El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

El Santuario de Lluc, donde reside el autor.

viernes, 16 de noviembre de 2018

El acierto de una Jornada mundial de los pobres


A lo largo del año tropezamos con muchos días dedicados a una causa que interesa a la humanidad, un pueblo o una Institución. En la Iglesia se detectaba un vacío. El Papa Francisco, que ha demostrado un interés genuino por las personas humildes y sin voz, ha querido establecer una jornada que nos recuerde su existencia. La primera jornada tuvo lugar el 19 de noviembre del pasado año.


La II Jornada se celebra el próximo domingo 18 de noviembre. Es del todo lógico que se tenga bien presente a lo largo y ancho de nuestro mundo. Porque Jesús se interesó grandemente por los pobres. Diferentes categorías y rostros de pobres: los que no tenían para comer, la viuda que sufría la muerte de su hijo, los que esperaban que alguien les diera trabajo, los que no tenían voz, los discriminados…

El vacío que deben rellenar los pobres

El objetivo de la Jornada invita a tener entrañas de misericordia ante el sufrimiento de tanta gente. Sabemos de las largas filas de exiliados en nuestro mundo, de la gente en los cinturones de las ciudades que lo pasa muy mal y no son pocos los que duermen en la calle.

Si no hay sintonía con la persona que sufre resulta inútil tratar el asunto de la misericordia.  Uno dirá que éste no es su problema y el otro mirará hacia otro lado. Es absolutamente necesario que de nosotros los cristianos se pueda decir, como de Jesús: "se le conmovieron las entrañas" cuando tropezamos con las carencias de nuestros hermanos.

Ningún cristiano debería ignorar a los pobres. Si tal vez ya no puede vivir con ellos —y menos como ellos— al menos sí debería tener una opinión favorable hacia este colectivo. No poner de relieve sus defectos, sino crear una opinión para que las instituciones públicas se esfuercen en reducir su número y propiciarles una vida menos dura. Y, por supuesto, loable sería que cada ciudadano compartiera cuanto está en su mano.


Los pobres son una categoría teológica incluso antes que social o política. Jesús alaba el corazón de los que no viven soñando en cuentas corrientes ni lujos. Bienaventurados los pobres, proclama desde la cima de la montaña. Ellos no tienen que defenderse de los otros porque poco les pueden sustraer. Y si es verdad que a veces son crueles entre ellos mismos, también lo es que el instinto de supervivencia puede nublar la mente cuando ronda el peligro de morir por inanición.

Las enseñanzas que proceden de Jesús y la mejor tradición de la Iglesia claman acerca de la preocupación por los pobres. "La pobreza tiene rostro de mujeres, hombres y niños explotados por intereses viles, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero... la pobreza es fruto de la injusticia social. "(Francisco).

La misericordia, la sensibilidad hacia quien sufre, interpela desde hace muchos siglos a los cristianos. El Antiguo Testamento describe a Dios diciendo que es fiel y misericordioso. Escucha el clamor del pueblo esclavizado. Los profetas son portavoces del Dios bueno y no retroceden a la hora de censurar a los gobernantes que actúan con dureza de corazón. El mesianismo no es sino la promesa de que un día el Rey —el verdadero Rey: Dios en último término— pondrá las cosas en su lugar, es decir, hará justicia a los pequeños y humildes.

Jesús experimenta la misericordia ante las multitudes, pero también cuando encuentra a la viuda que lleva al hijo al cementerio e igualmente cuando observa el dolor de Marta y María frente a su hermano muerto. Entonces estalla en sollozos. Él es el buen samaritano que no pasa de largo. La reacción que provoca en Jesús al sufrimiento ajeno, particularmente el generado por la injusticia y la prepotencia, es lo que vertebra toda su forma de actuar, de predicar y orar. Son numerosas las páginas del evangelio en las que Jesús se acerca a los que sufren y los alivia de sus penas.

Una enseñanza que viene de lejos

La tradición cristiana lo expresa acertadamente cuando afirma que el fundamento de la vida y la espiritualidad se encuentra en el amor. Bueno será, sin embargo, concretar un poco y añadir: en el amor coloreado de misericordiosa. Porque hay amores egoístas, prepotentes y falsos. El camino hacia el auténtico amor cristiano va cogido de la mano con la misericordia. Como sucede con el Padre de la parábola: un padre con corazón de madre. No pregunta, no pide, no regaña. Un corazón hecho de pura fibra maternal.

Para conseguir un corazón generoso y atento al prójimo hace falta, sin embargo, salir del pequeño mundo en que uno se va instalando. Hay que tomar en serio la misión, compartir, no tener miedo de que se recorte el dinero de las subvenciones o de las instituciones y personas que no ven con buenos ojos el afán por los inmigrantes, por la gente de la periferia, por los que carecen de trabajo y documentación ...

Tantas finezas generan mala conciencia a los ciudadanos que se consideran por encima de toda sospecha. Determinados juicios y actuaciones les estorban la digestión. Y, además, los excluidos podrían envalentonarse. Son muchos, podrían levantarse un día contra el orden establecido por la sociedad. La Iglesia vertebrada por la misericordia ya no se limita a ofrecer un vaso de leche al pobre que se muere en la esquina. Ahora pregunta, interpela, molesta ...

Todo lo dicho lo expresa de manera sencilla y elocuente la estampa del corazón de Jesús atravesado por la lanza en la cruz. Su corazón resume el misterio de un Dios hecho carne, un corazón que late y regala hasta la última gota de sangre a sus hermanos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy evangelico el comentario del padre Manuel. Siempre la Iglesia como insitución tiene que tener presente a los pobres. Y también cada cristiano. Y hay pobres de tantas maneras!
A mi me da un apena profunda los niños tan pobres qeu mueren de hambre. Pero tqmbien me dan mucha pena los pobres que no pueden ir a la escuela ni aprendrer a leer y aescribir. Y los pobres de conciencia, es decir que no tienen una conciencia recta, la tienen distorsoniada.