El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

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sábado, 20 de diciembre de 2014

Protagonistas de la Navidad

El calendario pronto indicará con trazos rojos la fecha esperada. Es el momento de evocar a los protagonistas de la navidad y formularles un intenso ruego: que el abrazo navideño no dure sólo el lapso de tiempo que le asigna la agenda. Que las caras afables y distendidas se prolonguen mucho más allá de las veladas de esta época, quizás arropadas por los vapores del alcohol. 


Los ángeles cantores

Protagonistas son los ángeles cantores. A ellos, fabricados de elementos frágiles y translúcidos, o de carnes sonrosadas y regordetas —según el menú de la propia fantasía— les va a costar trabajo convencer a un puñado de hombres para que se pongan en camino hacia la cueva. Unos les confundirán con un sueño infantil y se darán la vuelta para prolongar momentos dulces entre las sábanas. Otros pensarán que a horas de la noche sería un disparate abandonar la casa con los peligros que acechan fuera. La misma vivienda quedaría a voluntad de cualquier malhechor de la madrugada.

Probablemente no convencerán a más de media docena de personas. Los especuladores tienen asuntos más importantes entre manos. Los desengañados ya están hartos de promesas. A los intrigantes les falta tiempo para maquinar sus propósitos.


María, la Madre

Tras mirar al cielo volvemos los ojos a la tierra. A la tierra, aunque la muchacha irradie un aura que se diría celestial. Ella es María, la silenciosa engendradora del Dios encarnado. Sufre al constatar la represión del Hombre nuevo que no logra nacer. Sí, el niño que cada uno lleva en su interior no se atreve a salir. Teme que le tachen de ingenuo e incluso que algunos individuos de duro corazón le vapuleen. 

María, la nazarena, nos enseña a no reservarse cuando llega el momento de darse. A no levantar la guardia cuando es necesario distenderse, a decir que sí confiadamente. O acabaremos conformando un mundo en el que los seres humanos vivirán temerosos y cruzarán las calles aderezados con escudos y armaduras. Un mundo en que confundiremos las sombras de los árboles con maleantes y se nos antojarán salteadores quienes nos tiendan la mano para el saludo. 

El discreto José

Junto a María, José. El hombre honrado a quien le tocó en suerte proteger el buen nombre de su esposa y ofrecerle las escasas comodidades que estuvieran al alcance. José deberá velar horas extras para sostener nuestra convivencia que se derrumba a marchas forzadas. Para sensibilizar el corazón de quien alardea de amanecer entre vahos de alcohol y músicas distorsionadas. Pues al son de palabras soeces y ritmos frenéticos no hay niño que atreva a asomar la cabeza del seno en que descansa.

El justo y discreto José comprenderá los malos modos que se adueñan de muchos ambientes. Y es que, tras vivir un día irritados entre filas y agresiones de todo tipo, padeciendo el desdén de los funcionarios de cualquier oficina pública, se requiere volver a la casa para encontrar una dosis de paz. Pero sucede que uno suele tropezarse con la basura del vecino o permanece, de mal grado, en vela a causa de los ladridos del perro de enfrente. Si por azar se concibe un niño en estas circunstancias, difícilmente será hijo del amor. 

José comprende tales situaciones, pues experimentó de cerca el menosprecio de sus contemporáneos y la dureza de que un niño venga al mundo entre telarañas y pajas malolientes. Por cierto, unas telarañas que en nada se parecían a las lucecitas de colores cuya metamorfosis fue un largo proceso en el transcurrir de los siglos.

Jesús, el protagonista ignorado

Queda para el final el imprescindible protagonista de la navidad. ¿Será un mal síntoma que asome la nariz precisamente el último de todos? Puede que sí, porque no raramente Jesús pasa desapercibido el día de navidad. Sucede cuando los protagonistas son los cohetes, los cantos, el lechón asado, los regalitos insulsos y el inefable arbolito de navidad. ¿Y el niño? Se las han apañado para celebrar una navidad huérfana de niño. 

La navidad del año primero resultó incómoda, pero unos pastores de corazón risueño acudieron a la cueva. Unos ángeles transmitieron el mensaje: "gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad". Hubo quien lo escuchó. En la navidad primera la fugitiva luz de una estrella resplandeció en el horizonte. Y un par de pobres, José y María, acogieron encantados al niño entre pañales.
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                         Un marco fantástico, la Sagrada Familia,                              para el más célebre villancico. 

         ¡¡Felices Navidades !!



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