El próximo día 17 se cumple el 125 aniversario de la Congregación a que pertenezco. Se me ocurre publicar unas notas sobre el tema que me han guiado en diversas charlas a jóvenes misioneros en formación y también a laicos. Aquí van.
Cada familia religiosa tiene su propia espiritualidad. De otro modo ni siquiera se justificaría su existencia. Una espiritualidad propia supone que una persona o un colectivo leen el evangelio desde su perspectiva singular. Su talante, su sensibilidad, su carácter, las necesidades del entorno, las experiencias vividas le llevan a fijarse más en unos datos, textos o vivencias que en otros. Todos leen el mismo evangelio, pero los subrayados son muy distintos.
Es muy legítimo que tal suceda, pues nadie es capaz de abarcar la amplia gama de la espiritualidad cristiana ni de reproducir los múltiples acentos de la riqueza que manifestó Jesús en su vida mortal. Cierto que no se debe excluir ningún elemento esencial de la revelación cristiana, pero sí cabe enfatizar uno más que otro. La exclusión hace herejes o fanáticos. El subrayado otorga un perfil propio en el interior de la comunidad.
1. Joaquim Rosselló en los inicios del
camino
En el inicio
de una espiritualidad solemos encontrar a un personaje, de fuerte personalidad,
que atrae a otros y conforma un grupo eclesial.
Así en las Ordenes y Congregaciones de la Iglesia, así en la Congregación
de Misioneros SS. CC. Esta personalidad responde al nombre de Joaquín Rosselló
que fundó la Congregación de los Misioneros de los SS. Corazones de Jesús y
María (Mallorca).
El fundador
nació el 28 de junio de 1833 en Mallorca y murió el 20 de diciembre de 1909. Su
perfil remite a una infancia movida por el instinto de Dios, a una juventud
piadosa, apostólicamente inquieta y generosa. A una madurez en la que engendra
una Congregación dotada de la espiritualidad de los SS. Corazones, a la que
transmite el gusto de la soledad, a la vez que el afán de trabajar por el Reino
de Dios. A lo largo de su vida religiosa y apostólica desarrolla un poderoso
carisma de dirección espiritual. Su palabra sencilla y convencida es apreciada
y de muy buena gana recibida. Clérigos de gran talla espiritual acuden a él en
busca de aliento y discernimiento.
El P. Joaquím
Rosselló pasó inadvertido en el ámbito de la política, de la ciencia o la
literatura. Ni por su cultura ni por su capacidad de mover los hilos de la
convivencia ciudadana logró una especial relevancia. Es su irradiación
espiritual lo que provoca un consenso de estimación y respeto. Al fundador de
los Misioneros SS. CC. hay que agradecer intuiciones válidas y actuaciones
destacadas en orden a restablecer la predicación en una época en que
languidecía. Su inquietud apostólica rompió muchos moldes y rutinas.
2. Un carisma a compartir con los Laicos
Desde los
orígenes se dieron numerosas y pujantes asociaciones en la Congregación. La
casa de los SS. Corazones de Palma ha sido testigo de la formación recibida por
muchos de sus miembros, así como de los buenos frutos que cosecharon. Ya
celebrado el Concilio, con un nuevo clima y oteando otros horizontes, algunos
grupos, como el de la parroquia Santiago Apóstol, en Bayamón, fueron
adaptándose a lo que exigían los signos de los tiempos.
Mientras no
surjan más precisas y fiables informaciones parece que la primera célula de
Laicos Misioneros de carácter postconciliar, con el fin de vivir la misma
espiritualidad y tener un marco de referencia común en la misión, aunque con
diversos acentos y matices, cristalizó en la parroquia de Sta. Rosa de Lima
(Sto. Domingo, RD), a mitad de la década de los ochenta, siendo Superior
General el P. Aznárez. El grupo fue creciendo y estructurándose.
Habría que
esperar el capítulo del año 1993 para que las cosas se formalizaran. El
documento reconocía: somos conscientes que hemos entrado en una nueva dimensión
de nuestro carisma. Nuestros laicos MM. SS. CC. son un precioso don del
Espíritu Santo. En el capítulo del año 1999 ya la orientación estaba tomada
desde años atrás. Por eso el informe del Superior General decía que ya no es
opinable en la Congregación la promoción, el acompañamiento y, muy en breve, la
colaboración organizada en nuestros ministerios de los Laicos Misioneros… Hoy
es una urgencia inaplazable.
El capítulo
del año 1993 definía los rasgos básicos de los Laicos Misioneros: son
cristianos que reconocen haber recibido, entre los dones del Corazón de Jesús,
la vocación laical y el conocimiento de nuestro carisma congregacional. En una
Iglesia, todavía marcada por diferencias y categorías, subrayan la dignidad de
la consagración bautismal, que a todos -varones y mujeres- nos hace
radicalmente iguales, participantes del mismo sacerdocio, realeza y profetismo
de Cristo. Quieren responder a la invitación de trabajar en la viña del Señor,
que es el mundo entero. Se definen Misioneros Laicos de los SS. Corazones,
contemplativos y servidores del Traspasado en los traspasados, misioneros del
Amor de Dios, constructores de la Civilización del Amor, que consiste en el
Reinado del Corazón de Cristo.
Ante la
repetida objeción de que se ponía en marcha un grupo más, respondía el capítulo
de 1999: Los Laicos y Laicas Misioneros de los SS. CC. no son un movimiento ni
un grupo más. Son el desarrollo de nuestro carisma en el seno de cada Iglesia
local. Quedaba clara la vocación de vivir la fe en el ámbito de la Iglesia
local, impulsando sus iniciativas. Una espiritualidad diferenciada, dentro de los
rasgos cristianos comunes, pero con la encomienda clara de unir a los miembros
de la comunidad local y de trabajar estrechamente con los agentes de pastoral
encargados.
3. La buena nueva en clave cordial
Entre las
numerosas familias que se mueven por un estilo y un carisma peculiar en la
Iglesia de Dios está la de los Misioneros de los SS. Corazones. Es muy normal y
legítima la existencia de una amplia gama de carismas, pues en la Iglesia de
Dios —que debe ser tierra de libertad y pluralismo— cada grupo y cada persona
asimilan el evangelio de acuerdo a unas pautas que contemplan su sensibilidad,
su carácter, su educación, las necesidades del momento, los signos de los
tiempos.
Es legítimo
que suceda así, pues nadie puede pretender abarcar la totalidad de los ricos y
diversos matices de la buena nueva con igual intensidad. Cierto que una cosa es
subrayar y otra excluir. No sería justo ignorar datos de lo que Jesucristo ha
venido a decirnos. Cuando se deja en la sombra parte de una afirmación estamos
al borde de la herejía y de la mentira. La herejía no es lo contrario a la
verdad, sino una deformación de la misma. Una verdad que se ha vuelto loca,
según se ha dicho.
En este
sentido no hay que negar nada de lo que se halla en el NT. De manera que no es
lícito excluir, pero sí subrayar. Además, lo que no hace una persona o un
colectivo, lo hace otro. En este sentido hay que proceder con talante
aperturista, ecuménico, saber que las diversas espiritualidades se
complementan. Unas quieren reproducir la actividad de Jesús en medio del
gentío, otras prefieren enfatizar su misericordia y acogida o contemplar a
Jesús subiendo al monte para orar. El título de la Congregación nos orienta
hacia sus objetivos y su estilo de vida.
4. Las resonancias del título
Misioneros: las
buenas noticias hay que extenderlas. Se saborean mejor si no se mantienen a
buen recaudo. El gozo es expansivo de por sí, necesita comunicarse. El secreto
del sentido de la vida es una buena noticia que no debe guardarse bajo la mesa.
Cuando las buenas noticias no se comunican se cubren de ceniza y acaban
apagándose. La Iglesia entera es misionera, para esta tarea vive y existe, ella
le otorga sentido. Está ahí para anunciar y para congregar a los hermanos.
Somos llamados a ser hijos de la luz, pero con la astucia de los hijos de las
tinieblas.
Laicos: todos
los fieles cristianos son laicos: pertenecen al pueblo de Dios. En ello radica
la dignidad y la identidad fundamental de todo cristiano. En un momento
ulterior habrá que articularse y optar por un estilo concreto de ser cristiano:
aparecerán los ministerios ordenados y la vida consagrada. En este sentido los
laicos son los que no están ordenados y no son religiosos. Pero tales
especificaciones son posteriores. La jerarquía se justifica en cuanto sirve y
está en función del pueblo, no a la inversa.
Los laicos se santifican como laicos. Su tarea consiste básicamente en
actuar como levadura trasformadora de la familia, la política, el trabajo, la
cultura… El estilo laical es el modo normal y mayoritario de ser cristiano.
SS.
Corazones: El corazón es símbolo de interioridad y de profundidad. Hablamos de
algo que trasciende el órgano musculoso que sostiene la vida, cuyos latidos
marcan la intensidad de los sentimientos que exaltan a la persona. Básicamente entendemos
el corazón como la profundidad de la persona, su centro simbólico, de donde
surgen los sentimientos, se enraízan las opciones y se nutren las más
comprometidas decisiones. También el corazón es símbolo de afecto. Al respecto
cabe decir que la persona se mueve por la vida con dos brújulas: la razón y el
corazón. Con esta última -que usa mucho más, por cierto- va a la búsqueda de la
ternura y ve cosas que, como se ha dicho, resultan invisibles a los ojos. (Continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario