Un noble animal, el perro. Será o no el mejor amigo del hombre,
pero le ayuda en mil tareas domésticas, de policía, de salvamento. Hace buena
compañía acurrucado bajo una mesa o jugueteando con los más pequeños en el jardín
de la casa.
De todos modos, habrá que frenar el fervor cuando empieza a
implicarse una calidad de afecto sólo
destinada a otro ser humano. No es vana la advertencia. Se da el caso, no tan
extraño, aunque sí extravagante, de que el hombre incapaz de encontrar consuelo
en otros semejantes, se refugia en la lealtad del dócil animal. Y ahí puede
empezar a complicarse la cuestión. Porque no sólo existen veterinarios -muy
aceptable, después de todo-, sino también restaurantes y menús para perros,
peluqueros para los canes y así siguiendo.
Vaya por delante que el perro, como cualquier otro ser viviente,
puede y debe tener su lugar en el admirable paraíso de la creación. Es de
justicia que no se lo haga sufrir inútilmente e incluso que existan sociedades
protectoras del animal, siempre que no se confundan los planos y se guarden las
debidas distancias.
Claro que son de aplaudir los servicios que realiza el perro al
hacer más cómoda la vida de su dueño y llegar en ocasiones donde al ser humano
le es negado. Lo mismo le transporta a través de la nieve tirando del trineo,
que se interna por barrancos a la búsqueda del montañista desorientado. Realiza
la buena labor de olfatear las maletas en la aduana, por si hay doble fondo, y
defiende la propiedad encomendada en mitad de la noche.
¿El prójimo es un lobo?
A nadie le duelan prendas a la hora de elogiar al animal. Pero un
perro no es un ser humano y no puede convertirse en sucedáneo del amigo. No es
raro escuchar argumentos favorables al perro que, más o menos, se formulan así:
"el perro no me falla jamás, las personas sí me han fallado y
decepcionado". Puede que algo de verdad haya en esta tremenda y dolida
afirmación. Es cierto que, en ocasiones, los humanos llevan a la práctica
aquello que antiguos literatos y filósofos han denunciado o simplemente
constatado: "el hombre es un lobo para el hombre".
Aunque sea verdad, el hecho de buscar la compañía del perro y
distanciarse de la esposa ocasiona un mal irreparable a sí mismo y a los suyos.
La solución no consiste en encariñarse con el perro y dar la espalda a la
persona. Actuar así no es más que una vulgar huida que, por añadidura, habla
muy mal del propio comportamiento. Lo razonable es analizar el porqué del
escaso calor humano que demuestra el prójimo y poner luego el remedio que haga
al caso.
Hay que esperar que nadie tenga la desfachatez de afirmar que la
compañía del perro es más gratificante que la de un semejante. El intercambio
de ideas, el encuentro de los sentimientos, la convergencia de los afectos, no
es comparable al donaire de una cola que se mueve en espiral ni a la gracia de
una lengua que busca la nariz de su dueño. Quien crea otra cosa merece toda
compasión.
Los animales tienen su
lugar
El mito de la creación del hombre, tal como se refleja en el
Génesis, explica en profundidad por qué no se pueden superponer los planos.
Adán descubre su soledad y su indigencia cuando mira alrededor y no ve más que
animales. Desfilan ante él y a cada uno de ellos le pone nombre, lo cual
significa que es dueño y administrador de todos ellos. Pero no encuentra
ninguno que se le parezca ni que pueda corresponderle. Su dignidad es muy otra.
No puede dialogar con el animal ni tratarle de tú. Buscar en los animales un
sucedáneo de la esposa, los hijos o el amigo es una actitud abominable según la
Biblia.
En cambio, con elevado sentido poético y humano, dice el texto que
la mujer está formada de la costilla del varón. Entre ellos sí existe comunidad
de naturaleza y cada uno se ve reflejado en los ojos del otro. La expresión de
Adán al contemplar a la mujer es muy distinta de la que tiene al ver desfilar a
los animales. ¡Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne!, exclama Adán.
Frase que en versión libre significa: ¡Esta es la mujer de mis sueños!
El perro ladra, mientras que el hombre
habla. Imposible el diálogo. El perro necesita comer, descansar y reproducirse,
mientras que el ser humano, además, canta, piensa y acarrea nostalgias de
perfección. Aun cuando el perro sea más leal que un ser humano, no es más que
un perro. Désele el afecto que merece un perro. Nada más.
1 comentario:
Padre si usted supiera que tengo dos gallinitas...le cuento que la vecina de atras ya me dijo que la jaula (que no es peque-na) le queda pequena a ellas ya!
Ayer el vecino me pregunto si a ellas les gustaba la lluvia? Estamos viviendo tiempos pero raros de verdad...Ojala hubieran preguntado eso a algun deambulante! jajaja Esto es cosa de EUA. Saludos! Astrid
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