Apreciado ciudadano: indudablemente habrás escuchado
muchas veces que en las democracias todo el mundo goza de igualdad de
oportunidades. Vaya por delante que nada tengo contra la democracia. Como
dijera Churchill, es el peor de los sistemas, exceptuando todos los demás.
El axioma del mercado libre.
Te repiten por activa y pasiva que tienes igualdad de
oportunidades. Es verdad que vives en un barrio marginado donde el camión de la
basura no suele incursionar. También lo es que tiene que mandar a sus hijos a
un colegio improvisado donde imparte clases una chica apenas alfabetizada. Y no
es menos verdad que tu sueldo se termina antes que el mes. Por supuesto, no
puedes permitirte el lujo de soñar con casa propia.
Nadie niega estas verdades. Los que poseen una más pesada
dosis de cinismo te dirán incluso que lo antes dicho no atenta contra la
igualdad de oportunidades. Vete al supermercado más próximo y observarás en sus
estantes muchísimos y variadísimos productos. Sólo tienes que alargar el brazo e
ir llenando la bolsa. Después pasas por caja ―cosa fácil: todos los caminos
convergen hacia ella― y paga la cuenta que te ofrece la señorita.
Claro que existe la igualdad de oportunidades. Incluso en
el banco. Puedes dirigirte a cualquiera de esas entidades y lograr un préstamo.
Basta con que pongas la casita o la herencia como garantía y pagues los
intereses previstos. También la igualdad de oportunidades se extiende al
terreno de la opinión. Nadie le impide que compres un periódico ni que instales
un canal de televisión.
Ojeas el periódico de la mañana y das con las más
variadas y sabrosas ofertas de trabajo. Es verdad que te exigen buena
apariencia, menos de cuarenta años, dotes persuasivas, dominio del inglés y
conocimientos de informática. Pero ¿quién
te prohíbe poseer todos estos requisitos?
Los escaparates están repletos de productos. Los bancos
rebosan de billetes en sus bóvedas y cajas fuertes. Pero ubícate y no empieces
a pedir sin dar nada a cambio. No comiences exponiendo tus personalísimos
problemas ni tus particulares lamentaciones. Si naciste con insuficiencia renal,
si padeces úlcera o te hallas postrado en una cama, no le eches en cara al
mercado ni a la igualdad de oportunidades tu caso particular. No es culpa de la
democracia ni del capitalismo.
Es sorprendente la cantidad de oportunidades que están
ahí para que alguien las aproveche… y se dejan pasar de largo lamentablemente. Incluso
cualquier país pequeñito, con problemas de hambre y subdesarrollo, podría muy
bien pedir una invasión a otro país cercano y poderoso para aprovecharse de su
avanzada técnica, para llenar de carreteras su suelo y de rascacielos sus
ciudades.
Un axioma bastante cínico.
Ya ves, querido ciudadano: con el maravilloso invento
verbal de la igualdad de oportunidades, podemos continuar siendo tremendamente
desiguales. Con la desventaja de no poder dar a nadie la culpa de las limitaciones
que nos afectan. ¿No te parece que sería más deseable hablar simplemente de la
igualdad, y no de la igualdad de oportunidades?
Con el invento de la igualdad de oportunidades pueden
continuar existiendo pobres y ricos, opresores y oprimidos, barracones y
palacios, doctores y analfabetos. Espero estés de acuerdo en que sería mejor
una convivencia más humana y con menos oportunidades. Sobre todo si formas
parte de quienes viven en la periferia de la ciudad. Donde, por cierto, el
asfalto, el agua y el camión de la basura tienen oportunidades de llegar, sólo
que no llegan.
Yo enfoco la cuestión desde otro punto de vista mucho más
elemental y menos ideológico. Cada ser humano tiene unas necesidades biológicas
que cubrir. Su estómago requiere de la digestión diaria. Cada uno tiene
necesidades de vestir, cobijarse e ir a consultar al médico de vez en cuando.
Las ideologías no cambian estas necesidades fundamentales. Sean más o menos
listos, más o menos elegantes, los hombres y las mujeres se ven precisados a
procurar el alimento, el vestido y la vivienda.
Me da la impresión que plantear las cosas así es mucho menos
complejo y mucho más humano. Y, por supuesto, cristiano. Desde las primeras
páginas de la Biblia se habla del hombre como imagen de Dios. Se le pone en un
mundo capaz de producir el alimento y de cubrir las necesidades que le
sobrevienen.
¿Estás de acuerdo conmigo, estimado ciudadano? Pues que
un día no lejano veamos disminuir los debates ideológicos, sobre si las
izquierdas o las derechas tienen razón y la política se oriente hacia una
convivencia más decente.
1 comentario:
Es lo que tiene el sistema capitalista. Te hace la propaganda de que todo es posible e incluso te llena los ojos de productos, pero luego no logras satisfacer nada de lo que te promete. NO alcanza el sueldo o sencillamente no tienes la preparación adecuada. ¿Y por qué no la tienes? Pues porque has nacido pobres, sin los recursos suficientes para estudiar. ¿Por qué no renegamos del capitalismo y creamos otro sistema más justo? - P. Manuel, saludos desde Dominicana.
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