El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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lunes, 20 de octubre de 2014

Al sujeto "light"

La revista "Vida Nueva" (nº 2.912, 11-17 octubre 2014) ha publicado el pliego central dedicado a una galeria de personajes posmodernos que he ido describiendo. Por cierto, cometí un error. Tocaba escribir "postmodernistas", pero se me pasó por alto. Y repito el error a lo largo de las páginas. 
Una de las cartas la dirigía al sujeto "light", que es el más típico representante de la galería. La reproduzco en este blog. Otro tanto hice con la entrada anterior.


No eres ajeno, amigo postmodernista, al hecho de que en los últimos lustros han escalado la moda —y en ella permanecen— algunos produc-tos apellidados «light.» A uno le es dado comprar tabaco sin nicotina, café sin cafeína, leche sin grasa, galletas bajas en hidratos de carbono, carnes con poca proteína, etc. etc.

El caso es que junto a estos productos desnaturalizados también ha surgido un tipo de ser humano rebajado o devaluado. Y cabe tropezar con un hombre o una mujer que «hace el amor» sin amor, opta sin comprometerse, discursea sin decir nada y vive de acuerdo a unos valores que no tienen peso específico alguno. ¿No te suena?

A ti, ciudadano «light», te interesa todo, pero sólo en la fachada. Te gusta estar bien informado y leer varios periódicos, sin embargo, te contentas con los títulos y los grandes recuadros. Accedes a informaciones reservadas y a estadísticas elaboradas con criterio científico, aunque no consigues hacer la adecuada síntesis. De modo que te conviertes en un sujeto trivial, ligero, frívolo. Al contacto con tu carácter, las ideas, los compromisos, los organigramas se tornan etéreos, volátiles, banales, relativos.

Dado que has presenciado tan numerosos cambios en tan corto espacio de tiempo, como cada día te desayunas con un nuevo invento que te facilita la vida, ya no sabes muy bien a qué atenerte. Cualquier problema espinoso lo despachas diciendo que los tiempos han cambiado, mientras miras a otra parte dispuesto a seguir tu rutina. 

Posiblemente eres un profesional válido y prestigioso, pero, en cuanto interrumpes tu trabajo, flotas en la sociedad como un barco a la deriva. Confundes las ideas, no dispones de una precisa escala de valores. Todo se te antoja indiferente y relativo. Actúas en consecuencia con una gran permisividad. No sabes dónde conviene cerrar un ojo y donde es preciso abrir los dos, de modo que vives en permanente letargo. 

Un gran vacío moral va abriéndose paso en la sociedad «light» y en el corazón de quienes participan de tus ideas. Es que las grandes transformaciones sufridas en los últimos años —la informática, la democratización en serie, las novedades científicas, la caída del bloque comunista— al principio se contemplan con estupor, pero luego uno acaba acostumbrándose. Más tarde reacciona con indiferencia para finalmente tomar los datos como hechos inevitables sobre los que vale más no elucubrar.

Así va tomando cuerpo el hombre «light.» Éstos son tus orígenes. A este propósito se ha hablado de pensamiento débil, de convicciones sin firmeza, de asepsia en los ideales, de una actitud que cabalga entre la curiosidad superficial y el relativismo moral. Tu ideología no puede ser otra que la del pragmatismo. Tu norma de conducta te impulsa a adherirte a lo que está de moda. La ética de que echas mano confina y hasta se confunde con la estadística. Tu moral subjetiva pone anclas en aquello que te agrada y satisface. 

No te apasionas, pero tampoco te dejas atrapar por la tragedia. Tu cultura es una síntesis sin olor ni sabor, que prefiere los términos comunes, los gustos rebajados, las opciones intermedias, los sentimientos tenues. Como las comidas sin grasas, sin excitantes, sin calorías. Todo sin riesgo. Naturalmente que no vas a dejar estela alguna a tu paso. Te dejan indiferente los valores, sólo alcanzas a cumplir con las normas de urbanidad y a guiñarle el ojo a una estética reconfortante.

Alguien te ha bautizado como el hombre del gran vacío y del ideal aséptico. Y para obrar con coherencia, al caer la noche, te desplomas en tu sillón frente al televisor, te armas del mando a distancia y pasas de un canal a otro para saberlo todo sin tomar partido por nada. Cambiaste los libros consistentes, de preciso contenido, por las revistas multicolores. No crees en casi nada o quizás no sabes si crees en casi nada. Has desertado de todos los valores que exigen esfuerzo y compromiso.

¿Será el plástico el nuevo signo de los tiempos? ¿Será el usar y tirar el criterio y norma de los siglos venideros? ¿Consistirá el perfil del triunfador en adoptar una sonrisa artificial, mostrarse educadamente agresivo y pragmático, para así acumular dinero y fama? 

Este cúmulo de hechos y circunstancias, hombre/mujer light, erosionan tu persona en sus más profundas raíces. La hacen vulnerable e indefensa. Entonces te conviertes en fácil presa para la manipulación y te llevan de acá para allá. La publicidad te da la puntilla y te convence de que no es importante construirse una personalidad más humana, culta y espiritual. Importa saborear los sentimientos gratificantes generados por el placer y el dinero.

Al individuo «light», naturalmente, le corresponde un corazón «light». Descafeinado, de contornos imprecisos, relativizado y rebajado. Encaja con tantos otros personajes de nuestra historia antigua y reciente destinados a ocupar la galería de personajes ligeros, fútiles, que huyen de toda responsabilidad. De corazón volátil, etéreo, tornadizo y sutil. 

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