Tras haber
comentado las distintas vertientes que, en general, cabe encontrar en un
santuario, llega el momento de que entre en juego el santuario de Lluc en el
cual resido y en el que ejerzo algunas funciones. Tengo el encargo de atender a
los peregrinos, del ordenamiento del culto y el cuidado de la información que
se mueve en torno. Tanto la de tipo convencional como la que se refiere a
internet.
Acogida
Conviene remarcar que el santuario debe diferenciarse
de la función que tiene la parroquia, a la cual no tiene que suplir ni imitar.
El santuario goza de un perfil y una realidad singular, y desde ahí tiene que
hacer la propia oferta. En principio debe ser un símbolo del Pueblo de Dios en
marcha, un zumbido del misterio divino que atraiga a los peregrinos. Sentido
del misterio, sintonía con la naturaleza, fraternidad de los seres humanos,
comunión con los antepasados, identificación con una misma cultura… Esto es lo que
idealmente tendría que ofrecer y transmitir el santuario.
El ambiente del santuario es más abierto que el de la parroquia. Uno tiende a sentirse más hermano del compañero de camino mientras se diluyen las diferencias de raza, religión e ideología. Todo el mundo tiene cabida en su entorno. El extranjero, el emigrante, el refugiado, el enfermo, el visitante casual, todos son bienvenidos y nadie se siendo observado.
A menudo los peregrinos van al santuario después de largas ausencias de su parroquia o incluso en franca hostilidad hacia ella. De ahí la necesidad de la acogida, de favorecer el contacto con Dios y el camino de regreso a la comunidad.
Se manifiesta la acogida en la disponibilidad a la escucha y está claro que también en sencillos detalles de tipo material. Normalmente el peregrino es más favorable a la confidencia. Presbíteros y laicos tienen que aprovechar el kairós, la ocasión. Conviene que la acogida tenga presente el carácter específico de cada grupo, de cada persona, de sus expectativas y necesidades. De manera que está fuera de lugar una acogida estándar.
Quién visita un santuario lo hace probablemente en
circunstancias especiales: vive momentos de preocupación, incertidumbre,
esperanza, sufrimiento, gozo, fracaso, agradecimiento... Otros buscan el
sentido en la vida. Cargan con muchas preguntas, cosa que facilita el diálogo.
Naturalmente que la inmensa mayoría de los grupos, ya sean turistas o peregrinos,
no piden un diálogo personalizado, pero algunos sí lo hacen.
Los encargados del santuario tienen que tener muy
presente la responsabilidad de la acogida. No sólo deben disponer de una
preparación no sólo técnica, sino también espiritual. Bueno será que descubran
en este servicio un estilo de vivir y testimoniar la propia fe. Bien se puede
afirmar que la espiritualidad del presbítero que dirige un santuario, y
proporcionalmente también de los seglares que le ayudan, es la de la acogida.
La acogida supone una actividad interior personal y
voluntariosa. Implica ternura, y amabilidad, entre otras virtudes. El mero
hecho de recibir al peregrino o confidente puede que resulte pasivo e incluso
puede coexistir con una actitud a la defensiva o de mero cumplir el expediente.
Se puede recibir a alguien sin acogerlo. Además, sabemos que los santuarios son
lugares donde se va y se regresa, no lugares de permanencia indefinida. Por lo
tanto, está fuera de lugar cualquier clase de proselitismo, y menos la voluntad
de crear dependencias. El peregrino sólo circunstancialmente pisa el santuario
y en estas condiciones tiene que ser acogido.
El patrimonio y los visitantes
La Sierra de Tramuntana fue declarada Patrimonio
mundial por la UNESCO en la categoría de paisaje cultural. Quiso así reconocer
la muy notable y positiva interacción entre la naturaleza y el hombre: cultura,
tradiciones, espiritualidad....
En el interior
de la Serra se levanta el santuario de Lluc. Los poetas han insistido en la
idea de que se constituye en la catedral del campesinado, de la parte foránea. Los
bosques de encinas y robles ya existían en tiempos antiquísimos. La palabra
latina lucus hace referencia a un
bosque sagrado en el cual se veneraría alguna divinidad. El paisaje es del todo
relevante: el cielo azul, la tierra que combina con las paredes de piedra seca,
la montaña y el mar que besa su regazo... Los edificios que se han ido
construyendo a lo largo de los siglos se han adaptado perfectamente al entorno
empleando la piedra y la madera.
Desde un punto
de vista religioso Lluc es el núcleo de donde han brotado numerosas leyendas.
Algunas tan populares como las de la bella
dona. Los aniversarios de la coronación de la Virgen María han brindado la
oportunidad de componer coronas literarias en las cuales han participado poetas
de primerísima fila. Numerosos músicos han escrito extensos pentagramas
dedicados a la Virgen María.
En Lluc hay un
archivo que, a diferencia de tantos otros, se mantiene íntegro. Nunca ha sido
incendiado ni devastado. También hay un museo con elementos arqueológicos del
entorno, una colección de monedas, de cerámica, de joyas ofrecidas a la
Virgen... El visitante puede admirar la pinacoteca donde se recogen firmas de
pintores mallorquines y catalanes muy conocidos. No falta una biblioteca con
secciones de literatura catalana/mallorquina, colecciones de revistas de
temáticas muy diferentes, libros de teología, de espiritualidad y colecciones
completas de obras clásicas.
La oferta de
Lluc es atractiva para los peregrinos y para los mallorquines creyentes, pero
también para no creyentes, escépticos o indiferentes en asuntos religiosos. La
oferta de Lluc llama la atención a numerosos ciclistas, especialmente en
primavera y en otoño. El santuario participa de este fenómeno acontecido en
Mallorca los últimos años. Lo mismo se puede decir de los excursionistas.
Muy
numerosos son los caminos y senderos que se internan en terrenos en los cuales
abundan los olivos y las encinas. Las paredes de “piedra seca”, quizás las
cabras que pastan por el lugar y un cielo azul, en el que se han alojado cuatro
nubes blancas, conforman un panorama ideal para el excursionista con mochila.
Parecen tener un
objetivo más turístico que religioso las subidas de autocares y coches
particulares que suben la montaña y aprovechan para escuchar a la Escolanía de
los Blauets. Durante la temporada
turística a menudo la Iglesia está atestada de gente que desea escuchar los
cantos de los pequeños cantores. A lo largo del día, de manera más bulliciosa o
más tranquila, numerosas personas admiran la Basílica y no olvidan visitar la imagen de la Virgen en su camarín. Es muy posible que sus motivaciones
sean de carácter cultural o paisajístico —la vegetación que cubre la montaña,
las rocas, las paredes de piedra seca, los cantos de los Blauets...—sin
ignorar la propaganda de las agencias básicamente preocupadas por el negocio.
No podemos olvidar a los mallorquines que suben,
sobre todo los fines de semana y los días de fiesta, para respirar aire fresco,
admirar el perfil de las montañas, dar un paseo y —si de una familia se trata—
favorecer los juegos y el retozar de los pequeños. Entre los diferentes
visitantes hay que contar igualmente con extranjeros que van en busca de unos
días de tranquilidad y alquilan una celda. Algunos son creyentes y frecuentan
las celebraciones.
Hay algunas convocatorias particularmente destacadas: Des Güell a Lluc a peu es una marcha no propiamente religiosa, a pesar de que los inicios lo fueran y todavía los dirigentes ofrecen un ramo de flores a la Virgen María. La prensa habla de un número exagerado de participantes, pero difícilmente son más de 4.000 los que llegan a destino.
De cariz más religioso es la subida de la gente mayor de los pueblos por el mes de mayo. La asistencia oscila, pero algún año se han contado unas 3.000 personas en dos turnos. La subida está bien organizada y no faltan la presencia de alcaldes de varios pueblos y autoridades políticas de Mallorca. El edificio de l’Acolliment es el escenario donde se celebra la multitudinaria eucaristía. Antes también toman la palabra algunas personas representativas
Tiene un carácter claramente religioso la subida de
los pueblos de la parte foránea. Organizada por los Antiguos Blauets, reúne a más de un millar de
personas. También celebran la eucaristía en el Acolliment. Antes de la misma algún dirigente habla al público y se
condecoran los méritos de alguna persona que se ha distinguido por el altruismo
en su entorno.
Los peregrinos tradicionales que subían la montaña
exclusivamente para rogar a la Virgen María han menguado sin duda, pero siguen
viniendo. Son los grupos organizados en asociaciones de vecinos —de gente mayor—
o relacionados con los ayuntamientos. Es verdad que acabada la misa se van para
sentarse gozosa y amistosamente en torno a la mesa, pero la motivación primera
es la de visitar a la Virgen María, así como rogar por los familiares y por los
que un día formaron parte del grupo.
Devoción popular a la Virgen María
No podemos negar
la secularización a marchas forzadas del pueblo mallorquín, que se constata en
la disminución de los participantes en la Eucaristía, así como en el rezo del
rosario por la colina de los misterios y otras muestras de devoción, años atrás
muy presentes. Aun así no disminuyen las visitas a Lluc, más bien al contrario.
Ni, por supuesto, a la Virgen María.
La imagen del camarín conforma el núcleo y centro de
la devoción. Muy escasas deben ser las excepciones de gente que sube la montaña
y no vaya a ver o a saludar, como se suele decirse, a la Virgen María. En los libros
de las peticiones se escriben cada día numerosas plegarias y cada vez más en
idiomas extranjeros.
La comunidad se esfuerza a través de predicaciones, conversaciones y escritos, para favorecer la dimensión ecuménica de la Virgen María que recibe peregrinos de todo el mundo. Unos carteles que reproducen plegarias del Beato Ramon Llull, también en el original árabe, abundan sobre este particular. Igualmente trata de sensibilizar a la gente de cara a una mayor solidaridad hacia los pobres. Por eso no es extraño escuchar homilías y leer escritos que se refieren al sufrimiento maternal de María. Se retoma así el versículo de aquella canción: per les passades dolors, morena sou en figura (por los pasados dolores, morena sois en figura).
Se remarca el hecho que los Blauets cantan a la Virgen María cada día en nombre de todos los mallorquines. Y a partir de aquí cabe hablar de la lengua y cultura que une y que ya cultivaron los antepasados. Defender la lengua, la tierra y el sentido de pueblo es un valor típico del santuario, que no vacila a la hora de defender el carácter identitario de los mallorquines.
Un signo de
devoción muy apreciado consiste en beber el agua de la Font Coberta. No hay la
misma afición que años atrás, pero todavía mucha gente aprovecha la subida para
hacerse con un sorbo. Antiguamente la fuente representaba el final del camino
que hacían los peregrinos antes de entrar en el Santuario. Al lado del agua que
mana hay una inscripción atribuida a Costa i Llobera que dice así: Grans
mercès d’aquesta aigua, Oh Reina i Mare, amb que apagau la set tan dolçament,
dins nostres cors feis-n’hi brollar des d’ara l’aigua de vida eterna sempre
clara que hi brolli eternament. (Grandes mercedes de esta agua, Oh
Reina y Madre, con que apagáis la sed tan dulcemente, dentro de nuestros
corazones haced brotar desde ahora el agua de vida eterna siempre clara que mane
eternamente). No es un sacramental estrictamente el agua de la Font Coberta, pero mucha gente se aproxima
a ella como si lo fuera.
Dejamos de lado
la concreta programación pastoral del Santuario de Lluc, dirigida a los
habitantes de Mallorca que profesan y practican su fe. Tampoco es el momento de
aludir a la programación de las fiestas y ocasiones especiales. En otra ocasión
habrá que concretar estos puntos. Las celebraciones tienen lugar en la lengua
catalana. Pero está claro que también para cualquier visitante la puerta
permanece siempre abierta.
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