B) Jesús compasivo, la Virgen misericordiosa
“Yavé, Yavé es un Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y en fidelidad” (Ex. 34,6). De acuerdo a lo dicho hasta ahora, la misericordia de Dios se hace visible en el corazón de Jesús y en el corazón de María.
Jesús fue misericordioso. Tomó en serio el sufrimiento de sus hermanos, no permaneció sordo ante el lamento de los necesitados. Se hizo vulnerable, pues el amor necesariamente se expone al riesgo del sufrir. Su amor fue compasivo, presto a compartir y a cargar con la pena del prójimo (Mt. 11,28-30).
La inclinación de Jesús hacia los oprimidos no se debió a una emotividad superficial o transitoria. Constituyó uno de los ejes sobre los que ancló su imagen de Dios y su predicación del Reino. Jesús comparó el pecador a la oveja extraviada que el pastor persigue con afán. Al hijo pródigo, cuyo regreso mantiene al Padre oteando el horizonte.
A Jesús le afectaron las lágrimas de la madre desolada y sintió compasión. Devolvió vivo al joven difunto a su madre (Cf. Lc. 7,11-15). Cuando vio llorar a María, la hermana de Lázaro, “se reprimió con una sacudida” (Jn. 11,33). “. . .le dio lástima de ellos y se puso a curar a los enfermos. . .” (Mt. 14,14). “Viendo al gentío, le dio lástima de ellos, porque andaban fatigados y decaídos como ovejas sin pastor” (Mt. 9,36). De modo explícito se dice en varias ocasiones que sintió compasión.
El vocablo hebreo que indica la misericordia (“rajamin”) tiene que ver con el seno materno, con los vínculos que se tejen en el ámbito maternal. El desamparado depende y se aferra a las entrañas de quien le sostiene. La palabra evoca el amor tierno y delicado. Tiene connotaciones de calor, proximidad, confianza, sensibilidad.
Los hechos misericordiosos de Jesús no son sino derivaciones de sus más hondos criterios. En sus labios encontramos la frase de Oseas: “corazón quiero y no sacrificios” (Mt. 9,13; 12-7). El proclamó que los misericordiosos alcanzarán misericordia, que urge acercarse al hombre caído junto al camino para convertirlo en prójimo. Su primer discurso insinúa ya cuáles serán sus gestos y dónde hallará sus preferencias: “El Espíritu del Señor está sobre mí porque él me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor” (Lc. 4,18-19).
Maternidad y misericordia se unen en María de modo natural. Su misericordia se manifiesta en las palabras del Magnificat a favor de los pobres y humildes, en la simpatía mostrada en las bodas de Caná, en la donación generosa de su Hijo. Se nos acerca de este modo, casi de manera palpable, la misericordia del Padre, fuente de toda misericordia: en su Hijo Jesucristo y en la Madre que nos lo entrega. Junto a la cruz, María agranda su corazón gestando en su seno a los hermanos de Jesús y hasta a la entera humanidad.
El pueblo cristiano experimentó pronto el corazón misericordioso de María y a Ella acudió ya a finales del siglo III con la plegaria "Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios". La Iglesia en Oriente la invoca como la "Eleousa", "la misericordiosa Virgen de la ternura". En Occidente se la proclama "Madre de misericordia" en el canto de la Salve. A través de su fibra maternal María deja entrever el rostro misericordioso del Padre. Por eso también el creyente se dirige a ella en apremiante súplica: “Monstra te esse Matrem!” ¡Muéstranos tu corazón de Madre!
C) El primer mártir, la Reina de los mártires
Volviendo al paralelismo entre Jesús y María recordemos que Jesucristo es el primer y ejemplar mártir de la historia cristiana. Su muerte violenta fue consecuencia de un mensaje y una práctica. Los fariseos le castigaron por blasfemo, porque decía que se hacía igual a Dios y que el ser humano debe valorarse en mayor grado que el descanso sabático. Los romanos le castigaron porque se les antojaba peligroso. Movilizaba a la gente, la muchedumbre iba detrás de él…
Fue el primer mártir. De hecho ya en el NT se le llama "mártir fiel y verdadero" (Ap 3,16; 1,5). Mártir significa testigo. El dio testimonio de boca y con hechos ante un tribunal (cf. I Tim 6,13; cf. Ap 1,5). Lo que indica la calidad del martirio es la causa por la que uno lucha y el porqué de su muerte. Los dolores y sufrimientos no son en nada desdeñables, pero no constituyen el meollo del asunto. No es aconsejable enfatizar ni insistir en la tortura y el sufrimiento.
Cierto que María no sufrió la cruz física. Pero su maternidad le llevó a vivir el martirio en su corazón. En el sufrimiento de la cruz, el corazón de la Madre se colmó de compasión. Lo cuenta admirablemente el viejo himno “Stabat Mater”. Por eso las letanías aclaman a María como Reina de los mártires: en ella el martirio ha encontrado una expresión inédita. El sufrimiento compartido, ancho como el mar y penetrante hasta el tuétano del alma.
El dolor de la Virgen, aunque encuentra en el misterio de la cruz su mayor significación, fue captado por la piedad mariana también en otros acontecimientos de la vida del Hijo en los que la madre participó personalmente. Algunas escenas de la infancia de Jesús son muy tenidas en cuenta: la presentación de Jesús en el templo y las palabras de Simeón: “una espada te atravesará el alma”. La huida a Egipto. La pérdida del hijo en el Templo. El encuentro entre madre e Hijo que, según la tradición, tuvo lugar en el camino del Calvario. La crucifixión: junto a la cruz de Jesús estaba su madre... “Jesús, al ver a la Madre, y junto a ella, su discípulo al que más quería, dijo a la Madre: mujer, ahí tienes a tu Hijo" (Jn 19, 25-26). Finalmente, los dolores de María cuando su Hijo es descendido de la cruz, acogido en su regazo y depositado en el sepulcro.
La piedad popular ha contemplado todas estas escenas de dolor en un “via-crucis” paralelo, el de la Madre dolorosa (“Via Matris Dolorosae”). Y ha hablado de los siete puñales clavados en su corazón. La solidaridad y misericordia de María -la mujer nueva- con los pobres, los sufrientes y los menospreciados de nuestro mundo, simbolizados en el Hijo Traspasado, está a la vista. El corazón de María no se desentiende de sus hijos. Late para siempre, junto al corazón traspasado de su Hijo. Permanece en sintonía con los hombres que, en la persona del discípulo Juan, le han sido entregados a fin de que los cuide con afecto maternal.
2 comentarios:
La ignorancia no tiene límites. Acabo de asistir a un encuentro de encargados de santuarios y uno de los presentes nos contaba algo de lo que fue testigo. Un guía oficial explicaba los detalles más significativos de su santuario. Al detenerse junto a la Dolorosa contaba a los turistas que el hijo de esta señora fue crucificado y tan grande fue el dolor de su madre que acabó suicidándose. De ahí que las imágenes muestren su corazón con siete puñales. No es preciso aderezar el hecho con comentario alguno. Simplemente los guías debieran tener un poco de respeto a la gente que les es confiada. Y si la cultura escasea y ello no les importa, mejor sería se dedicaran a otros oficios.
Em sap greu que mai et comento els teus articles a "Las razones del corazon".
Hi sintonitzo. Aquests sobre Maria m'han agradat molt.
No sé com s'ha de fer per respondre amb un comentari.
Però t'escric que a mi m'agradaria poder anomenar el Ser Suprem, en plural.
Anomenar-lo ELS PARES DEL CEL, així quedaria inclosa la paternitat i la maternitat
M'explico: jo quan evoco els meus pares de la terra evoco una unitat englobada en el pare i la mare. Tinc un únic sentiment amoròs envers una unitat que formen ells dos. Igualment em podria referir a Déu en una unitat de les quallitats masculines i femenines, sense que volgués dir que són sexuades.
Bé. Fa temps que tinc aquest pensament i sentiment però ja em diràs si és ortodox.
Però ja ho comentarem més endavant si hi há ocasió
Maria Àngels Manen Folch
Publicar un comentario