¡Feliz año nuevo! Responde el interlocutor: ¡Año nuevo, vida nueva! Estas y otras
expresiones semejantes saturan el aire del hogar, resuenan en las cenas de
amigos o empresas. Se acompañan con besos y abrazos en un ambiente decorado con
globos y confeti.
Imaginemos
una escena irreal, pero no sin sentido. El velo del escenario se levanta. Irrumpe
en la fiesta el pesimista vestido de negro, con los ojos entornados y los
brazos caídos. Tiene todo el perfil del aguafiestas y se empeña en hurgar en la
herida, a la vez que declama unas frases en tono fúnebre. Salen estas palabras
de su boca:
***
Es lo que
toca decir, mentiras piadosas para despistar. Porque no tenemos un año más,
sino un año menos. Del año que se fue quedan las arrugas en el rostro, las
grasas en la barriga y las decepciones en el corazón.
Nada de vida
nueva. Vida tan vieja como siempre, porque nada cambiará. El alcohólico no
dimitirá de la botella, el estafador de cuello blanco y gesto de rapiña ya
planifica sus próximas estafas para el año recién nacido. La envidia seguirá
corroyendo las entrañas del que quiso y no pudo llegar.
El
drogadicto jadea anhelando la primera dosis del año nuevo. En los semáforos
seguirán correteando los niños de los países pobres. Sus oídos se acostumbraron
a los insultos y a los desprecios. Ahora les queda el dilema de padecer las
cornadas del hambre o mendigar las monedas de la humillación.
No acabará,
no, en el año cuya entrada celebramos, el rosario de corrupciones, violaciones
y especulaciones. Las quejas y las denuncias sobreabundan. Dirigen el dedo
índice hacia los políticos que deciden su propio sueldo, hacia los banqueros
que desahucian a los inquilinos y los echan a la calle. Pues en este preciso
momento en que la gente con una diminuta dosis de vergüenza pide que la tierra
se los trague, de la bancada de los parlamentarios una voz volverá a gritar:
¡que se jodan!
El año 2014
no evitará a los adolescentes cargar con sus pesados traumas. Ni las viejecitas
podrán entrar en las tiendas para apaciguar el hambre de sus nietos. Y es que
nada pueden ofrecer a cambio de los alimentos, a no ser un dolor difuso, oscuro
y silencioso.
Una vez más
subirán los precios y bajarán los ingresos. Dicen que es la crisis. No queda
otro remedio si queremos ser competitivos. También los funcionarios y
pensionistas deben arrimar el hombro y apretarse el cinturón. Pasan por alto
quienes dicen tales cosas que sus sueldos son indecentes y sus ganancias
obscenas. No ven ni quieren ver a su prójimo durmiendo en los escasos metros
cuadrados donde se ubica el cajero automático. Que cada palo aguante su vela,
contestan, si alguien les señala al harapiento con el índice. No es su
problema, dicen, poniendo punto final al diálogo.
Un año más o
un año menos en que los sepultureros seguirán enterrando vidas e ilusiones. No
dejan de vestir corbata y guardar las buenas formas por el cuidado que les
trae. Sus vidas dependen en proporción inversa de las vidas de los demás.
¿Cruel? Quizás sí, pero es la vida. El pez grande se come al chico. El pájaro
tiene hambre y se zampa la lombriz. Ni uno ni otro son culpables.
Un nuevo año
genera nuevas mentiras piadosas, colectivas, rutinarias, alienantes. Los niños
volverán a tener hambre. Sus barrigas se hincharán al ritmo que impongan los
parásitos albergados en sus intestinos. Las ratas no detendrán sus paseos
furtivos de rincón en rincón, de basura en basura, de barrio en barrio.
***
¡Feliz año
nuevo! ¡Año nuevo, vida nueva! Besos y abrazos mientras el personal intercambia
sus felicitaciones y enhorabuenas. Pero ahora sale a escena el optimista. Se
abre paso entre las botellas en desorden. Viste de blanco e ilumina su mirada.
Declama en tono festivo.
Felicita
cordialmente el año nuevo a los presentes porque se otea un nuevo horizonte. Es
posible iniciar un cuaderno en blanco, sin manchas ni borrones. Comienza un año
que deja atrás las penas, angustias, traumas y maltratos de los 365 días
desaparecidos.
La vida
sigue ahí burbujeando, coleteando, hormigueando. Toma cuerpo la sed de vivir y
hasta quien sufre cáncer confía en que la enfermedad revertirá. Otros lo han
superado. Nuevos fármacos ya se depositan en el estante de la farmacia.
Todo el
mundo siente la sed del futuro. Unos se contentan con un futuro limitado y con fecha
de caducidad. Otros apuntan mucho más lejos y estimulan sus deseos de una vida
sin recortes ni descuentos. Una vida eterna.
***
Cada uno
elige el guión del año nuevo. No es necesario negar la existencia de uno para
declamar el otro. Pero el corazón siempre acaba declarándose a uno de los dos.
¡Feliz año
nuevo!
1 comentario:
En algún momento me hago un pequeño lío leyendo el artículo. Pero sin duda que el autor usa un lenguaje muy bien cuidado y lo que nos dice es muy real. Que sigan otros análisis semejantes.
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