Llevo
ya unos cuantos años viviendo en el santuario de Lluc. Poco a poco el entorno
va penetrando por los poros de la persona casi inconscientemente. No estará de
más tratar de describir la experiencia de quien merodea por el lugar. Dividiré
el escrito en dos partes.
A menudo se oye de boca de los excursionistas, sea que
suban a Lluc a pie o en vehículo, que es agradable respirar aire puro, otear el
horizonte azul y caminar entre encinas centenarias. Más aún si el balar de las
ovejas y cabras resuena en los alrededores. ¿Por qué no profundizar en la experiencia
que supone subir la montaña y poner nombre a las emociones y a los estados de
ánimo que cada elemento del entorno produce en el caminante?
La
montaña
La Serra de
Tramuntana es el conjunto montañoso más extenso de Mallorca. Unos 90 kilómetros
de largo per unos 15 de ancho: desde el Cap
de Formentor hasta la Mola d’Andratx. Más de 10 kilómetros superan los
1.000 metros de altura. Lluc se sitúa en la zona norte de la Serra. Aquí, dice
el poeta Costa i Llobera, entre montes solitarios, Maria, com a Reina, té un castell.
No es indiferente al sentimiento humano y religioso la
situación geográfica del Santuario de Lluc. La montaña simboliza universalmente
la proximidad con el mundo espiritual o divino. Está más cerca de lo que llamamos
cielo y que un tradicional modo de hablar considera vivienda de Dios.
Desde la montaña se domina el mundo de los humanos. A la
cima se le atribuye el punto de encuentro entre cielo y tierra. Las
peregrinaciones a menudo tienen como objetivo algún santuario situado en lo
alto de una montaña. Éste es el caso de Lluc. Entre los numerosos significados
de la peregrinación se incluye el de dejar atrás el día a día para ascender a
la altura y en algún modo acercarse a la transcendencia.
Por otro lado, la montaña incluye también el concepto
de estabilidad y permanencia, e incluso el de pureza. Si se nos permite aludir
a una de les tradiciones de nuestro mundo, la china, diremos que la montaña se opone
al agua. La inmutabilidad frente al cambio permanente.
En la Biblia grandes acontecimientos tienen lugar en
la cima de una montaña. He aquí una muestra: El
Moriah, en el que Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo. En el Sinaí
Dios se aparece a Moisés y le hace entrega de las tablas de la Ley. El Tabor es
la colina en la que Jesús se transfigura. El Calvario es el montículo en el que
muere clavado en la cruz. La montaña como escenario de grandes hazañas en el
judaísmo y el cristianismo, pero también en muchas otras tradiciones.
Hay que subir para llegar a Lluc. Muchas generaciones,
desde hace 750 años han hecho este camino y lo han sembrado de leyendas. Lluc, en lo alto de una montaña, donde se respira aire
limpio y puro, desde donde a menudo se observa un firmamento incontaminado. Aquí
se alza el Santuario, el castillo de la Virgen.
La
cueva
Los místicos cristianos frecuentemente hacían
referencia a la cueva. Eckhart comparaba la gruta a la chispa del alma. Sta.
Teresa aludía a ella como un castillo interior. Desde la psicología, pero ya
antes de que existiera esta ciencia, la cueva es un símbolo del inconsciente y
un lugar idóneo para el encuentro con Dios.
No es extraño comparar la cueva con el corazón humano.
El corazón está en el interior de la persona. En él el individuo se sumerge y
profundiza en sus pensamientos. Los primeros monjes no sólo iban al desierto,
sino que muchos de ellos decidieron vivir en una cueva. Allá habitaban en compañía
de una profunda quietud. El yo egoísta, el ruido, la imaginación desbordante y
también las angustias, todo lo dejaban a la entrada de la cueva para
encontrarse con el yo auténtico y más
profundo.
Salida de la conocida como "cova dels morts" a poca distancia del santuario |
En el entorno de Lluc tiene lugar la espectacular acción
de la erosión cárstica. El adjetivo, que suena un poco extraño, designa un
terreno compuesto por rocas de carbonato cálcico. Este material, si se halla en
la superficie, se disuelve poco a poco por la acción del agua. Entonces
configura algunas rocas, valga la extrapolación, en formas imaginativas como el camell. Y si el material está cubierto
por capas de tierra entonces el agua drena en dirección horizontal por el terreno
cárstico y lentamente va construyendo las cuevas.
El valle conocido como Cometa dels Morts aloja un buen número de cuevas. La más conocida es
la cova dels morts. El topónimo tiene
relación con los restos de enterramientos de la época talayótica. Por cierto,
esta cueva fue excavada por un religioso de la comunidad del santuario, el P.
Cristòfol Veny, y parte del material se puede ver en el Museo de Lluc.
El extenso encinar que se halla alrededor de las
cuevas, les rocas cinceladas por la lluvia de siglos, el azul infinito del
firmamento… sugirieron a los habitantes de la prehistoria que esta región era
habitada por sus deidades. Un sitio en el que enterrar a sus muertos. Un paraje
mágico que los romanos llamaron lucus,
adaptando fonemas anteriores. Y lucus significa
precisamente bosque sagrado.
Lluc participa del simbolismo de la cueva: lugar sagrado,
de quietud imperturbable. Lluc se encuentra rodeado de árboles, de rocas, de un
cielo incontaminado. En la cueva no hay elementos que puedan distraer de la
presencia y la experiencia de Dios. Lluc está situado en un valle e irradia paz.
Recuerda que los antepasados se hallan muy cerca, en el seno de la tierra. Con ellos
se hace presente todo un conjunto de costumbres y estilos de vida. El momento y
el lugar son propicios para reflexionar sobre el misterio del tiempo y de la
transcendencia. Dins el cor de la
muntanya —el corazón, símbolo de la cueva— Mallorca guarda un tresor. (Continuará)
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