Desde hace un par de años he sido invitado a formar parte de
los profesores del ISCREB (Institut
Superior de Ciències Religioses de Barcelona). Por circunstancias varias no
he podido decidirme hasta ahora a dar el paso.
Caminar del brazo de la teología
No es que disponga de más tiempo, pero al menos sé dónde
voy a residir en el próximo futuro y conozco algo más las tareas que llevo a
cabo en el Santuario de Lluc (Mallorca). He aceptado dirigir y coordinar una
síntesis del Cristianismo (parte II) que ofrece una visión realmente resumida
de la antropología teológica, la moral cristiana, la escatología, la eclesiología,
los sacramentos y la liturgia.
Espero que tanto abarcar no vaya en perjuicio del buen
apretar, como afirma el refrán. De todos modos siempre he sido amigo de las
síntesis por cuanto obligan a decir en
pocas palabras conceptos dispersos y hasta farragosos. Uno debe recoger
las líneas del horizonte y, en un difícil juego de magia, convertirlas en píldoras
de andar por casa.
No digo que la síntesis desemboque en una
teología más barata, sino que exige una gran capacidad -con su correspondiente
esfuerzo- de recapitulación, de compendiar, integrar, resumir y recopilar. Como
también un esfuerzo de sinopsis.
Llevo 8 años al margen de la docencia teológica, tarea que ha marcado mis años jóvenes y adultos. No digo que la añore, pues en algún período anduve saturado de clases. Sin embargo, después de este largo paréntesis no
me parece mal sumergirme de nuevo en el ambiente teológico con el que he camino
del brazo a lo largo de tantos años.
Todavía no estoy muy familiarizado con el programa / software que facilitará el estudio y
sostendrá las relaciones entre profesores y alumnos. Pero no creo que me
resulte difícil entender su funcionamiento. Paso muchas horas frente a la
pantalla del ordenador y de algo tiene que servir.
Tengo la impresión de que se puede incluso atender mejor a los estudiantes desde el ordenador que desde el aula. Uno
elige el momento oportuno para mandar el correo electrónico y para revisar el
material. En el aula física la hora de clase pasa con rapidez y luego ya alumno
y profesor no suelen encontrarse.
Situarse en un mundo disperso
El concilio Vaticano II (1962-1965) trató de actualizar los
métodos y contenidos de la teología católica. Posiblemente ha sido el apartado
que se ha librado en mayor medida de la
grave involución sufrida en otros campos.
Las mil opiniones que escuchamos alrededor, las infinitas
opiniones que hallamos en la red virtual, exigen tener unos conocimientos
básicos y sistematizados del universo de la fe. De otro modo uno se pierde por los senderos del bosque. No digamos si, como algunos afirman
con buena dosis de sarcasmo, la teología consiste en buscar un inexistente gato
negro en el interior de una habitación oscura.
Muchos son los motivos para el estudio de la teología.
Los laicos deben jugar un papel mucho más relevante del que tienen. El secularismo
ha invadido la sociedad y muchos sucumben ante su empuje por falta de
argumentos y también -justo es decirlo- porque siempre resulta más fácil seguir
la corriente.
¿Qué pensar del ecumenismo, del diálogo interreligioso,
del agnosticismo, del ateísmo, del celibato sacerdotal, del papel de la mujer
en la Iglesia? ¿Hasta qué punto obligan las opiniones del Papa y
de los obispos? ¿Tan mala es la teología de la liberación? ¿Cómo enfocar los
enormes problemas que plantea la bioética y la banalización de la
sexualidad?
La teología puede ayudar a poner un poco de orden en estos asuntos. Me atrevería incluso a decir que puede ayudar a mirar con mayor penetración la enorme problemática de la convivencia, la cuestión social, la crisis que nos devasta... La teología -la fe sistematizada- no es ajena al bullicio cotidiano que nos toca vivir. Estimula el estudio de la situación para luego hacer una opción consecuencte y en conciencia.
La teología puede ayudar a poner un poco de orden en estos asuntos. Me atrevería incluso a decir que puede ayudar a mirar con mayor penetración la enorme problemática de la convivencia, la cuestión social, la crisis que nos devasta... La teología -la fe sistematizada- no es ajena al bullicio cotidiano que nos toca vivir. Estimula el estudio de la situación para luego hacer una opción consecuencte y en conciencia.
Hay que acabar con el tópico de que la teología es una
especie de metafísica para ángeles y que exige necesariamente conocimientos de
griego y de latín. Gracias a su estudio logramos penetrar en las
antigüedades del mundo bíblico, desvelar los vericuetos de la historia de la
Iglesia, enterarnos de las emociones y raciocinios de la patrística griega y
latina, elaborar una opinión acerca de los acontecimientos de cada día.
Son muchos los que razonan en el ámbito religioso con los
recursos adquiridos en la catequesis de comunión o confirmación. Sin embargo,
ningún adulto saldría a la calle exhibiendo su vestido infantil, con pantalones
cortos incluidos. Ni nadie que sepa manejar la bicicleta presumirá de tener
conocimientos válidos para conducir un camión.
Una reina destronada
Por mucho tiempo se consideró a la Teología como “la
reina de las ciencias”. Es cierto que mirando hacia pasadas generaciones se
constata que las mentes más brillantes se dieron al estudio de la teología. Pero
muchas cosas han cambiado hoy en día y cuando alguien dice estudiar teología,
se le espeta sin más: ¿para qué sirve?
Sin embargo, las cosas más inútiles, desde un punto de
vista crematístico, son las que dan mayor sentido a la vida. El amor, el humor, el sentido, la
sensibilidad, la sabiduría… no sirven para nada. Son valores por sí mismos. Ahí
situaría yo también el estudio de la teología.
La que un día era llamada reina de las ciencias, la teología, ha sido destronada y exiliada. Otros
personajes se disputan el trono. La economía, el pragmatismo, el hedonismo… Un sentir
bastante común de nuestros tiempos postmodernos sostiene que la verdad no es
importante. Importa que la vida funcione y yo me lo pase bien.
Así entendidas las cosas, de seguro que la
teología tiene muy poco que decir. Se la puede arrinconar sin escrúpulos.
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