El Vaticano censuró hace un par de meses a Margaret A. Farley, una conocida
religiosa estadounidense, profesora de Universidad, por un libro que escribió
en 2006 sobre temática sexual. Con anterioridad el Vaticano condenó a la
Conferencia de Religiosas USA más numerosa.
Alegaba que esta organización -y otras semejantes- promovían “un feminismo
radical”, al tiempo que no seguían las enseñanzas de la Iglesia respecto de la
homosexualidad y el aborto. Igualmente consideraba fuera de lugar la demanda de
que la mujer recibiera la ordenación sacerdotal. Es de toda evidencia que en
algunos círculos de la vida religiosa, sobre todo femenina, y particularmente
en Norteamérica, existe un notable disenso. La cosa viene de lejos y el Vaticano
trata de ponerle freno.
En la reunión anual de la Conferencia de las religiosas norteamericanas (Leadership Conference of Women Religious),
grupo que representa al 80% de las religiosas en USA, las protagonistas
evaluaron la situación. Dijeron que el escrito de la Sta. Sede se basaba en “acusaciones
insustanciales y que fue el resultado de un proceso viciado que careció de
transparencia”. Además su contenido provocó escándalo y dolor en la Iglesia.
Las representantes de la Conferencia viajaron a Roma con el intento de
armonizar y suavizar las aristas con las autoridades del Vaticano. Muchos
sectores de la comunidad de religiosas y del mundo académico católico
estadounidense defiendes sus ideas y posturas. Al lanzar una acusación global contra
las monjas muchos laicos se han sentido aludidos, pues son miles los que han
sido educados por religiosas en las escuelas católicas, atendidos en los
hospitales y catequizados en las parroquias.
Principios que merecen aprobación y solidaridad
Mi intención no consiste tanto en detallar el conflicto cuanto incidir en
la respuesta dada por la última asamblea
de la Conferencia y que valió aplausos prolongados de todos los asistentes. Se
desempañaba como portavoz del grupo la presidenta Pat Farrell, OSF. Comparto
plenamente algunas de sus formulaciones y me remito a ellas telegráficamente
por falta de espacio.
1. Estamos en tiempo de crisis, lo cual es esperanzador. Las crisis traen
cambios y necesitamos hondas transformaciones.
2. Se aproxima el 50 aniversario del Vaticano II. Debemos celebrarlo porque
hemos sido formadas en sus documentos y sus escritos nos llevan a la dolorosa
realidad de que vivimos un momento muy diferente.
3. No es la primera vez que una
concepción de la vida religiosa choca con la Iglesia más oficial. Los
diferentes roles, en una Iglesia ideal, deben mantenerse en tensión creativa,
con respeto y aprecio mutuo. Sólo un diálogo abierto edifica a la Iglesia.
4. Agentes pastorales, incluidos obispos, nos han apoyado y comparten
nuestra preocupación por la intolerancia respecto de la disidencia y el freno impuesto
a la mujer. No se toma en consideración que hablan personas con conciencias
formadas e informadas.
5. El mundo va superando las construcciones dualistas: superior/inferior –
ganar/perder – dominación/sumisión… En su lugar emerge la igualdad, la
comunión, la reciprocidad, el conocimiento intuitivo y el amor. Todo lo cual
anuncia un futuro esperanzador.
6. Los cambios debemos abordarlos con una oración contemplativa. Nuestras
vidas comienzan y terminan atraídas por el Misterio divino.
7. Hemos de afrontar los cambios con voz profética, la que le corresponde a
la vida religiosa. Urge buscar y luego ofrecer un estilo alternativo a la
cultura dominante, cuestionar las estructuras que excluyen a unos y benefician
a otros. La verdad hay que buscarla juntos, sin arrogancia, sin pretender
haberla descubierto y poseído.
8. Preciso es afrontar los cambios sin perder jamás de vista la solidaridad
con los marginados y pobres. Nuestra misión consiste en darnos amorosamente, y
en primer lugar a quienes más carencias tienen. La marginación es un lugar
privilegiado del encuentro con Dios.
9. Los tiempos cambiantes deben ser abordados desde la comunidad. La unión
hace la fuerza. Aunque las formas de vida comunitaria han cambiado
radicalmente, la comunidad nos ha fortalecido, nos ha permitido dialogar y
llegar al consenso, nos ha conducido hacia un estilo menos jerarquizado y más
horizontal.
10. Los nuevos tiempos hay que recibirlos sin violencia. Sirva el ejemplo
del pararrayos que atrae la carga hacia si canalizándola a la tierra y
proporcionando protección. No se queda con la energía destructiva, sino que
permite que fluya a la tierra para ser trasformada.
11. Los cambios se aceptan viviendo una esperanza gozosa que estimula la
atención hacia los signos del Reino. Éstos irrumpe aquí y allá como semillas de
mayor democracia, tolerancia y participación. Estamos muy de acuerdo con la
formulación esperanzada que reza así: “pueden aplastar algunas flores, pero no
pueden detener la primavera”.
En conjunto la respuesta de las religiosas me parece ejemplar. Quieren
diálogo, pero no aceptan la sumisión. Buscan la verdad, pero no desprecian
buscarla juntos. Desean igualdad y comunión, pero no condenas ni amenazas.
Se me ocurre que la cruz de Jesús no fue símbolo de resignación, sino de protesta. Con una resignación prematura jamás Jesús habría subido a la cruz. Pero no se resignó ni sometió. Tampoco las religiosas de EE. UU. Existen valores evangélicos y signos de los tiempos a los que la conciencia no puede renunciar. Y en ocasiones entran en conflicto con otros valores.
Se me ocurre que la cruz de Jesús no fue símbolo de resignación, sino de protesta. Con una resignación prematura jamás Jesús habría subido a la cruz. Pero no se resignó ni sometió. Tampoco las religiosas de EE. UU. Existen valores evangélicos y signos de los tiempos a los que la conciencia no puede renunciar. Y en ocasiones entran en conflicto con otros valores.
4 comentarios:
Sin embargo las cosas tienen su complicación. También la sumisión es un valor y la Iglesia tiene todo el derecho a exigirla a sus hijos e hijas.
Estamos deacuerdo ...hay que seguir estudiando los signos de los tiempos. Muy buen articulo, me gustaría conocer su opinión acerca de los homosexuales nacidos así...Le felicito Padre! Lo felicito por su valentía! AStrid de P.R.
Al comentario del día 30 respondo: ante todo habría que determinar el sentido que se le da al vocablo sumisión. Si equivale a acato y reverencia, de acuerdo. Pero aun en este caso no hay que perder de vista que existe una jerarquía de valores (como afirmó el Vaticano II). Creo que en esta jerartquía los vlaores más cercanos al evangelio prevalecen frente a los otros.
Sumisión quizás equivale a sujeción y humillación. Cuando se habla de una mujer sumisa, la palabra no suena bien. Creo que es el sentido más común del vocablo. En tal caso, nada de sumisión.
Al comentario del día 31 respondo: Gracias, Astrid, por tus palabras. Te recuerdo sentada en el primer banco del aula en el Cedoc años atrás. Sé que sigues con ganas la actualidad eclesial y que no te faltan inquietudes.
Confieso que yo antes tenía las ideas más claras que hoy en día. Uno aprende y desaprende con el paso del tiempo. Frente a un homosexual hay dos principios a tener muy en cuenta: el respeto que merece todo ser humano y el respeto a la propia conciencia que debe formarse e informarse debidamente.
Luego ya no estoy tan seguro del grado de bondad o maldad objetivo que puede tener esta actitud. Por lo cual en principio prefiero equivocarme siendo excesivamente comprensivo que juzgando con excesiva severidad.
Un cordial saludo.
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