El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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martes, 10 de septiembre de 2013

En dirección hacia el Jesús de la historia


El curso pasado me estrené dando clases por internet. La Institución que me invitó y que organizaba los encuentros virtuales, además de aportar el programa y algunos recursos, era el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona. ISCREB le llaman por sus siglas que, por cierto, no suenan especialmente delicadas al oído. Pero, como acontece con toda costumbre, a fuerza de repetirlo acaba uno por parecerle la mar de normal el fonema.  

El caso es que el personal dirigente de ISCREB, a través de la Directora de estudios -Nuria Caüm- me ha transmitido una encomienda: que escriba una especie de libro digital que sirva de texto para los estudiantes de Cristología. 

Bajo el peso de la bibliografía
Tareas de este tipo he realizado varias a lo largo de los años y por eso no me negué. Luego, reflexionando conmigo mismo, sin embargo, fui consciente de que la labor no es sencilla. Sí, dispongo de mucho material, incluso de un librito que escribí en Santo Domingo titulado “Jesús, el corazón humano de Dios”. Pero un vistazo a la más reciente bibliografía sobre el tema me hizo experimentar el agobio.   

No podía escribir un texto ignorando totalmente lo que ha salido a la luz en los últimos 20 años. Ahora bien, las publicaciones conforman un río formidable de textos, artículos y escritos de todo tipo. Corren tiempos laicistas y escépticos, pero no se detienen las máquinas de las editoriales. ¿Cómo incorporar lo más relevante de estas publicaciones al encargo que he aceptado? ¿O simplemente hay que ignorarlo?

Escogeré el camino de en medio. Ignoraré todo lo que transite por los caminos de una excesiva especialización o de cuanto sea discutido de entrada. Trataré de incorporar lo que tenga visos de mayor perdurabilidad y resulte más digerible para alguien que, después de todo, sólo despliega las primeras brazadas en este mar de la cristología.  

Mis autores preferidos hasta el presente, particularmente en cristología, eran José I. González Faus, Hans Küng, José A. Pagola, Leonardo Boff y José M. Castillo. No renuncio a ellos y pienso que la mayor parte de sus escritos sigue siendo válido. Pero otros muchos autores se han sumado al pelotón. 

Hay un tema que ha merecido un cultivo excepcional: el del Jesús de la historia. Autores creyentes y escépticos, católicos y de otras confesiones han querido aportar su contribución. Con lo cual el pobre lector vaga desorientado, sin capacidad para enterarse del caudal que sueltan las editoriales. Con frecuencia anda desconcertado, además, porque las conclusiones en ocasiones son tan distintas como distantes. 

Una página de presentación
Yo tengo pensada una página introductoria al capítulo del Jesús histórico que, más o menos, dirá lo que sigue. 

Jesús es una figura histórica, sin duda, y por eso no la podemos secuestrar de su entorno ni de los datos históricos que han llegado hasta nosotros. De lo contrario construiríamos un personaje de perfil fantasmagórico y huérfano de credibilidad.

Las estampas que nos presentan a Jesús de Nazaret son por lo general muy refinadas. Piel blanca, vestidos limpios y planchados, posturas ceremoniosas... Seguro que el aspecto del Jesús de la historia no era tan pulido. Preciso es tener en cuenta que Él vivió hace más de 2.000 años, en un país oriental, de cultura muy diferente a la europea. Por otra parte, los siglos de cristianismo que nos preceden han construido un Jesús tirando a místico y poco humano. Precisamente por eso cuando algún film ha acentuando sus rasgos más humanos, ha indignado a mucha gente.

De todos modos, la investigación del Jesús de la historia -que no coincide sin más con el de la fe ni el del catecismo- es un intento de reconstrucción, una hipótesis. Tampoco hay que creer a los sabios que estudian el tema como si sus conclusiones fueran definitivas. La verdad es que entre ellos mismos difieren notablemente. Aún así, la reconstrucción histórica nos ofrece un Jesús a menudo más sugerente y sorprendente, más cerca del personaje que vivió en la Palestina del siglo primero.

El estudio de Jesús con perspectiva e intereses históricos data de la época de la Ilustración. Anteriormente nadie sintió esa necesidad o, en todo caso, no la planteó. No se ponía en duda que los evangelios eran testigos fidedignos y que remitían a las palabras y los hechos de Jesús. En tiempos del renacimiento y los orígenes del protestantismo ya algunos intelectuales notaron determinadas incoherencias, pero trataban de salir del paso como mejor se les antojaba y -sin hacerse mucho problema.

Sin embargo era previsible que llegara el momento en que se explicitaran serias dudas sobre los evangelios. El momento llegó y tuvo el efecto de un terremoto. Muchos interrogantes irrumpieron. Algunos teólogos incluso confesaron haber perdido la fe. A pesar de estos inconvenientes, la empresa de estudiar el Jesús histórico se convirtió en una aventura apasionante.

La investigación acerca del Jesús de la historia emplea los recursos y criterios que le brinda la metodología. Al final se trata de reconstruir la persona de Jesús de Nazaret, pero después de tantos años y de tantas cosas que ignoramos -de arqueología, sociología, política de la época, etc.- el resultado será inevitablemente limitado. Es necesario moderar el entusiasmo. De paso evitaremos también futuras decepciones dado que las conclusiones y propuestas cambian a menudo.

La investigación sobre el Jesús de la historia se ha convertido en un tema central en los últimos 250 años. A. Schweitzer decía que la hazaña más importante de la teología alemana era el estudio de la vida de Jesús. De hecho, nos hallamos ante un tema central para la exégesis y la teología que quiere dialogar con la cultura del entorno. La sensibilidad por la historia es un rasgo característico del hombre contemporáneo.

Los orígenes geográficos del cristianismo se pueden señalar con el dedo sobre un mapa. Las palabras más fundamentales de la fe cristiana sabemos quién y cuándo las pronunció. Otras religiones remiten al mito, pero el cristianismo lo hace a un evento histórico. Renunciar a la historia de Jesús en principio nos hunde en el docetismo, ignora el hecho de la encarnación y lleva a perder la credibilidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Em sembla molt important, perquè crec que les noves generacions ho desitgen, aprofundir en les estudis historics de Jesús, que no vol dir només en les poques dades que consten a la història de la figura concreta de Jesús sinó també d'altres figures coetanies que ens poden evocar la de Jesús: figures coetanies, ambient social i cultural etc.

Anónimo dijo...

Per exemple, un estudi de les sinagogues i de les pregàries que allà feien els jueus en temps de Jesús, podria situar la història del Messies.