El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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viernes, 12 de noviembre de 2010

El viaje del Papa desde el retrovisor





Con ocasión de la visita del Papa a Santiago y Barcelona se han movilizado numerosas  campañas y actuaciones. Quienes las propulsaban deseaban manifestar su opinión y tomar postura ante la figura de Benedicto XVI. Como es de suponer el abanico de opiniones y tendencias resultó variado, pintoresco y ameno. Y todavía queda lugar para otras iniciativas: las hubo sorprendentes, extravagantes, rastreras.
Iniciativas en pro y en contra
En el interior mismo de la Iglesia se han dado posturas muy críticas. Por ejemplo, la de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII. Afirman los tales que Benedicto XVI ejerce de manera antidemocrática su función como autoridad religiosa y que su papel en cuanto Jefe de Estado es un contrasentido en abierta oposición al Evangelio. Luego lamentan que el Papa no viaje como peregrino, sino como un personaje que desea ser aclamado. Como también que la organización más ha apuntado a gestionar un fenómeno de masas más que otra cosa.    
El personal al margen de la Iglesia, o decididamente en contra de ella, no ha desaprovechado la ocasión para hacerse escuchar. Han clamado contra un viaje que no respeta la sana laicidad y mezcla productos heterogéneos como son la Iglesia y el Estado. Algunos sectores han trinado contra los costes del viaje, temática que halaga a muchos oídos, aunque también suele pisar la raya de la demagogia.
No hablemos ya de quienes se dedican al insulto soez y visceral contra el Papa y cuanto representa. Los tales se manifiestan generalmente en publicaciones un tanto marginales y muy en particular en el espacio que los artículos de internet ofrecen para que los lectores manifiesten su opinión. Se leen párrafos de muy mal gusto. Algunos carecen de otro argumento que no sea el de mentar los genitales. Dicho sea de paso, por lo general las expresiones bracean sobre un mar de faltas de ortografía.  Y todavía cabría aludir a otras iniciativas más rastreras.
Decía Pio XII que la libertad de prensa en la Iglesia es esencial y justo es favorecerla. Pues con toda modestia voy a ejercerla. Pero como la intención es constructiva al cien por cien, vamos a comenzar con aludir a elementos positivos.
Los viajes papales y sus costos
Con Pablo VI los Pontífices, a mitad de los años sesenta, comenzaron a viajar por el mundo. Luego vino Juan Pablo II con un vigoroso carisma popular y sus viajes alrededor del planeta se multiplicaron. Lo llamaron el Papa viajero o el Papa peregrino. Se movía con garbo entre las multitudes y no le hacía asco a las cámaras. En este punto la Iglesia ha sabido adaptarse. Y no ha desentonado a la hora de recurrir a las nuevas tecnologías, si bien sigue recelando de la prensa y propende más a adoctrinar que a informar.
En cuanto a los gastos del viaje, un Estado sabe bien que la llegada de un personaje notorio como el Pontífice romano implica gastos de seguridad y de acogida. Los representantes políticos del país tienen que movilizarse y favorecer el buen éxito del viaje. Por lo demás, la visita permite asomarse al templo a 150 millones de televidentes y muchos más escucharán el nombre de Barcelona. ¿Qué enorme cifra se necesitaría para conseguir una publicidad semejante?
Cierto que hay quien no comulga con la fe cristiana y rechaza toda religión. De acuerdo. También hay numerosos ciudadanos que no comulgan con el Dalai Lama, ni con Woody Allen, ni con la mujer de Obama, ni con los jeques árabes y, sin embargo, no les parece mal que se movilice la policía y los representantes políticos les rindan honores.
Abundemos en este punto. Tenga el lector por cierto que a una buen parte de la población no le interesa en absoluto ciertas películas de baja estofa que son subvencionadas con dinero público. Muchísimos ciudadanos preferirían que el dinero de todos no se volcara en sueldos a asesores fantasmas ni que fueran a parar al bolsillo de los autores de ciertos estudios de una más que dudosa utilidad. Pues resulta que a algunos grupos sólo les da por protestar airadamente por la visita del Papa. Tienen numerosas ocasiones de defender el dinero público, pero las echan a perder… hasta que un día Benedicto XVI les despierta anunciando su visita al país.  
Desearía otro estilo
Dicho esto, añado que desearía un estilo distinto para los viajes papales. Para comenzar me parecería mucho más apropiado que no tuvieran que rendirle homenajes de Jefe de Estado. Los tiempos no son los mismos, desde luego, pero no logro imaginarme, ni en sueños, que Jesús aceptara ejercer como tal. Se trata de un tópico mil veces escuchado, aunque hasta el presente nadie ha derrotado el argumento.   
Los viajes papales logran un impacto poco común. Concentran a muchísima gente, consiguen repercusión mundial a través de los medios de comunicación. En tiempos de laicismo y aprietos religiosos, es de agradecer. Ahora bien, no perdamos la perspectiva. El Papa existe para dirigir y animar la exhortación de Jesús: id por todo el mundo y extended la Buena Noticia…
¿Sirven a este fin los viajes de los Papas? Los protocolos y el boato no parece que favorezcan precisamente la evangelización. Dijo un sabio: el medio es el mensaje. El medio son las cámaras, el papamóvil, el cortejo, los saludos de los prohombres… Pero se da el caso de que el evangelio prohíbe llevar oro, plata, alforja, dos túnicas… Se requiere de una exégesis realmente complicada y sesgada para compaginarla con los movimientos pontificales.
La evangelización se hace cuesta arriba en el contexto que nos ocupa. Porque evangelizar implica decir cosas desagradables para los potentados de este mundo. Y si los potentados están a dos pasos, sonriendo, dando la mano y colaborando en los gastos del viaje, ya me dirán los delicados, primorosos y ponderados equilibrios que deben trenzarse.    
Es indudable que los viajes de los Papas tienen aspectos positivos. Ahora bien, Juan Pablo II concentraba multitudes al conjuro de su figura y las cámaras lo buscaban con avidez. Sin embargo, dejó a la Iglesia sumida en profunda crisis, se aceleró la salida de seminaristas, los valores cristianos fueron relativizándose, asomaron graves escándalos en el interior de la Iglesia, las parroquias cada vez eran visitadas por menos fieles...
¿En qué quedaron las aclamaciones, los aplausos, las multitudes y el alboroto de los medios de comunicación? Fuegos de artificio. Cuando terminó la representación se apagaron las luces y la gente regresó a lo suyo. Por lo demás, no es verdad que el Papa vaya a conocer mejor a los fieles católicos del país visitado teniendo en cuenta su modo de viajar y rodeado de tanta pompa. No lo creen ni aquellos que lo dicen.
En resumen: hay aspectos positivos en los viajes del Papa. Tienen un enorme eco en la comunidad mundial. Los gastos que ocasionan se ven compensados con creces por las ventajas que suponen a nivel de propaganda y de dineros que atrae el acontecimiento. Es un personaje que dignifica el lugar visitado. Pero por lo que se refiere a los beneficios de la fe, a la animación de la comunidad cristiana, a la evangelización de la sociedad… siento declararme más bien escéptico.

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