El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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jueves, 15 de septiembre de 2011

Mi nueva circunstancia


En la cabecera del blog unas líneas indican que el lector encontrará, entre otros temas, anotaciones personales acerca del entorno y reflexiones del día a día. Debo abordar, pues, mi nueva circunstancia. 

Hace un par de meses que mi Congregación acaba de salir del Capítulo, es decir, de una reunión formal y  representativa de todo el Instituto, que acontece cada determinado período de años en Órdenes e Institutos religiosos. Cada seis en los Misioneros SS. Corazones.

El Capítulo evalúa los trabajos llevados a cabo, planifica el futuro y elige a los que estarán al frente los próximos seis años. Es una gran oportunidad para la renovación del personal y de las ideas. Se trata de uno de los escasos espacios donde resplandece la democracia en la Iglesia. 

Aunque tampoco hay que pecar de ingenuos. No existe campaña ni candidatos, pero hay quien discretamente calla sus expectativas y la de los suyos, mientras otros arrinconan el pudor disertando acerca de sus aptitudes o de las de quienes tienen interés en promocionar. En los días de elecciones los tales se muestran simpáticos, efusivos y acogedores. Se arriman particularmente a quienes -venidos de lejos- desconocen el escenario y el panorama.

Es cuanto da de sí la naturaleza humana. Fuera de lugar estaría cualquier resentimiento o acritud, aunque sí conviene aprovechar las enseñanzas que destilan estos episodios. Como fuere, he acabado el período para el cual me eligieron Vicario y Secretario General y en consecuencia hay que replantear en diálogo la nueva misión. 

He vivido los dos últimos en Barcelona y los cuatro anteriores en Madrid. No tenía mucha importancia la residencia por cuanto mi trabajo estaba frente a la pantalla del ordenador. Claro que había diferencias entre vivir en una u otra ciudad, en una u otra comunidad, sobre todo cuando el clima político se tensa como acontece hoy en día. Catalanes y castellanos tienen visiones opuestas de lo que implica la convivencia y la libertad. Dejemos los detalles para mejor ocasión.

Más contactos reales, menos contactos virtuales
Reconozco que no hacía bien a mi salud corporal ni psíquica las excesivas horas que pasaba ante el ordenador. Un aparato que no sólo hacía las veces de oficina de trabajo, sino también de radio, TV, pantalla de cine, teléfono, prensa, correo, confidente, etc. Y, claro, si dedicaba siete o más horas diarias al ordenador/computadora, no podía dedicárselas a otras tareas. Bien es verdad que, dadas las circunstancias, tampoco había mucha oferta a nivel pastoral en mi entorno.

Ha llegado el momento del cambio, una oportunidad que me satisface en varios aspectos. Menos burocracia, un poquito más de pastoral, contacto directo con la gente de carne y hueso. Sube la estadística de los encuentros reales y desciende la de los encuentros virtuales.  Disfrutaré de un entorno paisajístico de gran hermosura y llevaré a cabo un trabajo útil. Aun cuando mi DNI me asegura que he llegado a la edad de la jubilación, pienso desoír la advertencia por el momento. 

Mi nueva comunidad es la que está al servicio del Santuario de LLuc. Para los que desconozcan el lugar, digamos a grandes trazos que viene a ser como un Montserrat en Mallorca. A escala, claro está. Es el Santuario más importante de la isla, centro de religiosidad popular, de espiritualidad, asociado a la defensa de la identidad mallorquina, cargado de tradiciones. 

Los mallorquines están orgullosos del lugar. Un paraje que no sólo alberga un Santuario y una imagen secular de la Virgen, sino que constituye un escenario boscoso repleto de robles y alcornoques, poblado de piedras fantásticas en sus formas, colores y tamaños. Un territorio -la Sierra norte o de Tramontana- recientemente declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Los peregrinos y los turistas, con objetivos distintos, acuden por miles al Santuario. En algunos momentos los alrededores asemejan un hormiguero ambulante en el que abundan los vestidos extravagantes, se disparan los flashes y se entrecruzan los idiomas.  Los peregrinos visitan a la Virgen morena, buscan un reconstituyente espiritual para sus crisis o simplemente coronan la montaña con talante agradecido. 

Elogio del cambio
Todavía mis tareas no están del todo perfiladas, pero supongo que se ramificarán en la atención a los peregrinos, la crónica del santuario, las celebraciones litúrgicas, quizás alguna responsabilidad en el archivo… Como suele acontecer, poco a poco uno va acumulando cometidos. Un miembro se trasladó a otra comunidad, el otro enfermó o surgieron nuevas necesidades… 

Cambiar de casa y de trabajo cuesta más cuantos más años se van amontonando. Pero, vistas las cosas desde otro ángulo, la variación del lugar y de la tarea constituyen la gran oportunidad para no acartonarse ni anquilosarse. 

Es del todo aconsejable evitar llegar a eventuales situaciones penosas con el transcurrir de los años. Nada más deplorable que repetirse año tras otro, arrastrándose con más pena que gloria, quizás mientras quienes transitan por el mismo camino desean fervorosamente habérselas con otros rostros y programas. La rutina acecha al cabo del tiempo. La tentación de pensar que uno es el mejor sin respetar a quienes están alrededor no deja de ser un peligro real.   
El cambio pone fin a estas tentaciones y peligros. Liquida aquellas situaciones en las que a uno se le ha subido el poder o la vanagloria a la cabeza y ha perdido el mundo de vista. Es preciso cambiar el rumbo antes de que los propios automatismos y usanzas le lleven a considerar a sus prójimos cual diminutas hormigas que se pisotean sin siquiera parar mientes en el hecho.  

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