Ante todo vale decir que no conviene confundir la
misericordia con la lástima. El sentimiento de lástima suele ser superficial y
pasajero. El hambre y la enfermedad son lastimosos. El acento recae sobre el
infortunio, más que sobre quien lo padece. Con frecuencia la lástima acaba con un
chasquido de la lengua al contemplar cualquier hecho penoso. La lástima humilla
y no es intercambiable con la compasión.
La misericordia es la actitud consistente en dejarse
afectar por la miseria del prójimo. Va acompañada de la amabilidad y de la
ayuda. Ultrapasa la simpatía para devenir una práctica. En otras palabras, se
trata de un sentimiento de compasión hacia quien sufre, el cual impulsa a la
ayuda. El “miserere” latín (de la raíz miseria), unido al “cor” (corazón)
indica que el misericordioso muestra un corazón solidario hacia aquellos que
pasan necesidad.
En principio goza de buena prensa el individuo compasivo
y misericordioso. No se requiere de complicadas elucubraciones para comprender que
una vida social sin pizca de compasión equivaldría a un infierno. Cualquier
roce conduciría a la agresividad y las personas serían lobos para sus
semejantes. Sin misericordia se diluye la verdadera humanidad y la vida social
se torna despiadada.
Profetas de
la anti-misericordia
Sin embargo, en algunos círculos se ha valorado muy
negativamente la misericordia. El cáustico Nietszche estaba convencido de que
la compasión cristiana era el invento de los vencidos de la vida, de los que se
saben inferiores y de los resentidos.
Proponen los tales como virtud la protección al que es víctima de alguna
minusvalía y así desvían las energías nobles que deberían emplearse en ascender
hacia realizaciones más sublimes. Al sustituir la lucha por la vida por la
protección a los débiles, se preservan los que no valen y no merecen seguir
viviendo. En cambio, los mejor dotados malgastan sus energías en una cusa
innoble en vez de emplearlas cultivando la pasión de vivir.
Esta propuesta suena fatal a oídos de tradición
cristiana, pero es asumida por muchos en la práctica. Si no en forma de
positiva agresión a los débiles, sí como insensibilidad respecto de cualquier
desgracia, infortunio, dolor o injusticia que suceda a su alrededor. La frase
de Caín “¿acaso soy yo guardián de mi hermano?” expresa una tal actitud. Frase
que en versión actualizada también suena así: “no es mi problema”.
A los amigos se los quiere, a los compañeros se los ayuda
y a los enemigos se los combate. El resto no existe. La humanidad no puede ir
recogiendo desechos, sino que debe deshacerse de ellos. Esta ideología no es
aplaudida cuando se exaspera. Pocos alaban los planes de exterminio nazi, aunque muchos de
los que se abstienen de aplaudir sí están de acuerdo en disminuir drasticamente
el presupuesto de ayuda a los pobres y ancianos, a los enfermos sin recursos y
a emigrantes sin papeles. Es la ideología neoliberal. Con toda desfachatez claman sus heraldos: que
cada uno se las arregle. Cada uno es libre para subsistir.
Desterrar la misericordia de los corazones conduce en la práctica
a la deshumanización. Sin este bálsamo aumenta la tensión y quizás el odio
entre las diversas substratos de la sociedad. A los más pudientes el temor les invade
y se encierran en zonas exclusivas y amuralladas, con vallas, guardias, perros,
alarmas y cámaras de vigilancia. Cuando tal sucede la sociedad ha desembocado
en el fracaso.
Las
contradicciones nos abruman. Por una parte la humanidad cada vez se interrelaciona
y estrecha lazos. Piense el lector en las nuevas tecnologías de la información,
en los medios de transporte. El roce resulta inevitable. Se requiere una
especie de argamasa blanda entre los individuos, a fin de que los roces no se
experimenten como choques y, a su vez, provoquen mayor agresividad.
Reflexionando
sobre estos asuntos Freud pensó que sólo el cristianismo ha propuesto cuál debe
ser este material de unión: el mandamiento del amor universal. El ejercicio de
este amor lograría un plus de humanidad en nuestro planeta superpoblado e interconectado.
Pero el inventor del psicoanálisis tendía al pesimismo y, por añadidura, era
ateo. En consecuencia no creyó posible amar de ese modo. Más aún, lo consideró irracional.
Se preguntaba qué motivos hay para amar a un desconocido, particularmente si no
merece este amor.
Final con
tintes bíblicos
Dios es misericordioso, como relata el núcleo de la
historia de salvación en el libro del Éxodo. Por ello sale al encuentro de unas
tribus de esclavos y les muestra el camino de la libertad.
Toda la
simpatía y la compasión de Dios se reveló en Jesús, quien nos mostró la calidad
de su misericordia. Como no tenía cosas para dar, se dio a sí mismo. Vivió
abierto a los demás, a disposición. “Un hombre para los demás”, dictaminó D.
Bonhöffer.
La Buena nueva del evangelio exhorta en uno de sus puntos
culminantes: “sed misericordiosos como Dios es misericordioso”. Las
bienaventuranzas ―privilegiada referencia― dicen así: “felices los
misericordiosos porque ellos obtendrán misericordia.”
Numerosas son las páginas que demuestran cómo Jesús se
dejaba afectar por el sufrimiento ajeno. Escribió un viejo teólogo en el título
de su libro: “Jesús en malas compañías”. Sí, entre pobres, lisiados, leprosos,
publicanos y mujeres de mala vida. Jesús tuvo compasión. Se afectó por el
sufrimiento ajeno, se relacionó con el sujeto que lo padecía, lo ayudó cuando y
cuanto pudo.
4 comentarios:
Nítidas y aleccionadoras reflexiones, querido Padre Soler, aparte las precisiones etimológicas. Es una lástima -y no por culpa suya- que las dos únicas citas hayan tenido que ser las de un ateo y un pastor luterano. Ya digo, que sin duda la culpa no es suya, de usted, sino de "católicos" como yo, y como tantos otros, que en esta hora tan triste pasamos de largo frente a la miseria de los que la padecen. Espero que la Misericordia de Dios también pueda alcanzarnos a nosotros. Un abrazo, en la espiritualidad del corazón. Luis Madrigal (Madrid).-
Al colega Bloguero Luís Madrigal le digo que siempre son bienvenidas sus intervenciones. Y que no le faltan ideas ni palabras en su mochila. Sólo una precisión: además de la cita de un ateo y d eun pastor protestante... también dos del evangelio de Jesús.
Transcribo del artículo: En efecto, la La Buena nueva del evangelio exhorta en uno de sus puntos culminantes: “sed misericordiosos como Dios es misericordioso”. Las bienaventuranzas ―privilegiada referencia― dicen así: “felices los misericordiosos porque ellos obtendrán misericordia.”
De acuerdo, Padre Soler, de acuerdo. Muchas gracias por su cordial recibimiento. En realidad, si se mira bien, las citas bíblicas son tres, incluida la de Caín, en el A.T. Lo que sucede, creo yo, es que Caín, para todos nosotros, los demás caínitas fratricidas de ahora mismo, no es una buena referencia. Aunque también sabemos todos que hay muchos ejemplos a seguir. Tendremos que hablar en algún momento del Padre Joaquim Rosselló y del colchón en el que dormía.
EM SEMBLA QUE LALLÀSTMA MIRA DE DALT A BAIX,ES A DIR QUE ÉS HUMILIANT, EN CANVI LA MISERICORDIA AIXECA EL DESVALGUT.
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