Perdone el lector menos avezado a asuntos internos de la Iglesia. Pero aprovecho la oportunidad para plasmar un par de ideas de la conferencia que el próximo martes voy a dar en Eivissa / Ibiza, lugar al que están convocados los encargados de santuarios y ermitas de Catalunya y Baleares. Se trata de una charla sobre el simbolismo de los sacramentos. Antes de abordar el tema hago unas disquisiciones sobre el panorama en la actualidad. Es lo que ofrezco en las líneas siguientes al amigo que aborda este blog.
No quisiera comenzar con una nota negativa, pero lo más lógico y honesto consiste en reconocer, desde el inicio, que el panorama de los sacramentos es más bien desolador. Numerosísimos son los cristianos que en la práctica prescinden de los sacramentos que les ofrece la Iglesia.
No son tan escasos los matrimonios que llevan a sus hijos a bautizar a la parroquia y todavía significativo el número de niños y niñas que hacen la primera comunión. Pero no menos cierto es que desaparecen los adolescentes y jóvenes que frecuentaban la parroquia tras la confirmación. Muchos para siempre. Alguno se casará por la Iglesia, aunque la cifra disminuye de manera galopante. Fuera de los que se relacionan con algún movimiento o grupo, es muy raro ver gente joven participando de la Eucaristía. Determinados sacramentos ya son muy minoritarios: por ejemplo, la unción y la penitencia.
Un panorama nada halagüeño. Pero vale más no desviar la mirada a fin de que el diagnóstico sea certero. Un diagnóstico, es verdad, que no vale igualmente para otras regiones del planeta. No seamos cortos de vista ni nos consideramos el ombligo del mundo. América Latina aún se mantiene, a pesar de la sangría que ocasionan las sectas. África vive un buen momento para la fe, así como la India y algunos países del Oriente lejano.
Lo dicho plantea un problema: si tantas personas en nuestro ámbito se confiesan sinceramente cristianas y les atrae la figura de Cristo, ¿cómo se explica que no quieran acercarse a los sacramentos cuando el mensaje de la la Iglesia les asegura que son imprescindibles para mantener una buena relación con Dios?
Motivos de la desafección por los sacramentos
Aventuremos algunas razones. Los sacerdotes realizan unos gestos, ritos y plegarias que llevan siglos desarrollándose por los templos. Se entendían en los tiempos y lugares donde surgieron, en general de la matriz de la cultura romana. Y aunque algunos detalles se han actualizado en la liturgia, muchas ceremonias han dejado de ser comprensibles. Baste con pensar en las vestimentas y determinadas expresiones de las celebraciones litúrgicas.
Un segundo motivo radica en que, según una mentalidad bastante común, los sacramentos se asocian, no a la libertad y el gozo de vivir, sino a la pesada carga que para muchos significa tener que ir a misa cada domingo y allí aguantar lo que les echen. O tener que manifestar cosas íntimas en el sacramento de la penitencia... Entonces no habrá razón para extrañarse si progresivamente la gente abandona la misa, no bautiza a sus hijos, no se casa por la Iglesia, ni está dispuesta a recurrir al sacerdote cuando un familiar muere. Y menos aún aceptan ir a contar sus intimidades a un clérigo desconocido.
Tercer motivo de desafección. Uno se sacrifica si considera que el fruto del mismo vale la pena. Pero cuando los convencionalismos imponen determinados rituales y no se entienden ni se comprenden a qué vienen, entonces pronto buscará y encontrará razones para no complicarse la vida. Es lo que sucede a muchos cristianos, particularmente jóvenes. Como no entienden las ceremonias ni el sentido de los sacramentos, prescinden de ellos.
Todavía hay más y de mayor envergadura. Algunos catequetistas, y también clérigos, consideran que los sacramentos existen porque Dios lo ha dispuesto así. Jesucristo los instituyó y la Iglesia se encarga de administrarlos. Luego el buen cristiano está obligado a recibirlos, es decir, a pasar por el aro.
El asunto debería enfocarse no a partir de Dios que manifiesta su voluntad acerca de los sacramentos, sino desde los seres humanos que expresan sus experiencias mediante gestos simbólicos. Dado que Dios es respetuoso de la condición humana, interviene y actúa, en la vida de las personas, a través de estas experiencias. Teniendo siempre muy en cuenta que las experiencias humanas se expresan simbólicamente. Y, cuando son experiencias colectivas, también requieren algún tipo de ritual.
El sistema según el cual los sacramentos tienen su origen en Dios, de modo un tanto arbitrario y sin tener en cuenta la realidad humana, explica que Él interviene en el gesto o el rito obrando un efecto inmediato. A condición, claro está, de que quien lo reciba no ponga obstáculo (ex opere operato). La explicación opuesta no niega que Dios tenga que ver con el sacramento, pero sí deja claro que toma muy en consideración la experiencia de la persona. Una experiencia que se expresa mediante símbolos. En realidad, las experiencias profundas sólo logran manifestarse a través de ellos.
La primera explicación fácilmente conduce al ritualismo y la magia. La otra tiene en cuenta los sentimientos y la manera de sentir y actuar de las personas en este mundo. Y está más de acuerdo con lo que nos aportan los textos del Nuevo Testamento.
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