La disyuntiva acerca de si monarquía o república nos acosa por los cuatro costados en estos días. Algo habrá que decir al respecto. Vaya por delante que ambos conceptos se asocian a un modo de hacer y de pensar marcado por los revueltos años 30 y se aborda el tema más con las vísceras que con la razón.
Uno escucha el vocablo monarquía e inmediatamente la mente divaga por conceptos tales como derechas, oligarquía, conservadurismo, capital, bancos, Iglesia, corrupción…. Y en cuanto resuena la palabra república toman cuerpo las nubes de la anarquía, el desorden, el caos, el izquierdismo, las milicias, el odio a lo religioso, etc.
Tales constelaciones se han conformado años atrás y la literatura de la guerra civil abunda sobre el particular. Pero de por sí se trata de dos diversos modos de organizar el Estado y la convivencia. En otros países existen monarquías muy avanzadas en lo social y Repúblicas claramente escoradas a la derecha.
Me propongo expresar mi punto de vista sin focalizar en exceso el asunto en lo que sucedió en la España de los años 30, cuando los ciudadanos usaron la cabeza para embestir más que para pensar. Lo cual desembocó en una cruda y sangrante guerra incivil. Voy a exponer las razones por bloques.
1. Exigencias democráticas
La monarquía se alimenta de un humus que nada tiene de democrático. Tiene que ver con la biología e hay quien pretende incluso que con la elección divina. No es de razón argumentar desde estos supuestos en pleno siglo XXI. La cultura democrática da por sentado que el poder último se asienta en la ciudadanía. Cuando un gobernante no cumple o desagrada, se elige a otro y se acabó. Cualquier ciudadano, en teoría, puede ser jefe de Estado. Obama, hijo de una madre pobre y un padre africano ha llegado a la más alta magistratura en uno de los países más poderosos de nuestro mundo.
Las monarquías se rodean de un ambiente jerárquico y cortesano que agranda la distancia respecto de los ciudadanos. Por muy campechano que sea, el Rey se sitúa un peldaño más arriba. ¡Por sus venas corre sangre azul! Se trata de una especie de vasallaje desfasado y humillante. Por si fuera poco, el Estado penaliza a quien osa criticar o mofarse del Rey en los medios de comunicación. Y puede exhibir su inmunidad/impunidad por más crímenes que cometa. ¡¿Iguales ante la ley?!
¿Dónde queda la igualdad de oportunidades? Por esencia la monarquía se alimenta de una raíz antidemocràtica. Cierto que en muchas Repúblicas tampoco a la gente se la trata igual ante la ley, pero al menos no se consagra esta teoría. Añádase a ello que en el interior de la misma monarquía –la española, al menos—, tiene preferencia el varón a la mujer. ¿En qué país vivimos?
2. Ínfulas exhibicionistas
La realeza tiene mucho que ver con palacios, cortesanos, joyas y vestidos. Las revistas de páginas satinadas exhiben y magnifican cuanto acontece alrededor de la familia real. ¿Pertenece la monarquía al ámbito del gobierno o de la farándula?
El monarca, Jefe de Estado, se mueve básicamente en círculos empresariales y financieros. Es verdad que algunos grupos derechistas han rebajado su fervor por el Rey, pero con él están a partir un piñón el ejército, la patronal y la banca. La apoyaron y ahí se mantienen porque les ofrece un orden constitucional favorable. También respiran aires parecidos –y con pena lo digo— los hombres de Iglesia. Con excepciones, es verdad.
3. Gastos excesivos y ofensivos
A los reyes y los príncipes les sufragamos los palacios, los viajes en yates, las correrías en las pistas de esquí, los caprichos cinegéticos, las cabalgatas y el golf. Disponen de un sistema de ayudantes, secretarios y escoltas. A cambio leen algún discurso (que por supuesto no escriben) y saludan de vez en cuando. El sueldo de los Reyes y su familia ha sido durante años un asunto totalmente opaco para la sociedad. Últimamente se han dado cifras tratando de amortiguar el golpe de la caída.
Aún así, se sabe que la familia real gasta muchísimo más de lo que supone el sueldo. Los presupuestos de los diversos ministerios se encargan de camuflar los gastos que corresponden a los desfiles, escoltas, viajes, recepciones y un larguísimo etc. ¿Por qué la gente común debe pagarle gastos suntuarios a un Rey que ni siquiera tiene que responder de sus eventuales crímenes?
4. De la mano de Franco
Añádase a todo ello que en España la actual monarquía vino de la mano de Franco, el dictador. Un hombre que en su singular intento de regenerar la sociedad aportó la muerte de 192.684 seres humanos y 300.000 desaparecidos. Cifras que he leído y no sé si pecan por exceso o por defecto. Franco, un individuo que con su dictadura sumió al país en un enorme retraso económico y cultural.
El 18 de julio de 1978, la Casa del Rey publicó el siguiente texto: “Hoy se conmemora el aniversario del Alzamiento Nacional que dio a España la victoria contra el odio y la miseria, la victoria contra la anarquía, la victoria para llevar la paz y el bienestar a todos los españoles. Surgió el Ejército, escuela de virtudes nacionales, y a su cabeza el Generalísimo Franco, forjador de la gran obra de regeneración.”
5. Otros flecos
Por supuesto que existen Repúblicas con gobernantes ineficaces, injustos y hasta pervertidos. Nada tiene de riguroso compararlas con las monarquías más decentes. Se trata de realidades heterogéneas.
Hay partidos en el país que dicen tener ADN republicano, pero que votan en monárquico porque hace más de 30 años se avinieron a un pacto. Renunciar a los propios principios no se me antoja un correcto proceder. Y, en todo caso, los pactos pueden cambiar transcurridos 30 años.
Sin ánimo de ofender, pero imagine el lector que el descendiente destinado a Rey sale psicológicamente tarado o con inclinaciones masoquistas o simplemente resulta inepto. ¿No cabe sino aguantarlo y resignarse? ¿No será estúpido un tal proceder? Y conste que las familias reales son pródigas en alumbrar individuos psicópatas, crueles, caprichosos, lujuriosos y dictadores. Repase el lector la biografía de Felipe V, por ejemplo, y sabrá de qué va la cosa.
¿Qué hace un Rey que no pueda hacer cualquier otro Jefe de Estado? Me atrevo a decir, con ironía no gratuita, que sí hace algo más. En caso de colisión entre la patria que rige y la familia a la que pertenece, el Rey suelen decantarse por quienes alegan tener sangre azul.
Motivo de más para pensar a fondo si hay que depositar un voto monárquico o republicano en el caso de que uno pudiera pronunciarse. Un caso que no es el caso. Y es que no hay motivo para referéndum alguno, dicen las fuerzas constituidas: “Lo que no está en la Constitución no existe”. Y, añado yo, muchas cosas que están tampoco existen. Por ejemplo, que “todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada.”
2 comentarios:
Amb aquests raonaments crec que qualsevol s'hauria de convèncer de que les monarquies hi sobren. Sobretot quan estan corcades per dins. Enhorabona!
Enhorabona! Podria subscriure tot l'article,l'argument està molt ben plantejat i és entenedor per a tothom.
Margarida.
Publicar un comentario