Con motivo de las fiestas anuales del Santuario de Lluc he escrito unos párrafos de introducción al programa que editamos. Tienen presente la figura de Ramon Llull ―se cumplen 700 años de su muerte― y el significado de la “Serra de Tramuntana”.
La Diada es la fiesta más
popular del santuario de Lluc. Es la fiesta que condensa la identidad de los
creyentes que habitan la isla, a la vez que pone de relieve las raíces profundas de
los mallorquines que le dan la espalda a la fe. A unos y otros nutre la savia
que mana de la cadena de montañas que caracteriza a la isla. Unos y otros
reconocen chispas de su identidad ancestral en los caminos erráticos de la
montaña, las casas de nieve, las
carboneras y las paredes de piedra en
seco construidas por los antepasados y que tan bien se integraron en la
naturaleza.
Los que tienen una
fe vigorosa, los que la dejan languidecer y quienes nunca la han cultivado,
todos ellos mantienen una secreta vinculación con la sierra de Tramuntana. En
sus rocas, árboles y playas amaron y sufrieron célebres pobladores de la isla.
Por allí caminaron, rezaron y se extasiaron personajes tales como el el Rey
Jaime I, el místico Ramon Llull, el archiduque Luis Salvador, el músico Chopin
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Nos interesa poner
el foco en el gigante de la lengua catalana, Ramon Llull, en este 700
aniversario de su muerte. Porque él llenó la vida entera de inquietudes y
afanes. Nuestro personaje escribió, experimentó la vida de ermitaño, se sintió iluminado
e inventó un sistema universal para encontrar la verdad. Pensaba que los
infieles no podrían resistir ante sus argumentos.
El espíritu
incansable de Ramón lo condujo hacia una actividad frenética, tanto en el campo
de la predicación como en el de las letras. Su obra escrita es la más extensa
que haya producido un solo autor medieval. Es admirable que la redactara en
catalán, occitano, latín y árabe.
Ramon Llull empleó
el catalán para mejor llegar al alma de su pueblo. El idioma no sirve ―como
tantos piensan― sólo para expresar concepto y entender ideas, sino que toca las
fibras más íntimas de la persona. Y esto difícilmente se consigue con una
lengua que no se ha aprendido en el regazo de la madre. Los diccionarios, donde
las estudian los políglotas, poco tienen en común con los pechos maternos.
La prosa catalana
adquirió la firmeza que necesitaba a medida que brotaba de su pluma. Una prosa
segura, capaz de hacerse flexible y también elegante, cuando el texto lo
requería. Una prosa del todo apta para expresar, a la vez, pensamientos
profundos y sentimientos tiernos. Para tratar de filosofía y teología tuvo que
inventar y aumentar el léxico. Recurrió al latín y a su propia capacidad
creadora.
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Al llegar la noche de la fiesta, la oscuridad se enseñorea de la Plaza de los Peregrinos. Como cada día, sí, pero en el de la fiesta por excelencia, se diría que la noche se viste de un encanto misterioso. Invita a experimentar las sensaciones ―nuevas y viejas a la vez― que genera el bosque y las montañas del entorno, mientras los cuerpos graciosamente basculan al ritmo del ball de bot.
El ball de bot: una danza bien mallorquina
que se teje sobre el suelo de una plaza engalanada, bajo la mirada tierna de la
Virgen de Lluc. Por cierto, esta noche la imagen acentúa su inicial sonrisa.
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