El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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miércoles, 12 de marzo de 2014

Entre la misericordia y la crueldad



Ante todo vale decir que no conviene confundir la misericordia con la lástima. El sentimiento de lástima suele ser superficial y pasajero. El hambre y la enfermedad son lastimosos. El acento recae sobre el infortunio, más que sobre quien lo padece. Con frecuencia la lástima acaba con un chasquido de la lengua al contemplar cualquier hecho penoso. La lástima humilla y no es intercambiable con la compasión.
La misericordia es la actitud consistente en dejarse afectar por la miseria del prójimo. Va acompañada de la amabilidad y de la ayuda. Ultrapasa la simpatía para devenir una práctica. En otras palabras, se trata de un sentimiento de compasión hacia quien sufre, el cual impulsa a la ayuda. El “miserere” latín (de la raíz miseria), unido al “cor” (corazón) indica que el misericordioso muestra un corazón solidario hacia aquellos que pasan necesidad.
En principio goza de buena prensa el individuo compasivo y misericordioso. No se requiere de complicadas elucubraciones para comprender que una vida social sin pizca de compasión equivaldría a un infierno. Cualquier roce conduciría a la agresividad y las personas serían lobos para sus semejantes. Sin misericordia se diluye la verdadera humanidad y la vida social se torna despiadada.
Profetas de la anti-misericordia
Sin embargo, en algunos círculos se ha valorado muy negativamente la misericordia. El cáustico Nietszche estaba convencido de que la compasión cristiana era el invento de los vencidos de la vida, de los que se saben inferiores y de los resentidos.  Proponen los tales como virtud la protección al que es víctima de alguna minusvalía y así desvían las energías nobles que deberían emplearse en ascender hacia realizaciones más sublimes. Al sustituir la lucha por la vida por la protección a los débiles, se preservan los que no valen y no merecen seguir viviendo. En cambio, los mejor dotados malgastan sus energías en una cusa innoble en vez de emplearlas cultivando la pasión de vivir.  
Esta propuesta suena fatal a oídos de tradición cristiana, pero es asumida por muchos en la práctica. Si no en forma de positiva agresión a los débiles, sí como insensibilidad respecto de cualquier desgracia, infortunio, dolor o injusticia que suceda a su alrededor. La frase de Caín “¿acaso soy yo guardián de mi hermano?” expresa una tal actitud. Frase que en versión actualizada también suena así: “no es mi problema”.
A los amigos se los quiere, a los compañeros se los ayuda y a los enemigos se los combate. El resto no existe. La humanidad no puede ir recogiendo desechos, sino que debe deshacerse de ellos. Esta ideología no es aplaudida cuando se exaspera. Pocos alaban los  planes de exterminio nazi, aunque muchos de los que se abstienen de aplaudir sí están de acuerdo en disminuir drasticamente el presupuesto de ayuda a los pobres y ancianos, a los enfermos sin recursos y a emigrantes sin papeles. Es la ideología neoliberal.  Con toda desfachatez claman sus heraldos: que cada uno se las arregle. Cada uno es libre para subsistir.
Desterrar la misericordia de los corazones conduce en la práctica a la deshumanización. Sin este bálsamo aumenta la tensión y quizás el odio entre las diversas substratos de la sociedad. A los más pudientes el temor les invade y se encierran en zonas exclusivas y amuralladas, con vallas, guardias, perros, alarmas y cámaras de vigilancia. Cuando tal sucede la sociedad ha desembocado en el fracaso.  
Las contradicciones nos abruman. Por una parte la humanidad cada vez se interrelaciona y estrecha lazos. Piense el lector en las nuevas tecnologías de la información, en los medios de transporte. El roce resulta inevitable. Se requiere una especie de argamasa blanda entre los individuos, a fin de que los roces no se experimenten como choques y, a su vez, provoquen mayor agresividad.
Reflexionando sobre estos asuntos Freud pensó que sólo el cristianismo ha propuesto cuál debe ser este material de unión: el mandamiento del amor universal. El ejercicio de este amor lograría un plus de humanidad en nuestro planeta superpoblado e interconectado. Pero el inventor del psicoanálisis tendía al pesimismo y, por añadidura, era ateo. En consecuencia no creyó posible amar de ese modo. Más aún, lo consideró irracional. Se preguntaba qué motivos hay para amar a un desconocido, particularmente si no merece este amor.
Final con tintes bíblicos
Dios es misericordioso, como relata el núcleo de la historia de salvación en el libro del Éxodo. Por ello sale al encuentro de unas tribus de esclavos y les muestra el camino de la libertad.
Toda la simpatía y la compasión de Dios se reveló en Jesús, quien nos mostró la calidad de su misericordia. Como no tenía cosas para dar, se dio a sí mismo. Vivió abierto a los demás, a disposición. “Un hombre para los demás”, dictaminó D. Bonhöffer.
La Buena nueva del evangelio exhorta en uno de sus puntos culminantes: “sed misericordiosos como Dios es misericordioso”. Las bienaventuranzas ―privilegiada referencia― dicen así: “felices los misericordiosos porque ellos obtendrán misericordia.”

Numerosas son las páginas que demuestran cómo Jesús se dejaba afectar por el sufrimiento ajeno. Escribió un viejo teólogo en el título de su libro: “Jesús en malas compañías”. Sí, entre pobres, lisiados, leprosos, publicanos y mujeres de mala vida. Jesús tuvo compasión. Se afectó por el sufrimiento ajeno, se relacionó con el sujeto que lo padecía, lo ayudó cuando y cuanto pudo. 

4 comentarios:

Luis Madrigal Tascón dijo...

Nítidas y aleccionadoras reflexiones, querido Padre Soler, aparte las precisiones etimológicas. Es una lástima -y no por culpa suya- que las dos únicas citas hayan tenido que ser las de un ateo y un pastor luterano. Ya digo, que sin duda la culpa no es suya, de usted, sino de "católicos" como yo, y como tantos otros, que en esta hora tan triste pasamos de largo frente a la miseria de los que la padecen. Espero que la Misericordia de Dios también pueda alcanzarnos a nosotros. Un abrazo, en la espiritualidad del corazón. Luis Madrigal (Madrid).-

Manuel Soler Palá, msscc dijo...

Al colega Bloguero Luís Madrigal le digo que siempre son bienvenidas sus intervenciones. Y que no le faltan ideas ni palabras en su mochila. Sólo una precisión: además de la cita de un ateo y d eun pastor protestante... también dos del evangelio de Jesús.
Transcribo del artículo: En efecto, la La Buena nueva del evangelio exhorta en uno de sus puntos culminantes: “sed misericordiosos como Dios es misericordioso”. Las bienaventuranzas ―privilegiada referencia― dicen así: “felices los misericordiosos porque ellos obtendrán misericordia.”

Luis Madrigal Tascón dijo...

De acuerdo, Padre Soler, de acuerdo. Muchas gracias por su cordial recibimiento. En realidad, si se mira bien, las citas bíblicas son tres, incluida la de Caín, en el A.T. Lo que sucede, creo yo, es que Caín, para todos nosotros, los demás caínitas fratricidas de ahora mismo, no es una buena referencia. Aunque también sabemos todos que hay muchos ejemplos a seguir. Tendremos que hablar en algún momento del Padre Joaquim Rosselló y del colchón en el que dormía.

MARIANGELSMANEN dijo...

EM SEMBLA QUE LALLÀSTMA MIRA DE DALT A BAIX,ES A DIR QUE ÉS HUMILIANT, EN CANVI LA MISERICORDIA AIXECA EL DESVALGUT.