El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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jueves, 20 de junio de 2013

Dios versus verano


Acabo de escribir un prólogo que me han solicitado para un trabajo académico. A pocas horas de estrenar verano y con una temperatura que va encaramándose reconozco que no es el mejor momento para transmitir el escrito.
¿Por qué? Porque trata de temática teológica y apunta hacia las cimas del pensamiento. Desentona, pues, del ambiente turístico mallorquín de esta época. El sol, el bochorno y la arena piden a gritos al viandante que se zambulla en la playa, se deje llevar por el vaivén de las olas mientras extravía la vista en las nubes. Acto seguido, a conversar distendidamente con un amigo mientras vacía un jarro de cerveza.
El hecho es que van por muy distinto camino las letras que siguen. Abordan el tema de Dios. Y, sin más preámbulos, reproduzco los párrafos en cuestión.
Una palabra y un concepto vilipendiado
Decía el filósofo judío M. Buber que Dios es la palabra más vilipendiada, manchada y mutilada que la humanidad ha escrito y pronunciado. No le faltaba razón porque se ha llegado a torturar y asesinar en su nombre. Nada extraño, pues, que alguien haya propuesto permanecer unos años sin pronunciarla ni escribirla.
Por otra parte aproximarse al misterio de Dios es exigente. La fenomenología religiosa se acerca a él diciendo que es un "mysterium tremendum et fascinans". Si bien, en el otro extremo, hay quienes banalizan la palabra y el concepto de Dios. Entonces, ¿con qué estado de ánimo abordarlo? Difícil tarea.  
Sin embargo, es legítimo e incluso necesario experimentar a Dios y hablar de Él. Dónde encontrar, si no, el sentido último de la vida y una solución -inicial, al menos- a la multitud de interrogantes que se nos plantan en el camino? ¿Cómo compartir estas inquietudes sin pronunciar su palabra?
Ahora bien, es del todo preciso mantenerse en un difícil equilibrio. Hablar, sí, pero con mesura. No hay que olvidar que "a Dios nadie lo ha visto nunca". Sólo el Hijo nos lo puede revelar y por eso resulta del todo imprescindible abrir la Biblia y escuchar las palabras de quien sabe del asunto. Nada de inventar teorías sin fundamento.
He aquí, pues, algunos de los motivos para hablar de Dios. Aparte de que Él es el eje de toda teología. Si se tambalea la fe en Dios, se desploma igualmente cualquier otra afirmación referida a la fe. Él se encuentra en la intersección de la inmanencia y la trascendencia de la naturaleza humana.
El centro y objetivo final de la teología no puede ser otro que el misterio de Dios, el Padre de Jesucristo, el dador del Espíritu. Es el tema que permanece más allá de las modas y los énfasis. Cualquier otra perspectiva deriva de esta.
Más allá de los ídolos
El misterio de Dios adquiere progresivamente mayor urgencia e importancia. En el primer mundo porque el secularismo y el ateísmo se extienden como mancha de aceite. Secularismo y ateísmo significan el ocaso de Dios. Apremiante batalla a tener en cuenta.
En cuanto al Tercer Mundo, que en muchos lugares se define como cristiano, las minorías luchan con todos los recursos a su alcance para defender sus privilegios y el "status" adquirido. Dicen que Dios está a favor de ellos pues que garantiza el orden y la paz. Urge, pues, hablar de la verdadera imagen de Dios y denunciar los ídolos tratan de solaparlo.
Existe una gran disparidad en la concepción y las prácticas que se pretenden derivar del mismo Dios. Esto es grave. Porque Él no es tan elástico y genérico que soporte cualquier formulación. Debe recobrar su verdadero perfil. De lo contrario seguirá siendo la palabra vilipendiada y manoseada a la que se refería Buber.
Al confrontar la moral, la trascendencia, el ecumenismo, el diálogo religioso, la lucha por la justicia con Dios -que es su motivación y su fuente- queda claro que Él no se halla ajeno al mundo, sino que se compromete con la historia humana y termina convirtiendo la muerte en resurrección, tal como la vivió Jesús, el Hijo.
Es necesario renovar la concepción de Dios. No se la debe confundir con un ídolo, sujeto pasivo, que espera y exige oraciones e incienso. Tampoco es el Ente que sirve para tapar los agujeros que la ciencia no logra explicar.
Dios es un misterio de amor que ha dejado la responsabilidad de la historia en manos humanas y nos guía a través de su Espíritu. Hay que eliminar las imágenes falsas o engañosas de Dios.
La teología nada tiene de opio para adormecer las conciencias de los ricos y alargar la paciencia de los pobres. Más bien es el pensamiento que comparten todos los que -alimentados por la experiencia de Dios- luchan en favor de los excluidos y de las víctimas de nuestro mundo. Si se quiere, los traspasados ​​de la historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mí me gusta la definición de GÓMEZ CAFFARENA:

Hacer Teología es hacer filosofía desde el presupuesto de la fe.

Y otra cita de Rahner: es el amor y no la razón diferenciadora lo que me mueve a seguir e imitar a Jesús.

Reflexionar en torno al misterio de Dios acaso eso sea hacer teología. Mas se puede ser teólogo y no seguidor de Dios porque lo primero solo exige una actitud intelectual y lo segundo un encuentro personal.

Buenas noches, don Manuel.
Juanjo