, típica, arraigada en la tierra donde se emplea.

Argumentos demagógicos

El último argumento contra la lengua, teñido con mucha demagogia, es el siguiente. El dinero que se gastaría en la promoción de la lengua, podria dedicarse a abrir más hospitales y reducir listas de espera. O a poner en funcionamiento más comedores escolares. Es preferible que la gente esté bien cuidada a que se gasten los recursos favoreciendo el idioma. 


Una primera moción: para los ciudadanos más cultos y conscientes estar bien cuidado tiene mucho que ver con el cultivo de la lengua. Una segunda moción: hay mucha demagogia e hipocresía en este punto de vista. Exactamente se podría decir que los dineros dedicados al Instituto Cervantes (que favorece el castellano en el extranjero), a la Real academia o a las bibliotecas de lengua castellana sería mejor destinarlos a los quirófanos y a adquirir libros para los escolares pobres. Pero esto no se les ocurre a los defensores del bilingüismo.

Nota: quien estas cosas escribe ha producido a lo largo de su vida más textos en castellano que en catalán. Este blog está también en castellano. Primero porque lo siguen viejos amigos y estudiantes de República Dominicana y Puerto Rico, países en los cuales frecuenté alguna Universidad. Segundo, porque nada tengo en contra del castellano ni de ninguna otra lengua. Las virtudes que reconozco en el catalán se pueden proyectar en el castellano “mutatis mutandis”. Trato de juzgar estos asuntos desde la razón y no desde la emoción. Aunque de por sí resulten emocionales y hasta viscerales. 



sábado, 11 de julio de 2015

Las ironías de Gulliver

Gulliver: le tienes horror a la humanidad. Pocas veces he leído andanzas y reflexiones con tan subida dosis de corrosión, sarcasmo e ironía. En la historia de la literatura difícilmente se conocen acusaciones tan graves contra la humanidad como las tuyas. Bajo unas apariencias frías, racionales y adustas, encierras proyectiles envenenados hacia el rostro del lector. Con todo, proyectiles elaborados con material genuino y válido en muchos casos.

Tú eres el protagonista de la famosa obra que lleva tu nombre: "los viajes de Gulliver". En realidad debes tu vida al escritor que te engendró, Jonathan Swift. Fue tal el éxito de tus andanzas que se vendieron diez mil ejemplares en tres semanas. Y esto allá por el año 1726, antes de la explosión demográfica, cuando los medios técnicos para editar eran menores y las técnicas de publicidad rudimentarias. Trasladando tiempos y números cabría decir que vendiste un millón de ejemplares en 20 días.


Costumbres racionales y patrióticas

Cuando te encontraste en el país de los cuadrúpedos racionales, más racionales que el hombre, a quienes nosotros damos el nombre de caballos, dijiste de los seres humanos cosas realmente preocupantes. Al preguntarte tu amo por las causas de las guerras le contestaste que eran innumerables. Así hablaste:

A veces la ambición de los príncipes, que nunca creen que tienen bastantes tierras o súbditos para gobernar; a veces, la corrupción de los ministros, que implican a los monarcas en una guerra para disimular el gobierno deficiente. Las diferencias de opinión han costado millones de vidas; por ejemplo, cuando se disputó si la carne era pan o el pan carne; sobre todo si el jugo de ciertas bayas era sangre o vino; si el silbar era un vicio o una virtud; si debía besarse un madero o arrojarlo al fuego; cuál era el color más adecuado para una casaca, si blanco, rojo o gris.

También señalas con el índice a la Iglesia, por lo que veo y por más que disimules. No te lo reprocho. Que las guerras continúan siendo inhumanas, aunque se las adjetive como santas. No me extrañaría que los cuadrúpedos a quienes hablabas se santiguaran -aunque no logro imaginarme cómo- cuando seguiste tu narración: Para destacar el valor de mis queridos compatriotas les aseguré haber visto cómo hacían saltar por los aires a cien enemigos de golpe, y a otros tantos en un barco, y contemplado cómo los cadáveres caían despedazados de las nubes, ante el gran regocijo de los que presenciaban la escena.

Sobre abogados, nobles y otros gremios

Gulliver: me asombro de que tu progenitor no fuera recluído en una prisión por largo tiempo cuando, en medio de las peripecias que relata, ofrece algunas definiciones que seguramente no son exactas -nunca está de más curarse en salud- pero que tienen su miga y resultan más corrosivas que los más poderosos ácidos inventados hasta el presente. En realidad, él mismo fue el primer sorprendido. Pero no, no le encerraron, sólo le tacharon de resentido y traidor.

No era para menos. Pues pone en tu boca, Gulliver, las siguientes palabras: existe entre nosotros una asociación de hombres instruidos desde su juventud en el arte de demostrar, a fuerza de verborrea, que lo blanco es negro y lo negro blanco, según las consignas del que paga. El resto de la gente es esclava de esta asociación. De los jueces dices así: se les selecciona de entre los abogados más expertos cuando éstos se vuelven viejos o perezosos.

Ya podemos hacernos una idea de cuál era tu opinión sobre los nobles: educados desde su nacimiento en la ociosidad y el lujo, con hijos escrofulosos, raquíticos o deformes. Y sobre los militares: el soldado es un humano a sueldo para matar a sangre fría el mayor número posible de semejantes suyos, que nunca le han ofendido en nada.

Un Gulliver para nuestro tiempo

Repito, no me explico cómo no hicieron desaparecer del mapa al autor de tus días, Gulliver. Sí comprendo que su libro no sea demasiado conocido entre nosotros. La capacidad de los hombres para digerir verdades -o insolencias, si se quiere- no es ilimitada. Un equilibrio a base de restricciones mentales, de piadosas mentiras y de silencios estratégicos resulta mucho más soportable e inocuo.

Lo cual sirve también para el lector del periódico de cada mañana. Quien mantiene los ojos abiertos lo percibe sin dificultad. A la prepotencia se la llama valor y decisión. A las construcciones que llevan a muchos al desalojo y reducen los sueldos se las señala como signo de progreso. Al deseo de sobresalir se le dice liderazgo y se designa al avaro como previsor.


Quizás nos despertaría del letargo la aparición de un Gulliver en nuestro momento histórico. Que en el telón de fondo de los acontecimientos supiera individuar los intereses económicos latentes, la inmoralidad que se intuye, la estampida egoísta que se presiente.

Ciertamente yo no firmaría las palabras de tu autor: odio y detesto a ese animal llamado hombre, aunque amo a Juan, Pedro y Tomás. Si más no, es suficiente motivo para amar a los hombres el hecho de que Dios mismo fuera uno de ellos.

Tampoco hay por qué aceptar cada una de las frías, calculadas y sarcásticas descripciones que haces de los hombres, amigo Gulliver. Tú mismo sabes que cargabas las tintas para mejor hacerte comprender y causar mayor impacto. Sin embargo, agradezco tus insolencias que estimulan a pensar, a vivir menos irracionalmente, a distanciarse de extrañas costumbres establecidas y criticar las inmoralidades que muchos dan por inevitables.

viernes, 26 de junio de 2015

El perfil del "Narciso"

Se acerca uno a la persona en cuestión y percibe una extraña falta de autenticidad. Su rostro se diría cubierto con una máscara invisible, su alma deambula con disfraz impropio. Sus manifestaciones siguen el rumbo de algún objetivo difícil de individual por el prójimo. Sus palabras ejercen de coraza dispuesta a defender el núcleo más íntimo de su interioridad. No las usa para expresar sus opiniones, sino para esconderlas.

Entablamos diálogo con él y tal parece que el hombre no está en ello. Se le nota preocupado por su autodefensa, aunque nadie intente agredir su persona ni sus esquemas mentales. Parece darnos a entender, más allá de la articulación de los vocablos salidos de su boca, que tiene algo que transmitir. Nos dice con su gesto, su tono de voz y su ademán: tenga usted en cuenta que está hablando con un personaje de futuro. Quien está a su vera es un hombre inteligente e ingenioso. No le pase desapercibido que ante usted se halla el director de tal institución o el centro de todas las tertulias. Mi fama debe ser reconocida. No estoy dispuesto a que se me trate como a un cualquiera.

Atención permanente a su imagen

¿Qué necesidad tendrá el hombre de insistir en la alta valoración de su persona? ¿A qué se deberá un tal fenómeno? ¿Quizás a una competencia desmedida en la que el vecino quiere arrebatarle lo que él considera su propiedad, particularmente por lo que se refiere a su fama? ¡Pero si nadie le agrede! Más bien sucede que la persona misma no está del todo reconciliada con el rango que ocupa, pues que conoce por dentro sus fallos e incompetencias.

Se comprendería entonces su actitud de defensa permanente. Entenderíamos bien que la propia incapacidad, de la que tiene noticia en lo más recóndito de sí mismo, le empujara a vivir con el sobresalto a flor de piel. Y que adoptara un gesto altivo, convencional e insincero a fin de disimular al máximo el estado de incertidumbre en que vive sumergido. El hombre necesita defender su "status" a los ojos de quienes le rodean. Dado que no es lo que debiera ser, se empeña en repetir de mil maneras que sí lo es. No vaya a suceder que sus propias dudas transciendan al prójimo.

En tono jocoso bien podría ser comparado con los niños de los primeros grados escolares. Se enfrascan los tales con entusiasmo en la tarea de perfilar o colorear algún dibujo. Al final de la operación perciben, en honroso gesto de sinceridad, que su obra se presta a muy ambiguas interpretaciones. De ahí que, para disipar dudas, escriban el título debajo del garabato. Y con letra insegura afirmen, por ejemplo, que lo pintado es un árbol o una casa.

Procedamos ya a lo que pretende ser la moraleja del artículo. Hay personas que no viven atentas a lo que hacen con sus brazos ni a las ideas que revolotean por su mente. Viven primordial y originalmente atentas a sí mismas. El resto lo hacen como de refilón, de carambola. Se interesan por ellos mismos, su figura, su personalidad, y por la imagen que proyectan a los ojos ajenos. No es que se hallen sometidos a una marcada patología de vanidad, no. Es que son esencial y naturalmente vanidosos.

Se gusta y se escucha

Se gustan enormemente. O mejor dicho, les agrada sobremanera la imagen que se han hecho de sus personas. Son irremediablemente narcisistas. Disponen de muy escasas energías para bregar con las cosas —para vivir— pues las invierten todas en embelesarse ante el alto concepto que tienen de sí mismos. Viven a través de la imagen vaporosa que han elaborado de su propia persona.

¿Será por ello que los tales necesitan, como el pan y el agua, vestir de modo impecable? Zapatos brillantes, chaqueta a medida, sin arrugas, detalles primorosamente cuidados. Necesitan encontrarse gratos a sí mismos dado que están en perpetua inspección de sus propias capacidades.

Por supuesto, no perciben al otro que se mueve en derredor. En todo caso lo consideran mero espectador y admirador de su propia valía. De manera que jamás se les ocurrirá felicitarles por algún logro o acogerles sinceramente. Sus apretones de mano y sus sonrisas están en función de alimentar la imagen que se ha hecho de sí mismo y transmitirla a los que él considera devotos a su persona. Los otros sólo son pupilas con la función de reflejar su excelsa categoría.

Pero los del entorno, en cuanto le toman la medida, en cuanto se den cuenta de lo que sucede, hacen una mueca de desdén y acaban arrinconándole en su imaginario pedestal. Muchas soledades trágicas han sido ganadas a pulso y con todo merecimiento. El Narciso no tiene corazón para los demás. En todo caso, reserva sus latidos para sí mismo.  

domingo, 14 de junio de 2015

Preámbulos para una espiritualidad del corazón

En el día que el Instituto al que pertenezco vuelve sus ojos al corazón de Jesús y de María ofrezco unos preámbulos a propósito de la espiritualidad del corazón. 

Un mundo «descorazonado»
Demostrar que en nuestra sociedad existe una alarmante carencia de corazón es tarea más fácil de lo deseable. Basta con prender el televisor para contemplar largas filas de exilados que andan a la búsqueda de una tierra donde posar los pies. Es suficiente con salir a la calle para observar multitud de niños obligados a ganarse unos centavos sorteando vehículos y tratando de sobrevivir en esta jungla de asfalto que son las calles y avenidas de la ciudad.

Nuestra sociedad vive "descorazonada", descentrada. Se valora al prójimo por lo que tiene, por lo que hace, o por lo que puedo sacar de él. Pero no por lo que es, por su dignidad de ser humano y su vocación de hermano. El hombre se hace más hombre cuanto más cultiva su corazón. La técnica por sí misma no mejora el corazón y, en ocasiones, lo pervierte.

Lo sintetizó de modo magistral el Concilio Vaticano II: "En realidad los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano". (GS 10). Ya los viejos profetas clamaban a fin de que Dios cambiara los corazones de piedra por corazones de carne.

Hay que reparar el centro roto del ser humano. Es preciso encontrar la brújula que nos indique dónde encontrar las aguas de la salvación. Cambiar el corazón de piedra, metalizado, por un corazón sensible y de carne es lo que pretende la espiritualidad del corazón. Para lo cual observa, desde el corazón de Cristo y de su madre María, todo el panorama de la fe.

En realidad todo creyente, todo grupo organizado, tiene su espiritualidad, aunque no sea muy consciente de ello. Porque cada uno se sitúa en un determinado lugar de la fe y desde allí contempla el panorama. Según donde uno se ubica observa variaciones en el paisaje. La espiritualidad del corazón enfatiza los aspectos más cordiales de Dios, pone de relieve la disponibilidad de María, la del corazón traspasado. Aprecia el regalo del Espíritu surgido del costado abierto de Jesús.

Divisamos, pues, el entero panorama de la fe situados en el corazón de Cristo. La mente, las actitudes, las ideas, los compromisos, todo adquiere la tonalidad cálida y cordial típica de esta espiritualidad. La cual va mucho más allá de las meras prácticas de devoción, es decir, de una serie de lecturas, exclamaciones, cultos, imágenes, etc. En todo caso las prácticas constituyen derivaciones concretas de la espiritualidad, pero ni son lo más importante de ella ni siempre merecen elogios. Pueden convertirse en rutina, pasar de moda o tomar formas excesivamente sentimentales, por aludir a algunos de sus peligros. 

Un símbolo elocuente
El corazón es el órgano fisiológico que sostiene la vida, cuyos latidos marcan la intensidad de los sentimientos que agobian o exaltan a la persona. Evoca la profundidad del ser humano. Constituye el centro simbólico de la persona —compuesta de cuerpo y espíritu— de donde surgen los sentimientos, donde se enraízan las opciones morales y se nutren las más comprometidas decisiones.

El corazón mantiene un rico significado porque está encerrado como un rico tesoro en la parte superior del ser humano. En él permanecen velados los sentimientos más íntimos. Cuando la mente se obnubila o el rostro del prójimo nos rehúye, entonces es el corazón quien ve más claro. Se ha dicho, en efecto, que lo más importante no se ve con los ojos, sino con el corazón. Es el órgano o la capacidad que mejor sintoniza con el mundo del sentimiento y de la experiencia.

La persona se mueve por el mundo básicamente con dos brújulas: la de la razón y la del corazón. Con la de la razón trata de ver claro y de poner en orden a su alrededor. Con la del corazón va a la búsqueda de la ternura del prójimo, adivina lo que debe realizar en el momento preciso. Las más de las veces nos movemos por el corazón, por el sentimiento. Aunque tampoco se debe enfatizar demasiado esta división. Porque el ser humano no deja de ser una unidad. Es un corazón que razona o una razón que se mueve por corazonadas.

Con estas premisas podemos dar el salto a la persona de Jesús. También El es razón y  corazón. Es razón en cuanto Palabra de Dios, rebosante de inteligencia creadora (el vocablo "logos" significa a la vez razón y palabra). Es corazón de Dios, puesto que sus palabras y sus hechos, llenos de afecto y ternura, proceden del Dios encarnado. Ahora bien, si Jesús es la imagen visible de Dios, como nos informa S. Pablo, en cierto modo podemos decir que Dios mismo tiene razón y corazón.

En las cuestiones más íntimas y que más nos afectan no conseguimos una gran claridad de conceptos. Los intereses, el afecto, la cercanía no nos permiten ver claro. Así, por ejemplo, en la relación matrimonial o amistosa. El amor hace la vista gorda sobre algunos defectos u obstáculos. Otras veces, en cambio, aumenta sin motivo un preciso defecto si están de por medio los celos. En fin, todos sabemos de las peleas pasionales y de la rapidez con que ciertos pleitos amorosos se resuelven en uno u otro sentido.

En este terreno nos resultan de más ayuda los símbolos que evocan y convocan afectos y sentimientos que no las frías palabras o las ideas asépticas. Uno de estos símbolos, plenamente válido, es el del corazón. El afecto, la ternura, la confianza en Dios no es capaz de describirlos la matemática ni de definirlos el concepto. Pero sí los evoca el corazón. Además, el símbolo no sólo nos informa sino que nos sumerge en su peculiar dinamismo y despierta las más profundas energías personales en orden a la acción.

Pero no se crea que para vivir la espiritualidad del corazón se precisa mantener continuamente esta palabra en los labios. No. El corazón, en este contexto, alude, sugiere y apunta a muchas experiencias y refiere a un mundo simbólico de gran riqueza. Por ejemplo, a la herida del costado, la sangre, el agua, la cruz, el Cordero degollado, la entrega total de sí mismo, el amor trinitario, la Iglesia nacida del crucificado, el fuego, la moral de la alianza, la ternura, la compasión, etc. etc.

Todos estos elementos se combinan e insisten en la cordialidad a la hora de relacionarnos con Dios y el prójimo. Impulsan a contemplar el corazón de Cristo traspasado por la lanza. Favorecen una mirada decidida y compasiva al hermano que sufre y a quien la injusticia le clava también espinas y espadas en lo más sensible del alma.

Quizás en épocas pasadas se le pegó una capa de lastre a esta espiritualidad. Ya fuera a causa de las imágenes del corazón de Jesús carentes de gusto y estética, ya por las expresiones demasiado dulzonas que solían emplearse. También debido a un pesimismo un tanto negativista: se ponía en primer plano la melancolía, la desconfianza, el sacrificio. Y las virtudes más bien negativas e intimistas. Por lo cual parecía exhalar un tono quejumbroso.

Sin embargo, no tiene porqué ser así necesariamente. Y, en cuanto, se la limpia de la costra, la espiritualidad aparece radiante. Entre otras cosas porque estamos ante una palabra y un símbolo -el corazón- que hunde sus raíces en el terreno más hondo y primordial de la persona humana. El vocablo no puede ser sustituido por otra palabra sin que pierda mucho de su contenido y de su riqueza. Y es el que tenemos siempre a mano para indicar la más honda actitud que nos conmueve.

lunes, 8 de junio de 2015

En torno a las urnas

Con la venia de los amigos que leen estas entradas allá por el Caribe, donde pasé tantos años, trataré un tema que se circunscribe a España. Se trata de las pasadas elecciones en las que sólo una tercera parte de los ciudadanos depositaron la confianza en los partidos que tradicionalmente seducían a la gran mayoría.  

Dicen que cuesta mucho hacerle cambiar el voto a un ciudadano, sobre todo cuando lleva años otorgándolo al mismo partido. Teme cometer una deslealtad. Sólo ante situaciones extremos o agravios hirientes muda su papeleta ante las urnas.

Un ciudadano ignorado y arrinconado

Pues bien, el ciudadano medio ha detectado que los partidos mayoritarios le han ignorado, sino arrinconado. Las elites han hecho lo que les ha apetecido. Entre sus filas han salido más corruptos que alimañas cuando se remueve una losa incrustada en la tierra durante años. Poco a poco el ciudadano se ha ido indignando, impacientando, enojando, disgustando y desesperando. Podría alargar la lista de verbos para subrayar la idea, pero es suficiente.

La política de siempre trata al ciudadano como si adoleciera de un fuerte déficit de inteligencia, tanto en lo que respecta a la legislación (a favor de sus propios intereses), como en las artimañas internas (listas, nombramientos, asesores, etc). Frente a esta situación ha surgido un intenso anhelo de cambiar los estilos, de hacer otra clase de política.
Los jóvenes se han mantenido pasivos a lo largo de muchos años en cuestiones de convivencia y bien común. La crisis les explotó en el rostro, les ha prohibido el acceso al trabajo, les ha situado en graves aprietos económicos. Sobre todo les ha frustrado y herido las fibras más hondas de su dignidad. Los jóvenes se han indignado —la cosa viene de lejos— y finalmente se han organizado. Sus inquietudes han sido escuchadas y las urnas han arrojado un resultado contundente.   
Un nuevo estilo

Se acabó el culto al líder, la tendencia a doblar el espinazo ante su persona. No necesariamente el que manda es el mejor líder, ni el más honesto, ni el más listo. Aunque se rodee de fastuosidad y pretenda dar la impresión de que está por encima del resto. La gente ha dejado de ser fácil presa del engaño. Ahora le ha dado por llamarle casta al político engreído y estirado.

Preciso es devolver a la vida real a quien le ha crecido la autoestima más de la cuenta. Por más que se rodee de numerosos asesores y acuda a los restaurantes exclusivos, por más que mire por encima del hombro a los ciudadanos de a pie y el aparato magnifique sus méritos, hay que conectar al hombre con la realidad de cada día. Y cuanto más alto se haya alojado, más dura le resultará la caída.

Se acabaron las excusas. De poco servirá alegar que en realidad el partido ha hecho una buena gestión, pero no ha sabido venderla de modo conveniente o que no ha comunicado las cosas con la habilidad requerida. No es cuestión de estilo ni de estrategia. Es cuestión de reconocer que tanto el fondo como la forma se han desplomado con estrépito. Pero no creo, no creo que se reconozca esta realidad.  

Los nuevos grupos emergentes no han olvidado la prepotencia ejercida por los políticos —incombustibles hasta el presente— a través de una mayoría matemática. Y trazan un cordón sanitario a su alrededor. Nadie quiere pactar con ellos. Aun cuando conserven un buen número de votos, se les aísla. Cuando uno no respeta al prójimo la gente acaba por devolverle la moneda en cuanto la ocasión se tercia. Es lo que ha sucedido.

Decididamente en esta ocasión la corrupción ha pasado factura. Como la ha pasado la prepotencia y los recortes en contra de los más débiles. La crueldad de sacar de su casa a quien no podía seguir pagando los recibos —inflados, por cierto—ha caído muy mal entre quienes mantienen un poco de sensibilidad altruista. Se les ha echado fuera de malos modos. A la calle con los niños y los ancianos. ¿Qué respuesta podían esperar en las elecciones?

En lo alto del pedestal los personajes de la política no se han enterado de casi nada. Siguen en su burbuja. Lamentan que los ciudadanos no les hayan comprendido. Tal vez no se han sabido explicar, murmuran. No, sucede que su modo de actuar, sus rutinas, la manera de entender la convivencia se ha ganado a pulso un rechazo total por parte de la ciudadanía. Eso es todo. Y en las próximas elecciones generales pienso que todavía quedarán más en evidencia.

Los indignados han ganado, en particular en los ayuntamientos de más trascendencia: Madrid y Barcelona. Ha ganado la indignación y el altruismo. Los indignados no se han detenido en la irritación o la cólera. El sentimiento ha tomado cuerpo: ha habido movilizaciones, testimonios en los medios, proyectos y candidaturas. La indignación constituye una enorme fuerza de cara a la acción, pero es necesario que esta energía se organice en un plan y se perfile en una estrategia. Tras muchos años de letargo, así ha sucedido.

¿Qué nos depara el próximo futuro? Puede que las izquierdas —tan proclives a las divisiones y a las disquisiciones— pierdan terreno por falta de mano izquierda precisamente. Lo cual sabrán aprovechar bien las fuerzas de signo contrario. 


jueves, 28 de mayo de 2015

Teresa: lectora, escritora y feminista

El arciprestazgo al que pertenece el santuario de Lluc —llamado «Raiguer-Lluc»— me solicitó hace unas semanas una charla sobre Sta. Teresa. El personal no quería dejar pasar por alto la conmemoración de los cinco siglos del nacimiento de la santa que se cumplen en el presente año.

Se dificulta el enfoque de lo que se va a decir a propósito de una personalidad de tanta envergadura. Ya que es preciso dejar muchísimos detalles al margen, opté por hablar de dos aspectos de Teresa quizás no tan conocidos: lectora-escritora y feminista.

Por supuesto, ni siquiera asoman aspectos que resultan imprescindibles para tener un visión aceptable de su personalidad. Habría que hablar, al menos, de su carisma de fundadora,  de los años de mediocridad y de amoríos que hubo en su vida, de los éxtasis y visiones que gozó o sufrió.

De todos modos, he aquí unas notas resumidas sobre lo dicho. Unas líneas que representan minúsculas anécdotas en el torrente de su vida. Una biografía reflejada en la lectura de sus libros y sus numerosísimas cartas dirigidas a toda clase de personas.


Lectora y escritora

Lo fue desde niña. Leía los libros de caballería de su madre que, por cierto, ocultaba a la vista de su esposo. La fascinaban las historias de caballeros enamorados y damas atractivas, ante las cuales los varones caían rendidos a sus pies. Más tarde dejaron huella en su persona las Confesiones (S. Agustín), el abecedario espiritual (F. Osuna), las epístolas (S. Jerónimo), etc.

Los libros leídos le abrieron horizontes y le permitieron descubrir reacciones psicológicas. Terminaba un libro y ya estaba ansiosa por empezar otro. Con su hermano y confidente, Rodrigo, escribió un libro acerca de sus propias y comunes aventuras. Las primeras lecturas y las que siguieron luego le permitieron asimilar y desarrollar unas imágenes brillantes, ágiles y vivas. También se inició en la técnica del relato.

Escribió el reputado Fray Luis de León: «En la alteza de las cosas que trata y en la delicadeza y claridad con que las trata, excede a muchos ingenios; y en la forma del Decir y en la pureza y facilidad del estilo y en la gracia y buena compostura de las palabras y en una elegancia desafeitada que deleita en extremo, dudo yo que haya en Nuestra lengua escritura que con sus libros se iguale ".

Numerosos escritores alaban sus escritos. Menéndez Pidal se refiere a su sentido artístico y a las incesantes imágenes de las que echa mano. Azorín no titubea al afirmar que el «libro de la vida» es el más profundo y denso de la literatura europea. Tiene una gran capacidad de análisis, de dramatismo y calidad trágica. Marañón afirma que deja la vida en todo lo que escribe, como una oveja jirones de lana entre las zarzas.

Más importante que la calidad literaria es el contenido doctrinal. Escribió para darse a conocer a sus confesores o porque éstos se lo ordenaron y también para complacer a las monjas que se lo pedían.

Fue declarada patrona de los escritores españoles y Doctora universal por Pablo VI (1965).

Feminista «avant la lettre»

Se ha dicho que Teresa ha sido la primera feminista de la Iglesia católica. En el s. XVI ya lamentaba que el mundo tuviera acorraladas las mujeres. «Aunque las mujeres no somos buenas para consejo, alguna vez acertamos» «No son tiempos de desechar animoso fuertes, aunque sean de mujeres.» Frases en una época en que las féminas eran prácticamente invisibles.

Fue una mujer libre, independiente, determinada a emprender grandes reformas. Dicen los entendidos que lo fue mucho más de lo que muestra la famosa serie de su biografía protagonizada por Concha Velasco. Una serie excelente, por cierto.

Máximo Herraiz, uno de los mayores expertos sobre la santa dice: «Teresa apostó por la mujer en su condición de dignidad, para ser oída y no sólo oyente.» «Desea que las monjas sean independientes, autónomas, y de hecho, acaban eligiendo a sus superioras cada tres años, lo que supone una auténtica revolución». Y la misma Teresa, hablando de las constituciones que elaboraba, pedía opinión a las monjas y añadía: «en nuestras cosas no hay que dar parte a los frailes.»

Referente a la clausura escribió: «no es para que no puedan salir, sino para que nadie entre a gobernarlas.» «Esto es lo que temen mis monjas: que tienen que venir prelados pesados ​​que las abrumen mucho». Se deduce por el contexto que lo dice porque no quiere que nadie prohíba leer libros en sus conventos.

«Ni aborrecistes, Señor de mi alma, cuando andábades por el mundo las mujeres, antes las favorecístes siempre con mucha piedad y hallástes en ella tanto amor y más fe que en los hombres... No creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois justo juez, y no como los jueces del mundo, que, como son hijos de Adán y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan miedo sospechosa.»

En el siglo XVI era muy común hablar de la debilidad de las mujeres. Ella no parece estar de acuerdo. Su estado religioso no favoreció un pronunciamiento contundente al respecto, pero escribe, por ejemplo, que «la balanza de las gracias divinas a menudo se inclina a favor de las mujeres».



lunes, 18 de mayo de 2015

Campañas que suenan a hueco

Los periódicos no se cansan de emborronar páginas y más páginas acerca de las próximas elecciones: pronósticos, encuestas, entrevistas, chismes, anécdotas… Pues hablemos de las elecciones con la cabeza fría: lentes críticas, de cristales incoloros. Y con el corazón caliente porque nos afectan. De ellas depende que en los próximos cuatro años lamentemos errores o festejemos aciertos. 

Los programas radiales, las cuñas propagandísticas, las marchas, los carteles, las entrevistas están al orden del día. Los políticos quieren hacerse a toda costa con el voto del ciudadano. Gritan su mercancía, adornan sus ofertas con lacitos de colores tratando de deslumbrar al cliente. Después, cuando la papeleta haya traspasado la fisura de la urna, desaparecerán de la calle para recluirse en sus oficinas de moqueta y aire acondicionado. ¿Sin garantía de la calidad del producto despachado? En efecto, sin garantía alguna de que lo que han dicho y prometido vaya a cumplirse.

Slogans en lugar de programas

¿Cuál debiera ser la garantía que quisiéramos bien sellada y puesta al día? Un programa de gobierno con propuestas claras y contundentes, con estrategias precisas, con las obras a realizar bien especificadas. Unos principios claros acerca de cómo gestionar la deuda pública y con las reglas de juego que se aplicarán a los banqueros. Tendrían que hablar claro acerca de los desahucios, las subvenciones a los “dependientes”, etc.

Pero no, los candidatos suelen exhibir confetti y banderitas. Nos dicen que su candidatura es la mejor. Si han alcanzado la madurez blanden su experiencia. Si son jóvenes aseguran que no acarrean mochilas de corrupción en la espalda. ¿A quién reclamaremos si la mercancía adquirida es defectuosa? Lamentablemente no hay a quien reclamar. Se nos dirá que el estado de cosas encontrado no permite cumplir con las promesas hechas. Y nos quedaremos frustrados, burlados e indefensos. Hay experiencias abundantes sobre este particular.

Si a los votantes se les compra con un bocadillo o con un perfil atractivo habrá que concluir que se trata de un voto de ínfima calidad. De acuerdo, un ciudadano, un voto. Quizás sea la manera menos mala de proceder, pero se me ocurre que algunos colectivos se comportan como gallinas que votan a un zorro para desempeñar la presidencia. 

Los slogans suelen albergar un contenido tan genérico que, al final, nada dicen. Son plenamente intercambiables entre los partidos. Una muestra: “Podemos” entra en la liza con el lema: “Empieza el cambio”. Justamente el mismo lema que empleó el partido en las antípodas, el PP, en la campaña anterior. ¿Y qué me dicen de la frase “Trabajar. Hacer. Crecer”. ¿Quién no quiere eso? Ni siquiera ritmo o música en la forma, ya que no en el contenido. 

Menos los infelices e ilusos, todo el mundo da por hecho que en las campañas circulan las mentiras en un elevadísimo tanto por ciento. Hasta el día anterior a la campaña no había dinero para la sanidad ni la escuela. Resultaba inevitable recurrir a los recortes por mor de la calamitosa herencia recibida. A partir de la campaña se prometen millones a crear empleo y se proclama sin rubor que se bajarán los impuestos —que inevitablemente hubo que subir— se atenderá la ley de la independencia, dejará de haber desahucios… Justamente una tal bonanza coincide con la fecha indicada por el calendario para el inicio de la campaña. ¡Ya es coincidencia!

Una vez los diputados o los regidores se acurruquen en sus butacas tendrán todas las facilidades para viajar. No les faltarán dietas para lo que se les ocurra. Asegurarán unas suculentas pensiones vitalicias. Tengo entendido que en el parlamento hasta les subvencionan las comidas y los whiskeys. ¡Buen ejemplo para quienes se pasan el día sudando en la oficina o detrás de una máquina o para quien carece de empleo por quinto año consecutivo. 

La cara oscura del poder

El hombre sensato no es ingenuo hasta el punto de tragarse enteras las promesas de los candidatos. Sabe que el poder es un instrumento formidable para realizar el bien, pero no le pasa por alto que el poder se asemeja a una esponja sumamente absorbente. Absorbe, aspira y atrae toda suerte de pasiones, lo cual empuja a pisotear a los compañeros de camino, a realizar pactos indecorosos y a poner zancadillas donde haga al caso. El poder se mueve en un mundo de tiburones donde la única meta consiste en medrar y, una vez conseguido el ascenso, en mantener el poder. A la cúspide del mando no suelen llegar precisamente los candidatos más cándidos.

Sin embargo, a la postre importa que el pueblo progrese. El líder cobra sentido si se dedica a esta tarea en cuerpo y alma. Si su actividad se resuelve en el exhibicionismo, si su gestión se orienta a sonsacar los aplausos de los sectores pudientes de la sociedad, entonces va bajando peldaños hacia el absurdo. Porque no es el pueblo para el gobernante, sino al revés. Elemental, sí, pero…

De todos modos el paraíso en la tierra es una utopía. Hay que trabajar para que la tierra produzca menos espinas y abrojos, para que la injusticia y la igualdad echen menos raíces. El creyente trata de construir aquí un reflejo de la utopía del más allá. De ahí que no mire las elecciones por encima del hombro. Le afectan sinceramente, pero sabe tomar las debidas distancias. Por lo cual no está dispuesto a adoptar fanatismo alguno, no cree en las promesas excesivas. No idolatra personas, partidos ni programas.

El creyente en Jesús tiene siempre a mano dos objetos de gran utilidad: unos lentes críticos, de cristales incoloros, y un frasquito con una buena dosis del humor que relativiza todo exceso.

viernes, 8 de mayo de 2015

A un candidato en campaña


Apreciado señor candi-dato: permita que le estreche la mano cuando está en disposición de iniciar una campaña electoral previsiblemente dura y compro-metida. Sea dicho en voz baja: usted no está acostumbrado a estas giras. Se le dan mejor las sobremesas y los diálogos sobre moqueta y aderezados con la atmósfera del aire acondicionado.

Sabrá usted del formidable influjo de la televisión en el pensamiento y las decisiones del público. Posiblemente sea la televisión, convenientemente manejada, la que aporta un mayor tanto por ciento a la hora de convertir una candidatura en gobierno efectivo.

Desde que se supo de la potencia del televisor ningún político desdeña cortejar la pequeña pantalla. Tenga o no carisma, sea o no fotogénico, lucha con denuedo para conseguir su ración ante las cámaras. Y no desestima maquillarse con profusión, ni desoye las sugerencias del asesor de imagen acerca del perfil más favorable. Desde entonces ensaya la sonrisa más atractiva

Nadie le hace ascos a los recursos que puedan empujar hacia la victoria. Comprensible. Pero, ¿ha pensado usted, señor candidato, el precio que paga, y el que paga la sociedad toda, por esta obsesión de la pequeña pantalla, por el prurito de la publicidad en general?

Distinguido candidato: el precio a pagar es la banalización de la campaña electoral. La frivolidad, la insustancialidad del mensaje. Eso en el mejor de los casos que, en el peor de ellos, el costo implica la mentira, la desfachatez, la promesa sin soporte. Por no hablar de zancadillas, ironías y hasta insultos de que dan fe los medios de comunicación.

Sabe muy bien que toda campaña arrastra consigo una contracampaña. Es decir, estimula el arte de destacar los defectos del contrario. Usted piensa: si convenzo a la gente de que los otros son muy malos, el ciudadano me elegirá a mí, que lo soy menos. Esta es la clave y el objeto de la contracampaña. Usted quiere vencer, pero no por sus propios méritos, sino por los deméritos del adversario. 

Cierta propaganda subliminar, muy en uso, todavía sería de recibo por cuanto no ataca directamente ni calumnia al contrario: deja que cada uno interprete, aunque da por supuesto que... Más se enturbia el panorama si, por defender su candidatura, echa lodo sobre la del vecino.

¿Qué gana el votante con todo ello? Ni se le proponen programas, ni se le anuncian soluciones técnicas. La campaña se reduce a un pugilato en que ustedes, los contendientes, buscan dejar K.O. al contrario para hacerse con el botín. La respectiva fanaticada corea, en el entretanto, pidiendo golpes más contundentes.

Todo lo cual crea un clima irrespirable, en nada propicio a la serenidad de la campaña, a la reflexión consciente. Al contrario, encona las posturas tomadas, fortalece los bandos y se acaba pensando que todo es válido mientras sirva para asestar un golpe certero al adversario.

¿Dónde están sus argumentos, señor candidato, dónde los debates políticos y las soluciones de carácter técnico? Eso lo desecha, pues aburre al espectador. Quizás tampoco usted se sienta muy fuerte en estas lides... A usted le interesa más bien que sus apariciones televisivas tomen el cariz de demostraciones de fuerza, de espectáculo, de aclamación. Mientras se acicala cuanto sabe para arrastrar los votos que se pongan a tiro. 

Con las cuñas, o anuncios breves, pretende usted identificarse con el gusto musical, el lenguaje y hasta los jugos gástricos del oyente medio. Busca la seducción del momento. Le interesa vencer, no convencer. Y a este fin orienta todos sus esfuerzos. Mejor no aludamos al capítulo de las promesas, colindante con la mentira.
Hay quien dice falsedades una y otra vez sin ruborizarse. Promete a boca llena, sin que le tiemble la voz. Ya no se trata de recursos estratégicos que uno perdona por el fragor de la batalla. La cosa tiene que ver con la falta de ética. 

Este es el precio que estamos pagando en el altar de la publicidad y de la televisión muy especialmente. Los más sensatos ciudadanos empiezan a desconfiar de sus palabras y de las de sus colegas. El sistema de votaciones, arropado por la propaganda televisiva, va erosionándose. En todo caso se acepta como mal menor. El hecho es que los coqueteos populistas, el deseo de agradar a la masa y atrapar el voto mayoritario son pésimos consejeros a la hora de proyectar una campaña política seria.

No me acuse de invitar a la ciudadanía al escepticismo. No se trata de eso. La política es un instrumento muy apto para construir una convivencia más fraternal. Mi pretensión, señor candidato, consiste en invitar a abrir los ojos y no dejarse embaucar. Porque este gran instrumento que es la política con demasiada frecuencia se usa sin responsabilidad, demasiadas veces sirve para labrarse un porvenir fácil, aunque para ello haya que esgrimir mentiras y endurecer el rostro. 

En espera de que la sensación de rubor se le suba por las mejillas cuando le aceche la tentación de la falsedad, se despide su seguro servidor.